domingo, 27 de diciembre de 2009

Presentación

Bueno, he decidido añadir una sección nueva a modo de diario super íntimo y personal. No diré nombres, ni nada que comprometa a nadie. Con ello quiero compartir sensaciones y experiencias con gente de, por ejemplo, El Cairo (venga ya, pero si no me lee ni Peter) sobre lo que considere oportuno (que pa´eso soy el dueño de este cajón desastre).
Serán circunstancias curiosas que me han sucedido, rayadas filosóficas... no sé, depende. Poco más desde el pupitre. Salu2.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Pitufilandia


Año: 2009.
Páis: USA.
Duración: 150 minutos.
Director: James Cameron.
Titulo: Avatar.
Reparto: Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Michelle Rodríguez.
Música: James Horner.

Doce años es mucho tiempo. Ese es el lapso que ha tenido James Cameron para construir un largometraje más banal de lo que parece. No se pone en duda el diseño gráfico y la imaginación de los decorados; pero el problema radica en que Avatar está pensada para ser un simple negocio. Este lastre se ve en que da la sensación de estar en el argumento de un videojuego en vez de en la mejor película del año.
Habría que ser invidente para no ver que el protagonista principal (Sam Worthington) se ha convertido en la estrella de los próximos... ¿15 años? A falta de estrenar Furia de titanes. También es de agradecer el aroma a Ripley que se respira a lo largo del metraje gracias a la presencia de la actriz y otras reminiscencias visuales y estéticas. Al menos, deja buen sabor el giro argumental por el que acaba diciendo el protagonista: -Los alienígenas se marcharon. Haciendo mención a los humanos y el detalle de la delgadez en las piernas inservibles de Jake.
De nuevo, nos encontramos con un mensaje belicista que recuerda a los conflictos en Irak, Afganistán y, sobre todo, Vietnam. También el “guión” guarda códigos actuales como la protección de la naturaleza y del planeta. Pese a todo ¿Por qué en estas películas siempre hay un mesias o un elegido espiritual? Sería original que alguien mediocre salvara el mundo y que se enamorara de la chica guapa y que ésta, a su vez, le rechazara.
Se hecha de menos al compositor Danny Elfman (íntimo de Tim Burton) para recrear musicalmente a los personajes alienígenas con esa sutileza y genialidad que tiene. Por el contrario, James Horner se ha dedicado a realizar la típica banda sonora de acompañamiento a una superproducción; en Titanic resultó eficaz, pero en Avatar suena todo demasiado manido.


Los efectos sonoros cumplen, gratamente, excepto en el graznido de los caballos que es calcado a los velociraptores de Jurassic Park.
Si hay algo que se le puede echar en cara a James Cameron (que para eso es el rey del mundo) es que, en esta ocasión, el hilo narrativo va perdiendo fuerza según avanza la película, todo lo contrario que en Titanic. Hago la comparación porque desde un comienzo se sabe como concluyen los dos ejemplos.
Por último, destacar que hubiera venido bien algún monstruo marino en Pandora, para enfatizar la hostilidad del planeta desconocido; ya que hay bestias aéreas y terrestres. Ahí vendría bien todo lo visto por el famoso director en los estudios y filmaciones que ha hecho del fondo marino terrestre en estos largos años.
En resumidas cuentas; puede que sea la mejor película del año, pero no es tan buena como debería.
Distrito 9 - Las crónicas de Riddick - Pocahontas = AVATAR

jueves, 24 de diciembre de 2009

Nuestra televisión

Señores, tenemos la televisión que merecemos. Esta es la conclusión de los hechos que, a continuación, se narran. Hace poco, Telecinco ha adquirido Cuatro y el 22% de la plataforma Digital+ con lo que Prisa ve como se deshace del 43% de dicha plataforma (adquirida por Tele5 y Telefónica).
Estamos hablando de la televisión que, en suma medida, está controlada por Berlusconi. Lo mismo vuelven las Mamachicho o Entre platos anda el juego. De ser así, no pasaría nada, porque la oferta televisiva de Telecinco se sustenta, casi exclusivamente, de Sálvame, Gran Hermano y ya se frotan las manos con el duelo Alonso vs Schumacher de la próxima temporada; un popurrí muy sui generis.
Paralelamente, TVE1 ha dado carpetazo a las series norteamericanas. Habrá que ver cómo su director, Javier Pons, actúa con la nueva ley de financiación que les hará eliminar la publicidad a partir del 1 de enero de 2010. Dicho esto, no se sabe qué pasará después de las uvas y el característico primer anuncio del año. La televisión privada debería seguir los mismos pasos, ya que resulta grotesco el aumento publicitario que han experimentado la mayoría de los canales (tengo en la mirilla a FOX y a AXN) y dejar la publicidad, tal vez, para otros canales públicos de la TDT.
Francamente, si quitásemos el malsano corazón y la desbordante oferta de series americanas, no sabría cómo rellenar esa utópica parrilla televisiva. TVE 1 quiere apostar por la cultura, pero se da de bruces al haber retirado hace años Cartelera y seguir manteniendo Gente. También suena ficticio que sigan empeñados en tener la mejor media de share cuando parece ser una lucha entre Antena 3 y Telecinco desde hace años. Aunque según la página
(http://www.rtve.es/?go=111b735a516af85c54ba5009b84fd04cbd9cd6ea14231d5e5a5cf6c735b16556a6ee8f79c536677c19d14af4502cc8fee08a6271b0872d27)
RTVE obtuvo en septiembre un 4.7 de ventaja sobre Telecinco, gracias a los telediarios, la ficción nacional y Clan TVE (de una oferta paupérrima con todo los archivos que podían haber programado).
Veremos que depara el nuevo año; aunque no creo que cambien mucho el panorama audiovisual. TVE1 obtendrá altos niveles de audiencia y es curioso que ahora sea la plataforma digital privada la que emita publicidad.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Angustia

