viernes, 30 de noviembre de 2012

Malecón

En clase había que hacer un escrito con nuestra palabra preferida. Sé que las hay mejores, pero esta en concreto me gusta bastante porque abarca la palabra "mal" y no tiene nada que ver en su significado. Así un malecón es un rompeolas y en Cuba o Ecuador es un paseo por la orilla del mar. ¿Tal vez me esté saliendo la vena "oye tú sabe"? Qué se yo. Aquí les dejo lo que me dio tiempo a escribir en quince minutos.
 
 
A lo lejos, en lontananza, hasta allí se extraviaba la vista y la mente. La línea que unía el cielo con el mar era extensa y cómoda de contemplar para cualquier veraneante. Había otra que se adentraba, poco a poco, en el mar y era la que hacia a su vez de rompeolas en los días revueltos del oceano, el malecón. Sobre él multitud de parejas habían paseado felizmente, casi como quien camina por encima del agua y otras discutían, muy de vez en cuando, porque los parajes naturales no invitan a ello, como si quisieran ser llevados por la marea. También era el tramo de algunos deportistas en plena Operación Verano para concluir con su fatiga autoimpuesta.
Entre sus rocas, cómo no, había basura, desechos que aprovechaban las ratas al caer la noche y los felinos más tarde, pero antes de que saliera el sol y crease un espejo con el agua para proyectar, más si cabe, la energía solar de la estrella que más calienta.
El malecón había pasado ya a formar parte del paisaje; edificado con la idea de aguantar todo el paso de los años. Sobreviviendo más al desgaste humano que al natural.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Ilusos

El iluso está dentro del margen óptimo de una persona cuerda, en sus cabales; solo que a veces se columpia al borde de su propio precipicio. Ocasionalemente, aunque consta que suele ser casi siempre, genera una realidad ficticía o inalcanzable. Un oasis de irrealidad que no conduce a ningún sitio para los que observan desde fuera, pero que para ellos es tremendamente útil y valorable. Sin esa utopía no podrían vivir ni seguir adelante... fíjense lo que se afirma. Sí, que a través de una invención ellos se sienten lo suficientemente libres y felices como para pensar lo que quieran. Y a ver quién les discute que ello sea malo ya que imaginar es gratis como se suele decir. El problema se sobreentiende y no es otro que el de pretender imponer sus principios por encima de los demás. Entonces la gracia se transforma petulante. El soñador se rebaja a la escala del iluso.
El mal va a mayores al ver ellos mismos que el hilo se va acabando, es decir, que la madeja ficticia tiene un fin y un fin visible no obstante.
Algunos sueñan con irse a una sinagoga en pleno Marruecos e intentar cambiar a los allí presentes al catolicismo. Otros, al menos, son conscientes de que lo deseado es inalcanzable, pero ya te han intentado colar que sus ilusiones eran mejores por superiores y ambiciosas.
También hay un segundo grupo... los que han conseguido sus aspiraciones (siempre por encima de la de los demás) y por eso creen que su vida es más especial. De ahí que miren por encima del hombro y crean que pueden estar en sitación de mirar a alguien de arriba abajo, como si ese otro no fuera nada porque él es todo.
El iluso puede mostrar un humor de perros cuando él mismo sale de su burbuja y se da cuenta de lo que hay. Entonces baraja dos opciones o seguir mal con lo poco que tiene o fijarse más "retos" por los que luchar.
Siempre hacia adelante, siempre desde su ombligo, siempre imponiendo su ego con su puño de cartón piedra. Nada más lejos de lo complicado de los tiempos que corren. Quizá obliguen a más de uno a reiventarse mientras se arroja por la borda los sueños incumplidos en una deriva de promesas a familiares que ya nunca verán la luz. Y rápidamente se habrá tapado la pérdida con una buena nueva, con un parche exiguo para todos menos para él, porque el iluso puede pasar por alto el pequeño detalle de que los demás no se crean un ápice de lo que prometen o se prometen.
De todos modos nadie dijo que alcanzar un propósito fuera sencillo, pero al menos lo esperable es que todos juguemos limpio y equilibrando las posibles oportunidades de los otros o por lo menos no hacer de menos a nadie; con eso ya deberia bastar. Lo demás, como se suele decir en algunos casos, estará por venir. Virginia Wolf en La señora Dalloway hablaba de la mesura de las cosas... pues no estaría de más en algunos casos que se aplicara en el día a día.

