viernes, 11 de noviembre de 2011

Hospitales y empresas

Entró en la sala de oncología más para encontrarse laboralmente que para buscar la Asociación que le habían comentado que había por ahí. La tercera planta del hospital de Fuenlabrada estaba bastante bien; era cálida, confortable y permanecía correctamente ventilada; lo fundamental para los que son reticentes a visitar estos lugares. Una vez en el interior, se cruzó con un enfermo que, con toda probabilidad, había comenzado ya la radioterapia. Bastaba con mirarle la ausencia de pelo para corroborarlo… una calva descubierta y despreocupada. Caminaba junto a la varilla metálica que sostiene la medicina que circula a través del organismo gracias a la vía que tenía insertada en el brazo. Su gesto era sobrio, serio, no había restos visibles de tristeza o aflicción. Parecía un paciente de los que no se derrumban, eso o venía de levantarse, no lo sabía. ¿Cómo ha podido ir a parar ahí? ¿De verdad que se ha extraviado tanto? Era como si el camino se andara si estás lógicamente sobre él, si no resulta que acabas paseando entre barbecho. Consideraba que tenía poco que aportar a los enfermos el que estaba tan entero. Pónganse en su lugar. No es justo. Alguien externo se apuntaba a realizar voluntariado, estando sano, este hecho ya es contraproducente porque empeoraba la situación. Si al menos se ayudaran de igual a igual… un momento esto no tiene sentido, pocas cosas lo tienen. Creyó que había llegado al colmo del voluntariado y eso que no había empezado todavía. Se le iban las ganas entre los dedos de las manos y pies. La situación era inviable. Lanzó un mayday a la espera de que alguna empresa lo leyera y le diera media oportunidad o una entera que también lo merecía, pero eso no se produce, ni hoy, ni mañana y pasado... el pasado es el futuro, vaya contradicción. Luego, y evitando algunos sentimientos sumamente bellos y hermosos, se daba cuenta que él también estaba caminando por un pasillo de un lado a otro. La situación era tan sencilla como que alguien les abriera la puerta para poder escapar tendiéndoles la mano.