Abrí lentamente los ojos como si hubiera bebido todo el alcohol de una licorería.
El sol inundaba cálidamente las paredes de la habitación. Hice un esfuerzo hercúleo por recordar dónde había estado o lo que había hecho la noche anterior, pero nada... todo estaba tan confuso. Me incorporé de la cama y al levantarme me dió la sensación como si del lecho al suelo hubiera un abismo. Me sobrevino un fuerte mareo y luego el vómito.
Todo fue bilis. Lo que significaba que no había ingerido nada... entonces ¿Qué me ocurría? ¿Tendría una especie de virus?
Cuando ya me pude poner en pie, decidí ir a la nevera y pegar un buen trago de leche al coleto. La puerta de casa estaba con el cerrojo puesto (pude haberlo echado cuando llegué) pero no recordaba nada del día anterior, ni del anterior al anterior, ni del anterior al último.

¿Cuánto tiempo llevaba entonces sin salir de casa? ¿Dónde estaba mi esposa? Y mis amigos... ¿no me han echado en falta en estos días?
En el contestador no había nada grabado. Ningún mensaje de nadie preguntando, ni ninguna llamada perdida.
Mi teléfono estaba apagado. Fui a meter el PIN y... no recordaba cuál era ¡Qué pasa aquí!
Me senté para intentar poner algo de orden a las ideas. Para ello, encendí el televisor y bajé el volumen al máximo. Nada mejor como una imagen muda para relajarse.
Recordaba todos los nombres de mis amigos, sus cualidades, sus defectos, sus números de teléfono, el color de sus vehículos... con mi esposa tanto de lo mismo.
Sabía dónde trabajaba, cuál era su fragancia favorita, el lunar en la nalga, pero en cuanto a mi... tenía recuerdos del último cumpleaños, del nombre y función de la empresa para la que trabajaba, sabía que en elecciones no solía votar y cuál era el mejor jugador de la liga española de balonmano; pero fuera de ahí sólo había lagunas.
Me quedé mirando el mando sobre la mano izquierda. Un momento, ¿Sobre mi mano izquierda?
No estaba del todo seguro, pero hubiera jurado que era diestro.
Cogí un papel y un lápiz y puse mi nombre sin problemas con esa mano y con bastante dificultad con la derecha. Hubiera jurado que era diestro. También probé con los cubiertos y todo parecía normal cuando sostenía el tenedor con la mano izquierda ¿Qué ocurría? ¿Y si los hemisferios del cerebro se habían invertido al igual que las manos y por eso no lograba recordar con claridad?
Decidí bajar a la calle para intentar disminuir la presión asfixiante que sentía en el pecho. Parecía que tuviese una prensa hidráulica aprisionando el corazón.
Hacía frío. Poco a poco, suavemente, el cielo comenzó a derramar copos de nieve.
Apreté más el abrigo contra mi destemplado cuerpo. Eran las cinco de la tarde y no había nadie por las aceras. Los coches no se movían. El semáforo cambiaba sus colores inútilmente. Por un momento, pensé que estaba dentro de los adornos esféricos de Navidad y que alguien se divertía agitándome externo a todo.
La opresión del pecho seguía afligiéndome. Entré de nuevo en casa. Me senté en el comedor. Sobre aquella hora solía llegar la vecina de recoger de la guardería a su hija. Nerea, creo que se llamaba Nerea. Tenía la insana costumbre de correr de un lado para otro armando gran escándalo. Ahora echaba de menos eso.
De repente se oyó una llave. Alguien iba a entrar en mi casa. -¡Quién va! Exclamé decidido.
Era mi mujer. Traía las bolsas de la compra.
-¿Estás bien? -Dijo-.
-No hay nadie en la calle y me ocurre algo.
-¿Has tomado tus pastillas?
Tampoco recordaba que tomara pastillas. Isabel, mi mujer, las sacó de un cajón del salón y las ofreció. La observé y me las tomé sumisamente. Luego le conté todo.
Cuando concluimos de colocar toda la compra llevó a cabo su costumbre de quitarse los zapatos en el pasillo para llevarlos, más tarde, a la habitación. Ella no parecía haberle dado la mayor importancia, pero vi cómo se quitaba el zapato derecho del pie izquierdo y viceversa. Había salido con los zapatos cambiados a la calle.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Destino