sábado, 24 de noviembre de 2012

De pequeño...magia

Cuando era joven, qué digo un ñajo, me dio por observar las labores de los trabajadores; en tiempos donde se podía acceder de un modo fácil a casi cualquier puesto de trabajo. Solo hacia falta estar en el lugar adecuado y si ya traías bajo el brazo referencias próximas... aquello podía convertirse en el trabajo de tu vida.
Pues cuando montaba en autobús me preguntaba cómo hacía el conductor para no chocarse con otros coches en los giros de las calles estrechas. Más tarde, cuando ya crecí, me di cuenta que no solo giraba en la curva bien, sino que además iban manteniendo conversaciones con otros pasajeros. Lo cual significaba hacer dos acciones a la vez.
El carnicero también fue muy admirado. Con esos cuchillos enormes, siempre afilados, para cortar el espinazo de un morlaco en un golpe seco. A mi edad... y todavía ahora, no entendía cómo no se cortaban los dedos mientras sajaban o deshuesaban. Al ser más mayor advertí que también controlaban la caja para devolver el cambio y cobrar a los clientes, por lo que descubrí la multifuncionalidad empresarial.
Aún hoy me sigue alucinando cualquier labor que se escape de mi control. Por ejemplo. El paracaidista que se sube a una avión con una persona al cargo y esta es la primera vez que decide lanzarse por los aires. Ahí interviene la adrenalina, la profesionalidad, no sé qué puede darse más para una profesión tan arriesgada. Algo inaudito hay desde el barrendero hasta los paracaidistas. El afán de supervivencia. El "no quedaba otra".
Y luego un leve vistazo a los políticos. Se encierran en un edificio con agujeros de bala, los que descerrojó Tejero y se sientan unos frente a otros con un sueldo desorbitado. Y piensas que está sucediendo algo muy extraño. Que se les paga muy poco a los verdaderos héroes y a los que solo dialogan y decretan leyes a su conveniencia se les está otorgando el cielo pero en la tierra, a pie de calle, concretamente en Fernanflor, 1. Por héroes me refería a los trabajadores como el repartidor de alimentos, el comercial, auxiliar administrativo, psicólogos... hasta podólogos, fíjense. Y en cuanto al nombre de la calle; curioso que tenga una flor integrada... imagino que tendrá su historia también como el 23-F, que ya ha llovido. De pequeño me llevaron también a ver el Congreso y vi las oquedades del miedo y no entendía por qué no se habían sellado ya... favoreciendo el olvido. Recuerdo también que, por un momento, entendí que el ser político era una profesión arriesgada.
A veces, hoy, ahora, intento verlo todo como cuando era pequeño y aunque todavía veo la magia del conductor... del carnicero... me sobreviene una especie de nostalgía absurda como si se hubiera inhabilitado al pueblo para desarrollar su mandada supervivencia. Las empresas han generado cribas tan crueles, que conseguir empleo ya no está al alcance de cualquiera. Los culpables... tal vez seamos nosotros mismos, la sociedad, el hombre del tiempo cuando falla su pronóstico, el conductor del autobús arrancando un retrovisor, el carnicero vendiendo carne pasada... daños colaterales que han ido colando pero no calando. Se pensaba que estábamos en una primera potencia mundial y el vaso de líquido sigue sin llenarse. Parezca lo que quiera parecer.    

