sábado, 29 de noviembre de 2014

La certeza

Ahora que anda con paso ondulante y seguro. ‘Ten cuidado fiera que cuanto más alto subes más fuerte será tu caída’. Y bajo esa premisa consiguió vivir muchos años. Con la mirada en las nubes, pero con los pies siempre anclados al suelo. Los poco entusiastas son poco o nada envidiosos. Es una ley simple que se ha ido afianzando con el paso de los días.
Es verídico, si luchas por tus sueños una vez cumplidos qué queda luego. La persecución de una meta se malogra al conseguirla. Son así de contradictorios y ambivalentes. Y sin embargo, no son nadie sin objetivos, sin sueños; eso les hace creer que son libres ¿Será así?
¿Acaso los fines es lo único que les muestra que están vivos? No. Siempre debe haber más.
Luis siempre quiso ir a Escocia. Y una vez que estuvo allí, se dio cuenta de que eran, efectivamente, paisajes preciosos. Verde y más verde por doquier, y poco más. En seguida puso las pegas de siempre. Que si el frío, que si el avión, que si la gastronomía. Quedarse en casa podría ser incluso la mejor opción para los que se conforman con poco. A la larga, quizá, los que menos sufren, pero la vida hay que vivirla y uno no sabe nunca lo que echará de menos. Esta cuantía se desdibuja cuando se está en las buenas rachas. Por eso es mejor no olvidar la dureza del suelo, para cuando uno se levanta recordar desde donde comenzó su escalada, su puesta a punto.
Luis siguió buscando destinos. Se alojó en hoteles y albergues. Comió menús unas veces y un único plato otras y en el fondo suponía que eso era ser feliz... la ausencia de problemas y enfermedades. Puede que, no obstante, estuviera en lo cierto. Prosiguió fijándose metas pequeñas para alcanzarlas a tiempo y disfrutarlas con plenitud: comprarse un perro, dejarse crecer la coleta, un coche (pequeño) nuevo, otro piso de alquiler, ver amaneceres en distintas playas, probar el vino del sur de Francia, contemplar atardeceres desde los acantilados de Noruega, acostarse con la simpática y cariñosa de la fiesta, las guapas ya caerían o no. Y así fue viviendo al día sin mucho esfuerzo y sin ahorrar pensando en el mañana. Cuando uno es joven no suele pensar en esto, pero la vida, una vez que es vivida, el mañana llega inexorablemente con su dalle. Entonces ya no había miedo en su corazón. Lo único que tenía guardado en los bolsillos eran puñados de tierra. El ser humano está formado en gran parte por agua y el montoncito que tenía en la mano le abstrajo unos minutos. Los granitos permanecían secos. Somos una suerte genética contemplados desde la lupa científica. Luego depositó con cuidado el contenido sobre la arena de la playa. ‘La cogí en las montañas y la deposito junto al mar’. Más tarde, una vez dentro, comenzó a nadar alejándose a brazadas de la orilla. No pudo evitar acordarse del suceso de Alfonsina Storni.
Aunque este mal imitador retornó pronto a la orilla. Le faltaron agallas. A la posteridad solo pasan los mejores.

sábado, 15 de noviembre de 2014

La llama

Cuando la pasión acude, el hombre y la mujer van detrás y si esta se desvanece los dos vuelven a su sitio. Es esa lumbre que incendia mejillas, ese brillo en los ojos, esa dulzura de la que se recubren las caricias (tanto las que se conceden como las que se guardan para después... el nunca o el jamás).
Una ensoñación de anhelos perpetuos mostrada por un rostro y unos latidos acelerados que, única y exclusivamente, los percibe el sistema nervioso. A no ser que ella o él coloquen la mano en el pecho del opuesto con la única incertidumbre de conocer si eso es verídico. Nadie quiere apearse tan pronto del manjar de los sentidos y pobre del que pretenda frenarlo o darle alguna explicación (al igual que intento hacer ahora).
No debe haber palabras, solo actos frenéticos, huérfanos, como digo, de toda razón y motivo. Los labios creados para comunicar no volverán a decir más que lo que dicen cuando están bajo este lapso.
Déjalo, abandónate. Guárdate de situar bien lejos todos los relojes de la casa, ya que quizá sean los verdaderos culpables de la fugacidad de ese momento.
Corre la cortinas con firmeza y decisión para que la luz del día tampoco te indique qué hora y en qué momento vives. No os mitiguéis tampoco por la oscuridad de la noche. Sabes que él te va a derrotar cuando os encuentre. El tiempo es el verdadero enemigo de la calidez. Nada sobrevive a ello. ¿Y por qué rebelarse? Da lo mismo que dure quince minutos como cinco meses o un año... ¿dos? Qué se yo.
Déjate mecer como un niño en estos brazos que aprietan y no estrujan. Flota en la ausencia de todo y mira a quien tengas delante. Contémplalo como si no hubiera otro momento para ello. Sujétale la cara con ambas manos y no digas nada. Los labios no hablan, solo besan. Las palabras hace tiempo que se convirtieron en un impedimento, un lastre, el ancla para este barco que nadie ha sabido y sabrá pilotar. Siéntete eternamente vivo y despreocupado. El aquí y el ahora conlleva el no tener nada en los bolsillos. Miraos con estas pretensiones y lo demás se lo llevará el vivir, como todo, como siempre.
Almas impávidas bajo el frío techo sin mesura, dejándose arrastrar por el deseo, la emoción y las sensaciones. Prendiéndose fugazmente con la llama antes de ser pavesas.