Fue en uno de esos días soleados pero frescos del invierno de 2006 cuando la vi. Yo acudí al bar que había cerca de la empresa de entretenimiento Miramón Mendi, de Jose Luis Moreno en Moraleja de Enmedio. Era la época donde se rodaba en la localidad algunos episodios de Aquí no hay quien viva y A tortas con la vida.
¿Que qué hacía yo allí? Tragarme la idea de reportero o periodista de calle que me dejaba inyectar en la Universidad. Estaba elaborando un trabajo de investigación que luego no se materializó. Recuerdo que me entretuve ojeando el diario deportivo hasta que llegaran las once de la mañana; hora en la que había quedado con un contacto que me enseñaría los platós de rodaje de las series y los estudios en general.
Alcé la mirada y ahí estaba ella. Emma Penella (Manuela Ruiz Penella), actriz de cine, televisión y teatro y que participó en el largometraje El verdugo de Luis García Berlanga, estaba sentada, a apenas cuatro metros de mí, tomándose una cerveza y leyendo La razón.
Intenté disimular. No reparé en la observación minuciosa que le estaba dedicando. Decidí seguir ojeando los deportes, pero la curiosidad escocía. Cuando volví a apartar la vista del aburrido periódico me di cuenta de que me miraba. En La república de Platón cuando a un griego se da cuenta de que lo está mirando fijamente un lobo se llama “enlobación” y eso fue, precisamente, lo que sentí. En aquel bar sólo estaba el camarero, ella y yo, por lo que no había más. Era la presa.
Sus ojos negros como el petróleo miraban fijamente. Parecían decir: -¡Qué estás mirando! O simplemente: -¡Retrocede!
En Wikipedia pone que era una actriz de carácter, pero tenían que haberle sostenido esa mirada para afirmarlo.
Puede que pensara que era alguien de la prensa rosa y es aquí por lo que estoy contando esto.
Resulta que ayer estaba yo por casa y oí de fondo en esos programas del corazón (no confundir con periodismo) que el padre de esta actriz, Ramón Ruiz Alonso, era responsable directo del asesinato de Federico García Lorca. Estos datos no sé hasta que punto son verídicos o no, pero yo opino como decía Javier Marías hace dos semanas en El semanal de El País: "Los muertos hay que dejarlos donde están”. Esto también habría que aplicarlo a Chile con los militares que nos dejaron sin Victor Jara; ya que a ciencia cierta, considero que es imposible averiguar algo así; con las pilas de cadáveres que asolan en los regímenes.
Y recuerdo, para concluir, aquel bar. Puede que de carambola me viera invitado como mero observador a este tejemaneje nacional sin saberlo; pero escojo el momento cinéfilo; ya que Emma Penella me dedicó una mirada atípica de una ceremonia y fuera ,casi, de cualquier guión. Mentiría si afirmo que la sostuve más de tres segundos. Tras pagar el refresco, me seguía observando. Ese momento, esa acción hostil y furtiva fue sólo mía.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Amor infantil


Año: 2008.
Duración: 114 minutos.
País: Suecia.
Director: Tomas Alfredson.
Guión: John Ajvide Lindqvist.
Música: Johan Söderqvist.
Fotografía: Hoyte Van Hoytema.
Título: Déjame entrar.
Intérpretes: Käre Hedebrant, Lina Leandersson, Per Ragnar...

A Déjame entrar le falta poco para ser una obra maestra. Se coló por la puerta trasera de nuestros cines, sin hacer ruido, y se logró el respeto ganando premios europeos minoritarios (los que, presuntamente, no están amañados).
Además, llegó justo en el momento donde la saga Crepúsculo de Sthepenie Meyer acampaba a su anchas con poco que ofrecer y mucho que recaudar.
El largometraje narra la historia de Oskar, un chico tímido que vive atemorizado por las vejaciones de sus compañeros de clase (por cierto, tema actual en la sociedad española). El protagonista vive solo con su madre, mientras que en el piso contiguo vive una curiosa chica que huele de forma extraña y que se hace su amiga.
Esta relación, a pesar de resultar típica de las películas de vampiros, aquí se le da un nuevo giro argumental al conceder el protagonismo a dos simples muchachos. El punto fuerte se sitúa en que en este remake la chica parece más femenina; lo que oscurece el doble significado de la frase: -¿Me querrías aunque no fuera chica?
El guión es óptimo y abriga la interpretación de los muchachos otorgando un tono adulto a su amor. Este hecho se ha materializado para infundir ternura y lo logra sin colmillos, brillos diurnos, ni frases manidas... chapó.
El ritmo en Déjame entrar es lento; rasgo característico de las películas independientes y del norte de Europa; donde lo que importa es cómo se transmite un argumento; dejando de lado a la taquilla.
La fotografía es sublime y enfatiza el tono lírico de toda la historia.
En su contra tiene el fin del metraje cuando el director parece estar arrepentido de lo que está filmando y decide regalar al espectador unas escenas que recuerdan al cine del que, al principio, parecía alejarse; el americano. Aunque, curiosamente, tampoco sobran.
Gran cinta... grandes actores... buen cine.