lunes, 19 de noviembre de 2012

Peces de plata

Marco tenía una migraña terrible aquella noche cuando entró a su casa desde hacía cinco días. Parecía mentira, pero aunque todo estuviera igual que lo había dejado fantaseaba con que algo estuviera presente solo que cambiado de lado, como si alguien hubiera estado allí y hubiera luego desaparecido de inmediato, ocultándose debajo de la cama o en un armario. A él no le daba miedo encontrarse con algún ladrón dentro hurtando algún valor o alhaja porque el bate de besibol seguía en pie tras la puerta del recibidor con letras en negro que decían: "Nueva Jersey". Comprado en un viaje de ocio hacía ya algunos años.
Como siempre fue a su cuarto y se quitó el abrigo. El tendedero seguía en su sitio... la terraza y los libros en las tres estanterias Billy que compró por ciento veinte euros en un centro comercial sueco.
Estaba todo en orden hasta que su ojo divisó algo que se desplazaba por la pared. Rapidamente se giró para enfocarlo mejor. Era algo inofensivo para él pero treméndamente dañino para las hojas de papel polvorientas y en esa habitación había un banquete listo para el incómodo inquilino, además, donde hay uno seguro que había más. Ahora parecía mentira pero para un ser tan diminuto el bate no servía como arma. No quería que dejara manchas en la pintura plástica y blanca.
Fue a por papel y cuando lo encerró en la mano apretó con todas sus fuerzas para deshacerse de él. Cuando por fin estaba en el baño y abrío la palma de la mano para ver los restos de color oscuro del insecto tisaruno o Lepisma sacharrina se dio cuenta de que todavía estaba vivo y al ver su inmunidad y resistencia decidió liberarlo... arrojándolo al agua del inodoro. Una vez allí dentro, abajo, donde va lo que no quiere el cuerpo humano, el pez de plata se sintió más libre, buceando con su espalda repleta de destellos grises, casi cristalinos. Se diría que estaba como en casa, pero ¿qué tipo de ser era aquel que era silencioso y se desenvolvía bien en cualquier materia? Las moscas hacían ruido y estaban mal vistas, las cucarachas más de lo mismo, pero este con esa tonalidad y elegancia... uno no sabía muy bien si pisarlo o dejar que campara a sus anchas por doquier.
Al regresar Marco de su ensimismamiento la distracción había huido ya por la cañería buscando la fosa séptica, tal vez.
Y allí estaba. Con un bate de beisbol y un fragmento de papel higiénico arrugado en la mano izquierda sin nada. Los libros, algunos, ya empezaban a perder su forma porque estos bichos vivían de ellos y de la ropa. Todo su afán era desnudar al hombre y desabastecerle en lo que a cultura se refiere. Eran seres especiales... por muy insignificantes que a priori puedan parecer.  

sábado, 17 de noviembre de 2012

Confesiones de una niña tontuna

Un viernes más en la asociación y decidimos llevar a cabo el ejercicio donde cada uno dice una palabra y los demás intentan hacer algo con todas las que ha dicho cada uno antes. Las elegidas fueron: Desigual/Amor/Distinto/Bandera/Flequillo/Sostén/Bragas/Política/Coño/Copa/Encaje... y esto fue en lo que quedó.
 
Llevaba un corte desigual en el flequillo o eso era lo que le parecía. Antes iba con una curva delicada cuyo extremo más lejano le rozaba la ceja y el ojo casi. Cuando se quiere cambiar de vida tal vez haya que comenzar al revés, por la superficie, lo superfluo. Si te falla el amor... hay que tomar un rumbo distinto; sin resquebrajar los cimientos, conservando las buenas bases.
Llevar como bandera tus principios sin importar lo que digan. Ir con las deudas justas; que lo único que te apriete sea el sostén y no los bancos... ¡Qué coño! Que se coman su política asfixiante los que se dejen si es que hay alguno.
Amor, bancos, sexo y cifras bursátiles. Una nueva vida se abre paso, día a día, cigarro a cigarro, copa a copa. Ser una misma desde la coronilla hasta el encaje de las bragas.
La peluquera dió el visto bueno, había hecho un buen trabajo. Lo demás estará por llegar.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Huelga... decirlo

