jueves, 16 de mayo de 2013

Mientras

Tienes el nombre del único satélite natural que va girando sobre la Tierra. O eso es lo que decía la canción asturiana que hace referencia al sol como Lorenzo y a la luna como Catalina. Escribo estas reflexiones porque sí, porque ya tocan. Huyo de colocarte como cabecera de cualquiera red social para buscar que los demás sepan que has sido una bandera en tu familia, aunque no conozco a muchos que gusten de ello cuando el toro todavía no ha pasado. Y aquí estoy, echándote de menos y aún no te has ido.
Deja que te hable con franqueza cuando más te tengo que ocultar. Te pido un imposible más... déjate engañar. Créete, por lo que más quieras, que mañana habrá otro día; deja que mi mala interpretación de un buen embuste te convenza para seguir adelante en este bosque de zarzas por donde todos hemos de pasar. Permíteme que sienta cómo un alambre de espino se enreda en mi lengua por no decirte la verdad.
Lo peor, sin duda, está por venir. Vas a ser la protagonista directa de ver como todos nos enrocamos en la jugada, como vamos a hacer de esto algo cotidiano y casi liviano, aunque por dentro algunos estamos paseando ya la pena, haciendo hueco a la fuerza por una ausencia anunciada de sopetón. Siempre te sorprende así, se tengan siete años como noventa y cinco bajo cualquier indicio y sospecha. Poco a poco, como lo que tarda en llegar tu viernes en la semana, irás cayendo en la cuenta de por lo que estás pasando. Los cuerpos, llegada la hora, no mienten.
Mientras, me coloco ante ti para que me veas. Te acaricio el pelo, memorizo tu pequeña silueta por si se me olvida en un tiempo a esta parte. Cuento cualquier anécdota y me medio escuchas. Te escucho al hablar en un tono que ya no es el tuyo, pero de momento es una mina, con eso me conformo, te miro y estás ahí, qué mayor gloria hay que esa. Es como si mi pecho anidara miles de pequeñas golondrinas que se regodeasen por la extraña y justa tregua. Luego vendrán los dolores, el dilema moral de ver que los enfermos pagan quizá demasiado por no desprenderse del hilo de la cometa, la vida.
Lejos quedó sobrevivir a una guerra civil, al hambre y a otras injusticias vitales que es mejor no contar tan siquiera. La mayor de seis hermanos ha visto cómo de la nada se creó una familia que tal vez no llegue a vivir tanto como ella. Los buenos se apagan lento, aunque la dalle nos siegue a todos por igual.
Ahora, en este preciso instante, es cuando apago el portátil y voy a hacerte compañía. Intentaré desligarte del embrujo de esos programas de televisión donde lo que importa no es estar sano, sino parecerlo y a ver transcurrir el rápido pasar del tiempo. Lo mismo hoy le echo agallas y te doy un buen abrazo... aunque ya duelan, qué más da. Te quiero y me quieres... golondrinas en el pecho.