Cómo ningunear el arte

Hasta dónde va a llegar la excentricidad. Robert Mapplethorpe, ese andrógino a medio camino entre David Bowie y Mick Jagger, intenta comunicarnos que lo más depravado del sexo, también es arte. Está confundido. Si colocaran a Nacho Vidal en una tarima en el Reina Sofía y nos dijeran que es una recreación del David de Miguel Ángel, nos estarían engañando. Tan sólo lo observarían, una vez descubierto el timo y sin perder detalle, las cuarentonas y cincuentonas enjoyadas con abrigos de piel. Las mismas que deben elogiar a este artista estadounidense. Sus fotografías parecen estar sacadas de los suburbios sexuales más oscuros de Nueva York. Habría cierta comparación con otra forma que si es arte, el body painting; la pintura plástica aplicada sobre la piel que ya se desarrollaba en la prehistoria.
Este método utilizado por artistas como Victor Akishkin y Joachim Gúnther, al menos, tapa lo que enseña Mapplethorpe con colores vivos e imaginativos; aunque la semejanza entre ambos estilos es como comparar a dos erotómanos con un maniaco sexual. Fijaos, incluiría incluso dentro de lo considerado artístico a ese autor de la década de los sesenta que embadurnaba a mujeres asiáticas con pintura negra y las arrastraba sobre un gran lienzo colocado en el suelo. Este hecho me induce a pensar que Marcel Duchamp y Andy Warhol se equivocaban. Por mucho que introduzcas un utensilio en un contexto artístico como un museo, eso no denota que sea arte.
Regresando a Robert. Sus desnudos sobrecogen al espectador porque lo muestran todo, no dan lugar a la interpretación, es un exhibicionista. Formalmente, no hay ni perspectiva, ni composición ni otras reglas básicas que otras obras si tendrían. Al menos, es de agradecerle, que las instantáneas sean en escala de grises y no a color, porque si ya impactan a simple vista, a color te asestarían la segunda cuchillada. Él prefiere trabajar los colores primarios en sus obras de flores. Siempre ha fotografiado a actores pornográficos, músicos, directores y amigos, que le servían de inspiración.
La fotografía Lysa Lyon no es tan violenta como otras imágenes del propio autor. Parece que ella misma forma un cuadro en la pared vacía. Tal vez sea eso lo que nos quiera decir Robert en la obra, aunque lo que desconsuela es lo que nos quiera decir en todas las demás. Estas exposiciones se aceptarían en una ciudad como Madrid o Barcelona que tiene hasta un festival erótico, pero en pueblos de la península como Boiro en Galicia o Lopera y Porcuna en Jaén (no se ofendan los residentes) no tendrían tanta aceptación. El público saldría enojado de allí sin duda; es más, me cabe que hasta ofendido.
Si un artista es tan oscuro por un lado (sexo) y tan impío por el otro (flores silvestres) podríamos pensar que algo no va bien en su testa. No encaja tanta disparidad en su temática por mucho que afirme: “los bodegones y los desnudos son lo mismo”. Si las imágenes no mostraran tanto y dejaran al espectador que participe en la obra, tal vez podría considerarse arte. De todas las instantáneas suyas que he ojeado la que mejor encajaría en un museo es la de la mujer desnuda saliendo del mar o la propia Lisa Lyon. El resto sería carne de videoclub. También hay algo positivo en este fotógrafo, ya que en 1987 creó la RMF (la Fundación Robert Mapplethorpe) una entidad cuyos principios se basan en la fomentación fotográfica y la lucha contra el SIDA. Por lo menos, ya es más de lo que hace Nacho Vidal.