Madre de Dios. ¡Cuánta gente! Todos en la misma dirección, caminando al unísono. Esto parece una marcha militar pero con pancartas. El transporte público casi se ha paralizado en la zona donde estamos y los servicios mínimos son eso. Los piquetes han hecho de las suyas. Una persona me explica que los pagan los sindicatos. Instituciones, que hace medio siglo o más, prestaban dinero a los necesitados de la posguerra. Hoy parece ser que se han decantado por los iracundos. Los mismos han ido con ropa de calle, como todos los que me rodean, y han reventado con bates los retrovisores y alguna luna de autobús con usuarios dentro. Se podría decir que se han dejado llevar y han generado algo de miedo, no terror. Porque entonces ya sabemos de quienes estamos hablando.
Bien. A dónde vamos no hay ninguna puerta del Congreso, ni Ministerio que se precie. Nos dirigimos de Atocha a Colón y punto pelota, no hay más. Nuestras ganas de reivindicación, nuestras ganas de encontrar trabajo no dan para más. Los deshauciados ya tienen lo suyo y no van a venir aquí, aunque alguno habrá... somos tantos diciendo tan poco. Porque Grecia se manifestó en más ocasiones que aquí. Porque HUELGA sabe a poco.
Y al final, por razones obvias se ha conseguido agitar a los medios de comunicación buscando el dato de asistentes y a las redes sociales haciendo su particular interpretación de izquierdas y derechas con el trato policial, por ejemplo, o malinformando. Y hablando de malinformar... ni he estado en la huelga, ni sé cómo ha sido aquello, pero he de decirles que veo muy bien una reivindicación de los derechos humanos. También estoy a favor de quien no ha ido a la concentración. Tiene gracia. Hay que pedir permiso al Gobierno para manifestarte contra él. Podría obviarse la petición a estas alturas. Claro que ello supondría cambiar la Constitución y no es muy flexible que digamos.
Mañana dirán en la uno que hubo taitantos asistentes y en Telemadrid, que no hubo apenas nadie. Lo importante es la voluntad de quien ha sabido sumarse a una mayoría esta vez para buscar el bien común. Sea como fuere la huelgas dan otro aire al país. Las carreteras van medio vacías y las calles están a medio llenar. Un aroma extraño se respira en el ambiente; como si de pronto hubiera vuelto agosto a mediados de otoño. Es como si la gente se hubiera ausentado. Ausentados estábamos. Parece que, en verdad, está sucediendo algo ahí fuera con tantas ausencias demostradas.
Recapitulando, la huelga viene bien, pero quizá tarde. ¿Algo más se puede hacer? Por supuesto, me estoy refiriendo a medidas pacíficas pero determinantes... a mí me pasa lo mismo. Solo me responde el leve eco de una frase inocente, casi carente de significado. No pienso hablar de revolución, ni rebelión, porque son palabras que invitan, tal vez, a la anarquía... y ahí ya estamos de frente en la teoría del más fuerte. No me digan ustedes. ¿Espada o pared?

