sábado, 24 de diciembre de 2016

Aún se está a tiempo

Caminaba entre el dolor ‘ajeno’de los boxes de urgencias. Un desconocido con una herida profunda en la frente, otro con la minga en la mano sin expectativas de orinar en el baño, una mujer mayor con la cabeza ida produciendo unos lamentos que, a mi entender, ya venían más de allí que de aquí... y la zorra de su hija maltratándola en público. Algo ha cambiado en esos pasillos durante los últimos años. Pero aún se está a tiempo de sostener la mano de un padre en medio de todo ese fragor y tragarse el ansia por imaginar que uno se lo echa a la espalda, antes de que llegue el verdadero enemigo con su dalle. Todavía es pronto para tomar el último trago de lo que demande el coleto en ese momento trascendental. Nunca es tarde para volver a caer y levantarse o recompensar con una mirada las buenas amistades, contemplarse a sí misma frente a la propia imagen y sentirse atractiva, comerse fugazmente la comida del plato como quien pretende devorar el mundo, erradicando todos los males con el buche lleno. Aún se está a tiempo de marcarse un pericón, rock and roll o ponerle música a vuestras escenas de vida. Ahora que vienen mal dadas o buenas (qué más da, si en los dos casos hay que relativizar y en la mayoría de ocasiones las circunstancias escapan de nuestro dominio) es el momento presente; el único instante fugaz para los sentidos es el que más huella debería dejar y ni por esas. Porque siempre se preocupan de lo perdido, pasado, y lo inalcanzable, futuro. Se vive en el pasillo de un tren que en la juventud parece interminable y cuando se llega al último vagón solo se anhela el primero, sin disfrutar siquiera de ese momento final y crucial. Pero aún se está a tiempo de cerrar temas, de sentarse a charlar, de mirarse a los ojos, de seguir creando, de ayudar al prójimo y que su felicidad sea la vuestra, pero solo de quien ustedes consideren oportuno. Porque ya decía que el trayecto acaba y su conclusión sorprende, siempre llega pronto y ese dolor suele hacerse bruno en nuestro costado. Asi que ya saben. Declárense de una vez. Minimicen las actuaciones de sus jefes sabiéndose que sin los rangos inferiores no habría mandos superiores. Arreglen sus deudas. Vayan siempre con la mejor de las tarjetas, una sonrisa. Y el mundo, tras estas fiestas les parecerá igual, pero, al menos, habrán cambiado la tendencia, el sino, la levedad de los seres humanos en su carrera por la vida.