Una mirada desalmada


Andrés Serrano nos muestra una serie fotográfica de un hapenning, es decir un suceso, ocurrencia o evento. En la instantánea aparece el autor amortajado. Para situarnos, habría que matizar que este ¿artista? estadounidense pertenece a esa última ola de creadores outsiders o, simplemente, anarquistas del arte, provocadores natos a la altura de Robert Mapplethorpe o Lucy R. Lippard. Una de sus obras más conocidas es Piss Christ tan genial como polémica. Digo genial, porque a pesar de utilizar un fluido corporal como la orina, rasgo característico de Serrano, consigue dotar a la composición de un profundo significado con cuatro elementos: el cobre como lienzo, la cruz de plástico, la figura de dios y la micción dorada.
El caso de este protagonista nacido en Nueva York es como cuando degustamos una hamburguesa del Burguer King o del MacDonald´s; mientras salivas al masticarla alguien te dice que es carne de rata o de perro; tu te detienes y luego afirmas: “ah, pues está buenísima”. Algo así puede pasaros cuando os diga que las portadas de los discos de Metallica, Load y Reload están hechas por este autor tomando como pintura sangre menstrual. Pero esas carátulas seguirán siendo bonitas.
Siempre me parecieron llamativas; ahora las miro con mayor pulcritud. Centrándonos en la serie Iglesia y Morgue habría que indicar que es la más contundente de todas; más sincera que Budapest y la historia del sexo, más lograda que Fluidos Corporales, más radical que Interpretación de los sueños y América, aunque Iglesia y Morgue, también, es la menos humana y ética de todas. En ésta, la del artista amortajado es la que tiene una mayor significación y la que esconde el alma artística del creador americano.
El pañal recogería todos los fluidos corporales que vertimos al morir, escapándose por los esfínteres. Así nos abandonaría el arte según Serrano, pero él ha hecho de ese detalle una obra. La fotografía es a color, lo cual demuestra que el autor no quiere andarse con rodeos; tampoco pretende adornar la composición con la escala de grises característica de Robert Mapplethorpe. Francamente, ha acertado de pleno ya que la muerte no entiende de colores, es infalible; llega a los retratos de nuestros bisabuelos y algún día llegará a los nuestros. La cámara está colocada sobre el supuesto cadáver, quizás para recrear el agobio de alguien vivo enterrado en un ataúd. Cuando te percatas de esa perspectiva es demasiado tarde, ya estás dentro. Con ello consigue posicionar al espectador sobre los cadáveres, o que nosotros seamos los que estamos sobre la mesa de autopsias.
Pero sus manos que no nos engatusen; no están agarrotadas e inertes como en otras instantáneas reales, sólo inmóviles. Por lo tanto es una pose forzada. Las demás obras tienen una granulación por encima de lo normal, lo que puede indicar que quiera mostrar, con todo detalle y resolución, la muerte.
Leyendo un documento de Lucy R. Lippard (http://www.bbaa.upv.es/escultura/asignatura/proy2/pro_publico/apuntes/lippard1%20(1).rtf) se puede ver el principal error de todos estos personajes. Van a buscar la inspiración en tanatorios, clubs de alterne, discotecas, etc... En vez de que la inspiración vaya a ellos. Ésta, quizás, sea la segunda pega que tienen, la de forzar el arte. A parte habría que investigar cómo consigue Serrano que las familias de los fallecidos dejen que el autor les retrate.
Probablemente, se cuele por algún recoveco; los mismos por los que se vierten nuestros fluidos al fenecer y que el creador intenta retener con un pañal. No se debe ir contra este repertorio de autores ya que, según Lippard: “lo peor del arte es que siempre acaba en los museos”. Por eso se entiende que partan de una base paralela a la formalidad. Ahora, bien es cierto que Andrés Serrano ha abierto una brecha en el mundo artístico por encima, incluso, de otros camaradas: qué es moral e inmoral. Por último, hacer mención a la fotografía, dentro de la serie Iglesia y Morgues, en la que aparece un cadáver de una joven morena. Al ver sus ojos, sentí que se me disolvía el estómago. Unas pupilas negras y vacías de vida. Por mucho que no me agrade, me temo, que esto también es arte.

Bofetada pictórica

Que se vayan preparando los americanos que anden cerca del Museo de la Universidad Americana de Washington. Fernando Botero, ese artista que se asemeja a Jack Nicholson, acaba de pasar a la historia militar estadounidense. Ha sido el único hombre capaz de lanzar un tomahawk artístico. Nada menos que 79 piezas en óleo, carbón, acuarela y sanguina, que representan el maltrato sufrido por los presos en la cárcel de Abu Ghraib. Ha tenido numerosas trabas para poder implantar su exposición, pero ya está ahí. Botero nació en Medellín, Colombia, en 1932. Su primera exposición fue en la Galería de Leo Matiz. Su pincel está influenciado por los maestros italianos y la paleta bebe directamente del Renacimiento. Es pintor, escultor y los especialistas en arte le llaman maestro. Entre sus esculturas destacan La Dama, La Mano y La pareja entre otros. De sus pinturas resaltaría Matanza, Celestina o La Playa. Su trabajo es reconocible por la característica de deformar el volumen y comprimir el espacio que rodea a sus dibujos. Así, consigue enfatizar el grosor de sus personajes obesos.
Esta última obra expuesta en Washington puede recordar al Tríptico de Francis Bacon que realizó en 1973; curiosamente por la muerte de un ser querido antes de una exposición. Si al colombiano le sucediera lo mismo, dudo que, también, perdiera el control sobre la pintura. Ambas obras reflejan el dolor a través del color. Bacon manchaba el lienzo de forma instintiva, mientras que Botero lo hace siguiendo unas pautas donde la pintura se contiene dentro de las formas vastas de los cuerpos.
La cantidad de republicanos que tendrían que agachar la cerviz ante el cartel publicitario de esta exhibición. No creo que ni al presidente se le ocurra asomar por allí. Es más probable que gente como Al Gore o el actor Tim Robbins acudan al acto. No hace falta ser un experto en arte para leer entre líneas: Botero os muestra Guantánamo.
Volviendo a los cuadros. Tienen cierta perspectiva o profundidad por el recurso señalado anteriormente, comprimir los fondos. Pero esta vez hay una variante; los protagonistas no son los colores ocres, como en su Monalisa, ahora el rojo inunda la acción. La sangre mancha los cuerpos y de ese color es la ropa femenina que los perros de la guerra han usado para humillarles aun más. Las representaciones emiten cierta luz por la calidez de los cuerpos. La proporción está lograda; por eso sabemos que estamos frente a un cuadro de Botero y no de Bacon; donde los trazos eran vertiginosos para desvirtuar las figuras del alemán (considerado inglés) y los personajes muestran una calma inusual para la acción; una vulnerabilidad que sobrecoge. En cambio, en Triptico de 1973 hay violencia tanto en la acción como en los personajes; aquí los protagonistas parecen ser caritativos, llenos de bondad. La composición está en dos planos: el fondo que muestra las rejas de la prisión y la escena de los personajes principales. El mal también es el protagonista, solo que ya no es un murciélago o sombra maléfica como en la obra de Bacon; ahora tiene forma de can y de militar agresor.
En la presentación de la exposición, el artista colombiano dio su opinión sobre el problema que tiene Colombia con las FARC. Se declaró a favor de que las negociaciones de intercambio entre rehenes y detenidos sigan por buen cauce. A veces la política y el arte van de la mano; aunque George Bush no quiera saber nada del tema. Él no es Batman, pero Botero si es Joker.

