jueves, 1 de agosto de 2013

Abrir el 4 de agosto

Puede que Paco, como le conocen algunos o Florín como le conocemos unos pocos, empezara una guerra de letras que nos sacude de cumpleaños en cumpleaños... tal vez con este escrito ya enterremos el hacha del buen hacer, el regalo bonito que nos otorgamos de esta manera tan literaria. O no. Quién sabe. A las pruebas me remito. Lean pues, lean.
Al principio me costó abrirme, como con todas las demás personas de la asociación, ante un tío noble que hablaba por los codos y que gracias a dios todavía hoy lo sigue haciendo, porque ante los silencios prolongados él siempre guarda un as bajo la manga en forma de pregunta inteligente o algún tema que le quedó en el tintero y que su incertidumbre le ha mantenido un tanto en vilo.
Ducho en su trabajo, con toda la buena pinta de ser un gran padre y un líder sabio bajo su techo y sobre esa sonrisa de pillín amoldada en una postura de madrileño sencillo que, créanme, nunca pierde y eso que no es de la meseta ni por asomo. Pero Florín siempre responde. Tan pronto te lo encuentras en tus éxitos como en los peores momentos. Y eso, si se me permite, es de destacar, porque más o menos todos sabemos ir de cañas, pero estar ahí cuando pocas personas están es complicado. Mi amigo es todo un señor no me cabe la menor duda. Posee también un gran nivel de empatía; lo que es ponerse en el lugar del otro y sabe conseguir lo que quiere siempre con un grado de asertividad sobresaliente. 
Su clave, no obstante, reside en dos factores primordiales. La primera de ellas es tener una buena familia y unos buenos amigos que te representen porque uno es como a uno lo ven y este tío anda que no tiene que tener buena gente detrás, jaja. Y la segunda es que es un hombre que ha estado muy en contacto con la tierra, con el campo, con la vida en general; muy parejo a la felicidad que describe Bertrand Russell.
Hace ya algún tiempo escalaba montañas... alcanzaba metas complicadas con sus propias manos. Luego lo alternaba con la pesca, que para colmo, creo que todavía se va con su padre y tiran la caña los dos juntos, codo a codo; sigue logrando metas en la actualidad. Ahí es nada. Futuro y presente unidos por un entretenimiento. El padre que jugaba con el hijo ahora, quizá, se podría decir que es un juego compartido.
Y para colmo es un soñador. Es de ese tipo de personas que imaginan un cielo de nácar cuando amenaza el chubasco. Que no se rinden si lo esperable no sale como es debido. Siempre hay una solución, un camino más fácil o llevadero. Y si no es así... a esperar, que los buenos siempre aciertan. Con todas y con estas me atrevo a decir que es un auténtico placer compartir su amistad. Al camarada que siempre me lee y escucha. Con mucho afecto.