martes, 31 de mayo de 2016

La última de Paolo Sorrentino

He visto La juventud y aunque ha habido fragmentos de la historia que no he entendido del todo ha sido una película muy grata de ver e interiorizar (pensar en ella en los momentos insustanciales cuando no hay nada mejor por hacer, de pronto te asalta una imagen o un diálogo).
No obstante, tiene el defectillo de que en la vida real los diálogos no son tan profundos como los describen aquí, donde todos razonan de sobremanera bajo una retórica envidiable, obviando eso; sí me la creo con creces.
Cada vez me pierdo más entre escudos con una sola estrellita y batallas de explosiones Marvel o DC. Debe de haber de todo, por supuesto, pero con tanta reelaboración donde se repiten las ideas, copia de ellas a lo largo de décadas y seguimiento innecesario de sagas de los comics o de vayan a saber el qué, cuesta encontrar un entretenimiento memorable más de lo que suele durar una serie de televisión.
Regresando a la película que acontece. Me encanta Michael Caine (resurgido tras Sangre y vino) y cómo no, Harvey Keitel, con el que me topé por primera vez en Teniente corrupto y me fascinó su papel; y no la nueva versión de Nicolas Cage, aunque no se la debería considerar ni eso.
Por si fuera poco, actúan junto al tándem una tal Rachel Weisz tan lacrimógena en esta ocasión como bella siempre. Y Paul Dano, del que he leído en algunos periódicos y del que apenas he visto algo, hace bien las coberturas. Empleo esta metáfora futbolística porque también sale, según he entendido, Diego Armando Maradona en este largometraje, o alguien que se le parece mucho a él.
Lo mejor, sin duda, las escenas donde aparece Miss Mundo, por erotismo y complejidad, a partes iguales (la escena donde el personaje de Caine se la imagina por primera vez sobre una pasarela es bastante significativo).
Un largometraje digno de ver y de emplear o perder dos horas de dichosa juventud. Mucho más enriquecedor que jugar a los juegos de la telefonía móvil; que me perdonen los seguidores de ese fútil entretenimiento. No pretendo desprestigiarlo... o sí.
Para gustos los colores y más si dan puntos por ello. En fin. Cuestión de perspectivas, necesidades y motivaciones. Sobre eso no hay nada escrito.

domingo, 15 de mayo de 2016

Alien

Es un alienígena que se abrocha la chaqueta a expensas de junio, que baja por unas escaleras mecánicas a decenas de metros bajo el suelo apoyado en la goma negra deslizante para evitar que lo anodino se resquebraje en un mal tropiezo, que se mira al espejo sin ver lo que muestra...
Y también se siente un extranjero en su tierra por las nubes de humo reales (Seseña) y la que descorren los políticos, porque tratan a los ciudadanos como si fueran estofa. La Tierra no explotará jamás; hasta que reviente.
Se relame en los postres y ha encontrado las puertas a un nuevo inframundo: las pelusas del ombligo.
Inventa realidades tanto en lo que escribe como en lo que lee, porque el día a día le resulta un llaga en el alma.
Sabe regatear a la desidia rememorando canciones que su padre escuchaba para obrar de igual modo. Acodado en el suelo del salón, antes fueron los LP (retornan), ahora CD o ni eso, Internet. De ese modo no habría podido conocer nunca a grupos sudafricanos como Savuka y otras rarezas varias. Sin referencias, solo hay datos. El padre mostraba el camino y luego el primogénito inculcó al hermano.
Amigo de sus amigos (vaya redundancia) y amigo de sus enemigos, una consideración más que loable. No escatima a la hora de involucrarse con todos ellos por igual sabiendo que el tiempo es pérdida.
Se preocupa en exceso de los males de los demás, aunque sabe, a ciencia cierta, que la vida son subidas y bajadas, por lo que la importancia debe ser relativa ante todo. Permanece en el justo medio de las cosas; ahí donde los impávidos empatan con los diligentes, en veda de nadie. Del tiempo libre del que dispone permanece sentado la mayoría de las ocasiones. Un hecho que para los griegos clásicos no es ni bueno ni malo; peor sería estar tumbado y mejor permanecer de pie elaborando y creando (perdiendo el ocio, vamos).
En definitiva, un extraterrestre a lo Eduardo Mendoza, venido a menos, con el pecho henchido de porvenir para quien sabe esperar en terreno sembrado; cultivando y cultivándose como un bien de reserva, una ilusión fugaz durante el amanecer, un sueño que se atrapa.