Sonidos del silencio

Hay ejemplos de canciones que marcan una época o un periodo histórico. Ésta es un ejemplo de ello.
El propio título de la canción Sonidos del silencio, que luego fue un album, ya denota cierto toque paradójico, puesto que si algo suena no es silencio. El dúo Simon & Garfunkel nunca se llegó a imaginar lo que conseguirían al componer dicho tema musical allá por 1964. Gracias a este sencillo y al de Mr. Robinson fueron los pioneros en demostrar que la banda sonora de un largometraje podía llegar a convertirse en un gran éxito de venta. Estoy hablando de la película El graduado. Hasta ese momento las bandas sonoras no tenían gran comercialización.
Décadas más tarde fueron los videojuegos los que completaron la oferta hollywoodiense.
Simon compuso una letra musical poética con una estructura ósea semejante a cualquier tema de Bob Dylan; plagada de metáforas, saudade y conceptos pesimistas sobre la sociedad en la que se vivía. Estados Unidos estaba inmerso en la guerra fría y la población estaba conmocionada ante la posibilidad de una tercera guerra mundial. La carrera espacial, menudo despropósito; ya hacía unos años que había pasado a un segundo plano. Adiós a Laika, el Sputnick, el U2 y a Yuri Gagarin.
Ya en noviembre de 1963 se produjo un disparo, un ruido y luego el silencio. Una bala acababa con la vida del presidente más carismático. Pero Simon y Art o Tom y Jerry seguían ahí, erizando la piel con macroconciertos donde el movimiento hippie encontró su santuario y su marihuana.
Más tarde el ego y orgullo les hizo volverse a separar. Simon, el bajito con aspecto de funcionario se dedicó a interpretar personajes terciarios en el cine y a componer en solitario temas mediocres como la canción que cantó en el videoclip de You can call me al junto al actor y humorista Cheve Chase. Por el contrario, Garfunkel, el despeinado rebelde, se dedicó también a componer mientras su adicción a las drogas se hacía más latente y pública. No hace mucho fue arrestado por conducir bajo los efectos de ellas. Iba tan puesto que ni escuchó la alarma de la patrulla. Eran sus sonidos del silencio.

Mi ídolo

Fue jueves o lunes, qué más da. Salí de la academia cabizbajo, mirando esas manchas de goma negras adheridas a las aceras; esos chicles que ya nadie podrá arrancar. Ya era de noche pero había algo en el aire, una sustancia fresca, el aroma de la primavera.
Estaba embelesado en mis pensamientos cuando me fijé en un hombre que pasaba por mi lado. Al subconsciente le costó reconocerlo. No podía ser él. Con su cazadora de cuero a modo de segunda piel (bastante parecida a la mia) y un cigarrillo en la mano, Carlos Boyero, crítico de cine en la sección de El País y presentador de Boyero y Cia, caminaba por Madrid con paso tranquilo, como si supiera que todavía quedaran grandes películas por hacer, sabiendo que pasa desapercibido o casi.
Mi cuerpo se movió impulsivamente hacía él para saludarle o decirle: -Eh Carlos, soy yo. Pero me contuve. Recuerdo la contestación que le dio en una entrevista digital a un admirador que le preguntó algo sobre el erotismo o la pornografía: -por qué no te haces una paja y me dejas en paz. Y se quedó tan ancho. Sé que es la típica persona a la que le molestan e irritan esas situaciones, así que me reprimí como pude mientras observaba su paso entre la gente hasta que se perdió de vista. Es una sensación curiosa.
Para ti es como un colega y sin embargo tu para él eres una mancha más sobre la acera.

Malas consecuencias


Director: Darren Aronofsky.
Título: Requiem por un sueño.
Intérpretes: Jared Leto, Marlon Wayans, Jennifer Connelly.
Año de producción: 2000.
País: Estados Unidos.