lunes, 12 de noviembre de 2012

Pequeños remedios para hacer un buen libro

Bien. Este conjunto de frases que acabarán formando párrafos irá destinada a todo aquel que crea ser un escritor maravilloso. Podría citar a algunos que lo son, pero hasta ellos quiero suponer que tienen un corrector ortográfico. Me refiero a la persona no al programa de Word puesto que todo el mundo comete alguna falta o descuido de escritura; como es normal.
El mejor modo de ver tus errores, puesto que en la mayoría de las ocasiones uno no ve bien sus defectos (esto es más psicológico y comprensible), es dejar el escrito a un buen amigo. Sí, he dicho bueno porque de otro modo no se podría comprometer a que tal acción dificultosa llegue a buen puerto. Corregir es complicado y para hacerlo, primero hay que saber lo fundamental del idioma. Y aquí es cuando se podría hablar de las peticiones laborales de algunas empresas cuando te piden el dominio de varios... ¡JA! ¿El dominio? ¿Acaso conocemos nuestra lengua materna?
A todas esas entidades habría que prestarles un ejemplar de El dardo en la palabra.
Según sé de propio conocimiento las editoriales contratan cada vez menos correctores con lo que la calidad literaria de los productos (sí, productos) se ve seriamente afectada. Alguien debería arreglar esto, pero ese no seré yo.
Como se decía con anterioridad debe ser alguien distinto al propio autor el que revise todo: sinónimos, concordancías, credibilidad, contexto, decoros, en fin, lo que significa corregir algo. Hombre, no está de más revisarlo y quitarle trabajo al elegido. Sería lo esperable... y aún así habrá errores. Siempre los hay. Estamos hablando de que antes era un oficio. Ahora ya vivimos otros tiempos.
Para hacer un buen libro no hay una fórmula mágica (tampoco sé cómo hacerme rico) ni hay que leer otros ejemplares, donde hablan de lo que hay que hacer para crear una buena novela. No hace falta recrearse en exceso con los decorados o paisajes, aunque es verdad que hay una serie de obras que lo hacen y son clásicas... se me ocurre Madame Bovary sin irse muy lejos (solo a Francia).
Tampoco es vital que tu padre se haya dedicado a las letras décadas atrás, aunque siempre hay curiosos casos como es el de Julián Marías y su hijo.
Es inviable querer escribir una historia y hacerse rico con ella. Lo primero porque eso no suele suceder ni en la ficción, pero en la realidad hay que contar con una serie de posibilidades que un autor desconocido no tiene. Ahora es cuando tengo ganas de decirles que todo está ya escrito y que no hay posibilidad de innovación, pero siempre habrá un cráneo privilegiado para desmentirme.
Morfológicamente hay que tener cuidado con el uso excesivo de palabras que nosotros mismos hemos encumbrado, es el caso del ya, del pero, que, gerundios, la palabra cosa es un enfermedad común, cuidado con mezclar temas que no tengan relación; hay que darlo trituradito al lector pero tampoco en bandeja.
Hay que leer muchísimo para poder escribir. Esta frase podría ser de Kapuscinski, pero seguro que es de otro escritor sobradamengte conocido. Pues tiene razón. No solo abrimos la mente leyendo si no que nos vamos fijando en los pequeños detalles de la escritura: el punto, la coma, el guión. Y me refiero a leer bien, aunque ¿quién soy yo para discernir entre buenos y malos libros? Digamos que los malos son los best sellers con sus personajes planos y lo demás es viable. Aunque ya digo... al final, casi siempre, suelen estar bien y leerse del tirón. Cosa (¡oh, cosa!) que otros no consiguen con bastante más renombre. 
Sé que sonará mal, pero la mayoría de argumentos que vemos o novelas que hojeamos copian algo de alguien. Pues sugiero que hagamos igual, pero con estilo, no un corta y pega como tal, hay que hondar dentro del escritor para encontrar las claves para hacer una buena historia. Siento defraudarles, pero yo no dispongo de los principios suficientes como para plasmarlos y que ustedes tomen nota. Cogan el folio o el gteclado si son más modernos y arranquen como puedan. Siempre con tiento, buen ojo y la papelera al lado, por si toca deshacerse de ello. Suerte.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Siempre a tu lado... ya ves

Tanto tiempo contigo y todavía no me he acostumbrado a ti. Llevamos, nada menos, que casi treinta años conviviendo y la verdad es que nos conocemos bastante bien o eso quiero pensar siempre. Pero compañera del alma compañera no pasa nada si te fugas un rato a Orihuela y me dejas un poco tranquilo. Te seré sincero. Durante una época en la que no me acostumbré a tu presencia se me hacia raro contar contigo a cada momento. Cuando te reúno, y no mezclo, con los extrovertidos o amistades que si alguna vez te conocieron te derrotaron, sales tan pronto a relucir que no sé qué pensar. Quiero creer que eres más buena que mala, pero hay situaciones en las que me dejas desarmado como un soldado sin fusil en medio de la trinchera enemiga. No hace falta que nos perdonemos en beligerancias… ¿ahora, a estas alturas de nuestro precioso largometraje? Pues sí. La verdad es que ya no me arrepiento de haberte conocido… algo así le decía Mick Jagger al diablo, pero ese vuela ya muy alto. Aquí, a nivel del mar, con los pies bien firmes, he de decirte que a día de hoy tengo que seguir aprendiendo de ti, porque somos uno para bien y porque sí. Si miro lo bueno creo que aportas cierto aire distinguido… algo normal si de cuando en cuando te gusta generar que agache la mirada o la cabeza. Así solo puedo llamar la atención y no finjas no haberte dado cuenta. ¿Y la soflama? Cómo haces para que en cuestión de décimas mi corazón se acelere y bombeé gran cantidad de sangre al rostro. A veces es por el simple nombramiento de mi nombre, me giro y… ya te has mostrado antes casi que el dueño. Siempre me dejas huella. Y a mi edad, antes incluso, ya no tengo por qué ocultar tu presencia… sana prolongación de mí. Ahora, como decía, puedes perderte de cuando en cuando por ahí. Distráete con más personas. Instaurándolas, si gustas y puedes, un rictus personalizado repleto de paciencia y buen estar. Anda, a ver si encuentras otro igual. Pero amiga, y ya concluyo, no olvides que en el reino de los precavidos, de los herméticos, cautos introvertidos, es fundamental en estos tiempos que corren tu aire de rareza. Sin pasarse eso sí. Idolatra los puntos medios pues debe de haber de todo, más con acierto que sin él. Total, cambiar ya… no sería ético ni valioso. Y no olvides, pequeña, que este desvarío está escrito con la mesura necesaria para describirte.

