domingo, 28 de diciembre de 2014

Amanece el domingo

Menuda estupidez pensar que el día comienza cuando apagan las farolas de las calles al clarear el cielo. A pesar de que dicha señal fuera más o menos nítida: empieza una nueva oportunidad... ¡a por ella! A Sergio le pareció que la soledad le ganaba otro empujón más. En el fondo era un ‘Ahí te quedas y apáñatelas’. Por un momento minúsculo no supo qué hacer con tantas horas por delante. De todos modos el hecho de que la noche concluyera con esa brusquedad del alumbrado fue como un percutor para su mente. Algo tendría a medias en ese domingo cualquiera.
Su chica, la mitad dormida, se encontraba descansado dulcemente en la cama. El salón, en contraste con el cuarto de los dos, se encontraba demasiado frío como para relajarse del mismo modo. Al fin y al cabo, bien es conocido, que cuando uno no puede conciliar el sueño lo mejor es dejarlo para otro momento antes de que las sábanas se enreden en los pies con extrema vileza y desorden (lo que nunca deberían esperar de dichas telas).
Así con todas, decidió levantarse y observar por la ventana. El hielo recubría las lunas delanteras de los vehículos. El alba, como se puede imaginar, continuaba con el helor de las deshoras, del ‘tan tarde que ya es pronto’. Por un instante miró las azoteas de los edificios colindantes. Esos lugares etéreos que a veces emitían reflejos por las turbinas de la ventilación o vapores cuando helaba demasiado. Recordó, de pronto, el rumor americano que desvelaba (si es que se puede abarcar este verbo con el sustantivo de la nula credibilidad) que una cámara filmó a Kevin Spacey con otro hombre en un lugar tan remoto como los que Sergio divisaba en ese momento. En vez de pensar semejantes pérdidas de tiempo debería volver al nido para, al menos, recobrar la temperatura corporal. Cuestionarse la tendencia sexual de alguien, sea quien sea, no era sano. Y menos antes del desayuno.
La verdad es que dicho actor se había pasado a otros formatos. Del cine a la televisión y a los videojuegos como Ellen Page, Willem Dafoe y tantos otros. Era de reconocer que ese personaje público le llamaba la atención desde que interpretó a Keyser Soze en Sospechosos habituales.
Definitivamente los fines de semana eran un hueco para la reflexión y la contemplación. Los lapsos muertos siempre quedaban extrañamente ocupados. Diversiones humanas.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Firma de libros de Javier Marías

El 17 de diciembre acudí como un aficionado loco al lugar donde uno de mis autores favoritos firmaba ejemplares.
Hice fila diez minutos antes de que llegara y cuando le divisé en la distancia dije a quien me acompañaba ‘Mira, es ese de ahí’. Estaba tan nervioso como un hincha que va a ver a su equipo jugándose la permanencia.
Mientras estaba esperando a que empezara a dejar su frase para mi historia en las primeras hojas de la novela escuché que a tal evento se le conoce entre el mundo literario como ‘hacer bolos’. Esa fue la expresión que utilizó alguien cercano.
Cuando llega mi momento me limpio el sudor de las manos por si decido darle un apretón como saludo. Desisto, mejor no tocar.
‘Hola Javier. Buenas tardes’. Luego, en seguida, me pregunta mi nombre y le respondo como a nadie le suelo contestar. Diciéndoselo completo. Como no creo que le vuelva a ver me suelto rápido y le doy la enhorabuena por la última novela y para más énfasis me meto en el jardín de la crítica literaria y le expongo mi opinión. Esta consiste en que Así empieza lo malo es lo mejor que he leído suyo desde Corazón tan blanco. Entonces arquea con levedad sus cejas, claro signo de perspicacia en él. Y me formula una afirmación: ‘Entonces eso es que ya se ha leído la novela’. Se dirige a su público con el ‘usted’.
Él también añade que no podría ser un buen juez de su obra... y tiene razón porque los que escriben no suelen tener predilecciones, pero sí que diferencian entre algo bueno y mejor. Cuando acaba de firmarme en las páginas iniciales me devuelve el libro y le doy las gracias. Se despide cordialmente. Tiene unas maneras finísimas en el trato. Demuestra, a su vez, una gran dedicación por lo que hace. Mereció la pena ir hasta Callao a verle. Considero que es todo un señor, un amo de sus letras.
Me despedí diciéndole que aún quedaba mucho por escribir. Fue tajante y sincero. Rotundo y reflexivo. ‘Nunca se sabe’. Y puede que lo malinterpretara, pero me pareció que contestó con cierto grado de nostalgia.
Los años nos deben de llenar la cabeza a todos de dudas parecidas.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Un penúltimo poema a mi abuela

Te me fuiste a Honolulú,
el viaje sin los equipajes.
Loperana que nos dio a luz,
con cinco abortos de bagaje.


Pestiños, castañas y olivas,
flamenquines, anís del mono...
La botica de las abuelas.
Mi flor de lis señala el fondo.


Grietas desde el rostro hasta el alma,
amaneceres de posguerra,
tu voz, ya en sueños, me trae calma.
No somos ni eco, polvo en tierra.


Pequeña mujer de gran genio
báilame un último minué,
porque están secos tus geranios,
y nos ayudaste a crecer.