Este año, Darren Aronofsky se ha logrado un mayor reconocimiento mundial con su largometraje El Luchador, pero el autor de Pi dirigió la excelente Requiem por un sueño allá por el año 2000.
El argumento muestra la vida de cuatro personajes: el principal es el del cocainómano Jared Leto, su amigo negro Marlon Wayans (el fumao de Scary Movie) que también le da a la droga esta vez, Jennifer Connelly haciendo de novia del protagonista y Ellen Burstyn, magistral en la interpretación, como la madre de Jared Leto.
Cada personaje introduce un tema que se va entremezclando con los demás. Las drogas de los protagonistas influyen en la madre, que necesita perder peso para asistir al típico programa de televisión americana, puede que creado por su locura, porque el vestido rojo que tanto aprecia ya no le sienta bien en la vejez, el amor de la chica que le acaba llevando a un sórdido desenlace, el amigo del protagonista que se siente culpable porque sabe que no está cumpliendo lo que le prometió a su madre cuando era niño...
Con un guión impecable, un montaje excelente y una canción principal efectiva, esta obra maestra que huele a talento puro, nos muestra las obsesiones que tiene el ser humano, la soledad, los sueños rotos y los amores perdidos. Atención a ese final en el paseo marítimo in media res. En definitva, una película dramática y angustiosa a la altura de Cabeza borradora de David Lynch.

El apartheid


Director: Neill Blomkamp.
Título: Distrito 9.
Reparto: Sharlto Copley, Jason Cope, David James, Vanessa Haywood, Mandla Gaduka, Kenneth Nkosi, Eugene Khumbanyiwa, Louis Minnaar, William Allen Young.
Año: 2009.
Música: Clinton Shorter.
País: Estados Unidos/ Nueva Zelanda.

Probablemente nos encontremos frente al largometraje de acción más correcto del año. El resultado proviene de la suma Rec + Transformers + Starship Troopers; sólo que Distrito 9 tiene un gran trasfondo en el guión que la hace más atractiva y entretenida que sus predecesoras.
A modo de comparación hace que captemos a los extraterrestres como inmigrantes desnutridos. También recuerda al apartheid ya que la ciudad en la que se centra la película es Johanessburgo y el nombre de la filmación hace referencia a un gueto.
El personaje principal (con rasgos parecidos a los de Pablo Motos) hace una labor notable; pasando de ser un funcionario cobarde a un héroe intergaláctico todo ello envuelto con tintes de drama.
Sin duda, lo mejor de la filmación es la idea de que la crueldad y la destrucción del ser humano se vuelve contra nosotros mismos y que, también, forma parte del interior de esos seres extraterrestres que no son tan distintos a los terrestres.
La aportación de Peter Jackson a la cinta ha sido vital. Primeramente, desembolsando el dinero para generar una estrategia publicitaría eficaz. Dicha herramienta de marketing consiste en colocar vallas publicitarias en las carreteras, en marquesinas, autobuses, paredes y en más transportes públicos. A parte, se suma la publicidad viral (el boca a oreja) para enfatizar el impacto.
El segundo matiz es el hecho de dar la libertad apropiada al director, Neill Blomkamp, para que mueva la cámara a su antojo.
Si nada se tuerce, este sudafricano nacido, curiosamente, en la misma ciudad en la que se encuadra el largometraje, se va a convertir en el sucesor de Zack Snyder a poco que haga. Su compinche norteamericano es otro maestro en hacer grandes películas consiguiendo recaudar más de 300 millones de dólares en la recaudación mundial, filmando con un presupuesto inferior a los 75. Todo un logro.
En cuanto a los aspectos técnicos destacar que el metraje tiene un par de buenas fotografías y que los efectos especiales son más discretos, sutiles y digestibles que otros estrenos veraniegos.
Por último, en los aspectos negativos cabe resaltar la falta de una banda sonora más elaborada, algunas aristas en el guión (como el hecho de entrar en un lugar de alta contaminación con ropa de calle) y el cierre con un final que recuerda, en cierto modo, a la relación amistosa entre los protagonistas de Enemigo mio de Wolfgang Petersen.
Sin más, es curioso comprobar como autores menores de gran talento como Jackson o Del Toro siguen creando buenas obras, mientras que Spielberg y Lucas ya han dado todo lo que les quedaba.

Modelos sociales e hipocresía

Os bombardea por todos los frentes;
habita en las teles, cines y escuelas.
Consume. Derrocha. Tened tres nenes;
hipoteca el mañana, ya sin muelas.

El Opus descansa en todos los campus
pus en la orla, salimos superguapos.
Quedan tres años según Nostradamus;
religión, predicción; lloverán sapos.

Aguirre con su sanidad privada
euros en tu salud, menos es nada;
¿por qué copiar tanto de los yanquis?

Florentino más que fichar derrocha;
el sueldo estatal también se escamocha.
Y en Sudáfrica perdimos destrangis.

Mujeres empós de la igualdad
rechazan varones; falta rigor;
más IVA, ¿Keynes no es la salvedad?
pagan a pachas pobre y opresor.

Consagró a Teresa, Luther y Kofi,
el Nobel se suda y te desmorona;
cuánto te vale en América un coffee;
Barak con busto antes de la corona.

¿legalizaréis la prostitución?
sanidad, respaldo y contribución.
Ningún político se va de putas.

Ausencia olímpica in extremis,
Gallardón vencido en Cesarini;
escrito en la nueva tasa basuras.