lunes, 10 de noviembre de 2014

Vejez

No hace mucho, quizá seis años aproximadamente (se antojan próximos), me quedé perplejo cuando iba corriendo por la urbanización en la que ya no vivo. Por entonces, solía hacer deporte y pasaba al lado de una residencia. En cierta ocasión, un anciano estaba allí dentro, pero no en el interior de la casa, sino en la parcela. Estaba tras la verja que separaba la calle de la estancia. Le vi mirarme y girar con levedad el cuello mientras me observaba pasar.
La vejez debe ser eso. Contemplar sin esfuerzo, sí con pesadumbre, los que vienen detrás dotados de juventud.
Ahora, vamos al mejor invento de la historia, el espejo. El reflejo es tan subjetivo que es casi mágico. En ese cristal que muestra todo distorsionado, puesto que está a la inversa (si te colocas frente a él y levantas la mano izquierda, tu ‘otro yo’ alzará la derecha, con lo cual es un engaño) aparecerás tal y como te ven los demás (reflejo) y también tal y como te ves tú (tú mismo). A su vez los hay cóncavos donde la imagen saldrá siempre perfeccionada por su estrechez, y convexos donde nos horrorizaremos al contemplarnos deformados. Para más información, mencionar que en la mayoría de las tiendas de ropa utiliza el primer caso para vender más. Al fin y al cabo saben cambalachear con nuestra imagen.
El espejo te muestra el paso del tiempo. Canas, arrugas, calvicies, papadas, ojeras. El fuero interior nunca suele ir a la par de la imagen percibida a través de dicho objeto. Cuando somos niños imaginamos ser hombres y cuando se alcanza esa etapa, se idolatra la anterior. Nunca se está completamente satisfecho.
Los hay que cuando se ven calvos se olvidan definitivamente del peine o las que el tono níveo de las canas no les genera frustración alguna, ni lo más mínimo. Pero lo lógico es que acuda cierta nostalgia de lo vivido y añorado.
Lejos de cualquier narcisismo, a nadie le suele agradar contemplar el paso del tiempo. Los cuentos positivos que no lo reflejan creo que están mal avenidos. La realidad es otra.
Se podrá llegar a afirmar con tales hechos que los espejos conseguirían engañar a la propia muerte, pero no a uno mismo.
Y el anciano seguirá tras la valla. Sintiéndose quizá apresado por una niebla que le envuelva el corazón. Una mancha en el alma que no se limpia (si es que se pueden llevar a cabo tales acciones sobre una superficie tan efímera). Con lo cual puede que la vejez sea eso... un muro infranqueable y no una simple verja donde lo único que muestra es una paisaje gastado y anodino.   

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Desazón

Elisa introduce los pies en el agua del rio. Pensativa y melancólica, está tan absorta en ella que apenas nota cómo los peces de colores verdosos acuden a merodear entre sus dedos. Las escamas plateadas y brillantes parecen estar repletas de vida, más que la que los observa. Al notar su roce se estremece y en seguida huyen. ‘Estoy perdiendo el color, la claridad truncada’ se dice a sí misma.
El sol se abre paso entre unas nubes otoñales y poco densas. Todavía no tienen esa textura algodonada que mostrarán en invierno.
Perder una vida interior palpitante a los 49 años puede ser suficiente calvario como para ‘quedarse en off side’. Una expresión antigua, casi en desuso, pero sí, ahora estaba fuera de juego. Se anula no solo la jugada, puede que el partido incluso. Hay lapsos en los que una mujer (no todas) sienten como van cumpliendo años a contrarreloj, mientras que para los hombres el hecho de tener un hijo no es una cuestión de tiempo.
Si deciden ir a por otro, no será el mismo, siempre será el segundo intento. De acuerdo con estos hechos, si Laura iba a ser ella, Nicolás sería el de después. Y a pesar de ser hermanos nunca se conocerán en esas realidades paralelas que en este caso representan la vida y la muerte.
Al fin y al cabo un feto es un feto. La mezcla siempre idónea de los dos ADN.
Acodada, aún reflexiona, entretanto los peces se han vuelto a confiar y están muy cerca de los pies de Elisa. Ahora  mordisquean los restos de piel muerta, inservible, desechada de sus dedos y talones.
‘Sentimos demasiado’, se dice. Aunque un pez se coma a otro y alguien ose comerse a otra persona, nosotros siempre tendremos las de perder. Por conciencia, alma y razón. Lo que nos distingue también condena.
Con lo risueña que era ella tiempo ha. Con lo fuerte que se sentía aunque caminara llena de helor. Ahora ese frío se materializaba en sus entrañas. Las horas y los minutos se le escapan como la menstruación más abundante. Se le va eso que también repiquetea el minutero, su estancia en el mundo. Se juega dejar un legado, un rastro y una parte de los dos amantes, en un ser diminuto que acabaría siendo abogado, mecánico o electricista, qué más da. Lo vital, sí, vital, era poder ver sus genes transmitidos y mezclados en otra generación, quizá con más futuro y sueños por materializar.
Los hijos son la semilla que dejas para que una parte de tu pasado consiga algo importante cuando tú ya no puedas ni contemplarlo y mucho menos abarcarlo, vivir sus alegrías, compartir y ayudarle en las penas, ver que ese pequeño otro puede llegar a ser alguien muy distinto a ti, que sus fracasos no harán mella en el esperanzador futuro. Por desgracia, ese pequeño ser puede serlo todo y por eso Elisa sigue con la vista perdida entre la arenisca de esas aguas claras, como antes, como cuando se ve la meta y se ha esperado demasiado para conquistarla.
El sol ilumina su cara. Nota como calienta el rostro igual que otras tantas veces. Es hora de volver a casa.