jueves, 26 de marzo de 2015

Vuelos sin alma

No sé ni el nombre de la compañía del avión ni la del nuevo sujeto protagonista. Pero ante esta nueva tragedia se ha de razonar sobre una serie de cuestiones.
Sí. Me estoy refiriendo al ‘accidente’ del vuelo Barcelona-Düsseldorf.
Vamos a ver. Puestos a desangrarnos a conciencia con todo atado y resuelto... Por favor, no te lleves contigo la vida de toda una tripulación. Siendo cínicos, hubiera sido mejor ser un kamikaze de pundonor y barbilla en alto, como los de antes, como los que ya no se llevan, como los que deben y serán siempre condenados no tanto por la memoria de Japón sí como por Estados Unidos; la nación que da y quita.  
Los medios de comunicación han tardado un parpadeo en colgar tu imagen para que haya un culpable. Esto deja en evidencia a la familia del suicida. Qué cuerpo se les ha tenido que quedar cuando han visto las noticias. Menudo panorama para matarse. Lo mismo esos son argumentos de peso para realizar un haraquiri completamente justificado.
Los diarios, imagino, con el fin de apabullar, han escrito de otros casos similares. Es el afán por destapar tendencias y malas costumbres periodísticas. Nada nuevo sobre el horizonte.
Ahora me surgen las dudas de cómo evitar otros casos de esta magnitud. Los copilotos pasarán sus pruebas psicológicas pertinentes, pero aquí se demuestra lo fatídicas que pueden llegar a ser y es que cuando uno vuela a otra ciudad no le cabe otra, de verdad, que entregarse a la sana idea donde es idóneo pensar en las manos, voluntad y bonhomía de los pilotos. Vienen a ser como dioses precisamente por lo que vengo contando, porque son responsables de un buen número de vidas a bordo. Para ello no valen Fulano, Mengano y Zutano. Habría que fortalecer la seguridad de los vuelos precisamente porque somos humanos y no autómatas, aunque... visto lo visto.
Atrás quedan las palabras a deshora, los términos para dar coherencia a los hechos que según va trascurriendo las pesquisas y averiguaciones echan por tierra todo lo anterior hasta sentirse uno ridículo con lo que ha visto y oído por la televisión. Suerte que la memoria audiovisual es ambigua dependiendo de quien sea su consumidor. Por eso, al principio, les hablaba de ‘accidente’, también podría referirme a ‘terrorismo’. Carnaza dispuesta a ser devorada por todos nosotros como si de una etiqueta mercantil y disfuncional se tratara.

sábado, 7 de marzo de 2015

Con solo una vida

Maneja bien los lapsos muertos. Desecha el aburrimiento y haz algo un poco más productivo. Salta del sofá antes de que los codos y antebrazos se vistan de escaras. Solo tienes una vida y probablemente la estés malgastando por algunos momentos. 
Formarse está perfecto, pero hasta un término medio. Mira bien lo que te pueda venir en un futuro a corto plazo o de lo contrario serás el amo de los currículos, sentado en una monte de huesos de aceituna. Sin más ni más.
Deberíamos vivir dos vidas: una para luchar por lo que queremos con tesón y otra para dedicarnos a la existencia contemplativa. De las dos ninguna es complementaria entre sí. Suele suceder que cuando alguien se centra demasiado en una, descuida la otra. De acuerdo, pues considero que esto es injusto. No hay términos intermedios cuando uno siente, imagina, escenifica el bienestar. Cuando se presente hay que apostar ‘all in’.
Y esto es así, porque bien, lo que se dice bien, tan solo son unos 65 años. Luego ya viene una vida extraña, descorazonada y lánguida. Todo se repliega en un vacío que tapa demasiado. Los balances negativos se hincan como punzones. Lo que ayer era de vital importancia, hoy es tierra baldía. Y qué te va a quedar. Nada, tan solo un millón de preguntas sobre qué ha sido tu vida o para qué estamos aquí.
Imagino a alguien en el final del camino recriminándose a sí mismo los proyectos y metas que hubiera podido lograr y que ya inexorablemente no le queda más tiempo.
Esto es un suspiro, créanme, y eso que no llevo recorrido ni la mitad de lo pretendido. Aunque nunca se sabe.
No malgasten las situaciones. No se embarguen innecesariamente. No remen a contracorriente y hagan caso, por una vez, al río.
Tampoco soy un gurú del devenir. Pero sé que, con solo una vida, deberíamos tratarnos mejor para evitar sufrimiento innecesario.
Aprovechar la felicidad al máximo cuando esta aparece no es mejor que intentar evitar el dolor impredecible. Bastante tenemos con lo probable como para echarse más tierra encima, nunca mejor dicho. Carpe diem. Lo que deba ser... será.