A Rosa Montero

Querida Rosa Montero:

Ayer leí tu contraportada de El País y me diste a entender lo que eres. Haces mención a los extremistas del islam comparándolos con la sociedad “civilizada” en la que vivimos; pero mujer, qué quieres que opine cuando sé que liga calzas. Vas de progre y encima tienes nómina (ojo, yo también, la del paro) y escribes unas ideas que sé, que en el fondo de tu alma suenan a hueco. Este rapapolvo se basa en que conozco la asociación “literaria” de mujeres que montaste en Fuenlabrada. Luchais, en principio, por la igualdad pero a la larga enfatizais la desigualdad despachando a un hombre que quiso formar parte de ese grupo o secta, porque visto lo visto. Para recrear con exactitud lo que allí se hace sólo hay que ver las palabras que he entrecomillado. “Civil” como tal no sois; ya que cumplís el programa político con mayor prioridad y rigor que el “literario”; pasando este último al destierro. Cuidado, en esto estoy contigo: todas las mujeres que allí van no son tan políticas y así me consta. Al igual que no todos los musulmanes lapidan a su mujer por quitarse el Chad (quiero pensar que no), pero considero que no eres la más apropiada para opinar de libertad, movimientos civiles y escritura cuando estás tan próxima al poder.
Hay que destacar que la asociación de mujeres creativas Rosa Montero lleva a cabo un buen tratamiento y desarrollo con sus miembros; lo único es que si pretenden cortar las dos orejas al miura deberían, tal vez, contar con la representatividad masculina para ser igualitarias al 100%. Este hecho a la larga las mermaria las ayudas sociales y económicas. Están en una tesitura muy delicada. Son mujeres funambulistas. En un mundo perfecto las demás asociaciones culturales deberían tener el emblema político de Rosa Montero y su asociación el anarquismo creativo que inunda a las otras por doquier.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Un cienciólogo contra mil zombis


Director: Francis Lawrence.
Título: Soy leyenda.
Intérpretes: Will Smith, Alice Braga, Salli Richardson, Paradox Pollack, Charlie Tahan, Willow Smith, Darrell Foster, Emma Thompson.
Año: 2007.
País: Estados Unidos.
Música: James Newton Howard.

El nuevo remake de The Omega Men, que en España protagonizó Charlton Heston en 1971 bajo el título de El último hombre vivo y que, a su vez, se basa en la novela de Richard Matheson (Imágenes, nº 275) llamada Soy Leyenda, es inferior a su antecesora. Debido al argumento la narración es gélida y sombría, casi gótica. Los efectos especiales dejan mucho que desear, aunque hay fragmentos del metraje que no se entenderían sin ellos. En cuanto al guión, decir que para estar sacado de un autor que trata bien la ciencia ficción, suyo fue el libro de El hombre menguante, tiene varias incongruencias: tres años no son suficientes para que Manhattan se convierta en una isla amazónica, por no decir que Robert Neville (Will Smtih) no aparece en ningún momento repostando el depósito de su vehículo inagotable y lo peor de todo es lo siguiente (ésta es la parte donde los que quieran ver la película tienen que dejar de leer), que sea más emotiva la muerte del perro que la del protagonista. La verdad es que uno sale defraudado de la sala si esperaba este estreno tanto como yo; el que vaya de paso a verla, saldrá medianamente satisfecho.
El largometraje a veces recuerda a Náufrago, otras a 28 días después, aunque verdaderamente a lo que más evoca es a la novela de Robinson Crusoe de Daniel Defoe. Confieso que de la primera versión de Soy Leyenda sólo vi los primeros quince minutos, bastante superiores que los quince de la nueva versión, pero me sirvieron para comparar a los protagonistas. A Heston le iba el papel como un guante, ya que, años más tarde, llegó a ser presidente de la Asociación Nacional del Rifle, y es eso, el arma lo que une los dos comienzos de las adaptaciones. La carrera del protagonista de El planeta de los simios parecía ir a menos, cuando la de Will Smith demuestra que va a más. Un actor maduro (peina canas) que da la sensación de poder salvar cualquier guión y papel por malo que sea; cosechando éxito tras éxito con proyectos arriesgados como Hitch o En busca de la felicidad. Es la única estrella de su generación capaz de llenar salas con su presencia, algo que su amigo Tom Cruise ya ha perdido. Siguiendo con las comparaciones; en la primera versión La familia que así se llamaba el grupo de vampi-zombis, tenía un mayor protagonismo y trascendencia. Ahora son más instintivos y estúpidos. ¿Por qué cuando los humanos se trasforman en el cine tienden a ser más prehistóricos? podían ser más creativos.
El director de ésta, Francis Lawrence, dota a la interpretación de frialdad, dando margen al típico cariz cómico del príncipe. La banda sonora carece de personalidad y se limita, exclusivamente, a elogiar la labor del carismático Bob Marley. Todo ello hace que la narración sea demasiado desidiosa, donde los minutos se alargan demasiado. Por lo menos, me quedo con la apuesta arriesgada de estrenar una película de terror en estas fechas tan… luminosas.