jueves, 1 de noviembre de 2012

De la muerte

Este es un tema tabú, un campo inhóspito para el que escribe. ¿Qué es la muerte? Supongo, que no es final porque en la memoria, no sé de qué modo, se incrustan una especie de recuerdos incandescentes... casi vivos, pero, en cambio, es un adiós para con la persona ya que no se disfrutará más de ella, de su grata presencia y obligada porque el vivir es indicativo de que durante un gran periodo de tiempo uno va a poder contar con cualquier familiar; la práctica es así, nos lo autoimponemos sin querer como si fuéramos dueños del tiempo, de él nada menos. Pero de repente no es el paisaje cómo se esperaba. Nos cambian una ficha y ya se estropea todo el puzzle; y con razón.
La verdad es que aunque no sea un tema grato yo conocí a cierta persona que supo engañar parcialmente a la muerte, como el cuento árabe de los espejos. Ese que escondido y haciendo un ángulo determinado tras el reflejo de la muerte, ella misma se convence de que en la habitación no hay nadie y se va con las manos vacías.
Le llamaban "El Tragón"; no sé muy bien todavía el motivo. Desconozco si era porque comía demasiado para una España de racionamiento, pero no tengo la más remota idea. La verdad es que he intentado indagar, pero nadie ha sabido darme un dato acertado. Resulta que Rafael tenia muchos hermanos, tantos que con él nació un mellizo que vivió más que él... si la memoria no me falla y que tampoco sé ya si sigue en pie. Pero fueron los últimos que quedaron con vida de su familia con lo que ello significa. Lo mismo la tenían jurada y lo tomaron como una competición. A ver quién da más.  El caso es que "El Tragón" fumaba como si sus labios tuvieran que estar siempre en contacto con la nicotina. Dos cajetillas diarias, a veces más, acompañadas de vino y wisky va, vasito viene.
Como de goliardos están los hospitales repletos, este no iba a ser menos y también acabó por visitarlo forzosamente. Allí le dijeron que dejara de fumar y que disponía ya de un solo pulmón funcional, el otro estaba casi enquistado de alquitrán. El susto, juro recordar, que le duraba semana, semana y media. Luego volvía al humo del pitillo y al líquido etílico.
Los conocidos no se explicaron cómo la familia permitía que saliera al bar ese hombre de salud inquebrantable pero rota. Las razones quedaron claras: Quiso morir en la calle. Y fue al aire libre donde una tos, de muy señor mío, le medio asfixió en la puerta del portal de su propia casa. Cuando unos vecinos le socorrieron, casi inconsciente, en el asiento posterior al conductor ahí echó todas las flemas posibles que aún guardaba a lo lejos, en el fondo de su pecho. Nos confundimos hasta en eso... en creer estar en disposición de elegir el sitio donde vamos a fenecer.
En cuanto al pobre Rafael, creo que de aquel vehículo no salió vivo. Y luego cuando mi hermano le dió un beso en la mejilla, si aquello se podia llamar ya carne, de oidas le oí decir que no fue una buena idea, que estaba frío y esa temperatura se había adueñado de él a través de sus labios, como el humo de un cigarro denso y por eso estaba ya pálido, más que un muerto y yo más preocupado que un niño.
Pero, no sé cómo ni de qué manera, hay momentos en los que mi oido, no yo, cree captar su tos, o su carcajada. Juro que la oigo nítida antes de que otra vez deje de sonar y sea mi imaginación o el sueño los culpables de la alucinación. Qué mejor herencia que escuchar una carcajada. No lo sé.