domingo, 15 de diciembre de 2013

Solo ante lo que pueda pasar

Tras mucho tiempo en el desierto del alma (parado) me han dado la posibilidad de trabajar en una empresa en la que todo va rodado; eso es lo que me gusta pensar por ser el nuevo. No diré el nombre por discreción y porque sé que algunos compañeros me siguen ya por aquí también.
Por decir, mencionar lo desengrasado que me encontraba, lo abatido, lo perdido y la cara sombría que paseaba en medio de la negrura, ese vasto paisaje solitario, como refería antes, donde la soledad laboral parece tu fiel compañera adherida a tu espinazo en un letal escorzo. Y en esas me encontraba hasta que acudí a esta entrevista en la que parecía que me estaban esperando... o eso llegué a pensar cuando salí con una felicidad interior muy bien disimulada.
No me la pude casi ni preparar puesto que me avisaron con una hora de diferencia y no sabía muy bien cómo llegar al sitio acordado, aunque eso no fue problema. Esa fue la primera señal, lo fácil que me resultó encontrarlo y es que no hay mejor manera de andar que la de dar el primer paso. La entrevista fue bien. Los entrevistadores parecían gente normal, dato relevante en el mundo laboral en el que me muevo donde te piden que seas un líder (siempre pienso que me están pidiendo que sea Cristiano Ronaldo y eso chirría) o que domines lo único que falta en tu curriculum... a saber.
El caso es que me cogieron y durante esta semana me han enseñado cómo desenvolverme en una sala que es más difícil de lo que parece. Mañana me dejarán solo, sin mi compañera, para que desempeñe funciones típicas de un auxiliar de impresión. No será fácil. El mayor enemigo que hay es uno mismo y debo ser exigente para con mi puesto si quiero que esta realidad continúe.
Todo lo que hago lleva un orden y las impresiones u hojas van numeradas en una posición. Un leve fallo me puede jugar una mala pasada, pésima si la tirada es grande y hay poco margen de solución.
Sí, mañana estaré solo, pero en medio habrá, quizá, marcas de corte, la sangre (que tantos disgustos da en algunos resultados finales al guillotinar por donde es y no por donde al cliente le gustaría), tinta seca en mis manos también secas, toda la teoría que sé y que por el paso del tiempo y el desuso he ido olvidando.
Haré lo que sea para que la oportunidad se mantenga y prolongue en lo que a mí corresponda. Lo demás no depende tanto de uno mismo, o sí, quién sabe. El hecho es que hay una ilusión, un proyecto, unas ganas tremendas de que esto funcione y no quiero ser el único que se percate de ello.
Mañana otro sol... una leve emanación de agua clara y fresca en el mar de tierra que nos ha tocado vivir. Con paso firme y decidido, huiré en el futuro de mis dudas para sacar lo mejor de esta experiencia.
Allí donde vuelan los sueños y se plasman documentos, entre cuatro fotocopiadoras y unas paredes se oye el resoplar del aspirante porque se juega la actividad de lo que esté por venir. Ahí es nada.  

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Treinta al doblar la esquina

Treinta años pueden ser pocos o toda una vida. Me hallo ante sus puertas y he de decir que no me apasiona la idea de cumplirlos a pesar de que el no hacerlo sabría lo que significa y no tiene el cuerpo uno ni para lo macabro.
Treinta son veinte más su mitad y créanme, sí son algo. A veces echo la vista atrás e intento detenerme en las estaciones de mi edad: verano-Navidad-Navidad-verano. Así la vida pasa y parece como si uno solo la contemplara de soslayo.
Cada día intento que sea distinto y eso que lo fácil sería relajarse en buena compañía, pero creo, que al final acabo por hacer lo de siempre. Me levanto y saboreo un desayuno que me sabe a gloria. Mezclo sabores: miel, leche, cereales, vitaminas... luego reviso ofertas de trabajo y en cada una de ellas realizo una imaginación creativa específica. En la de auxiliar administrativo soy un compañero aplicado que no se separa del ordenador, en la de teleoperador intentaría ser yo mismo, moviendo las manos al expresarme aunque los clientes no me vean para tratar de convencerles sin las prisas del reloj capitalista. En los demás puestos de trabajo no puedo recrear puesto que siempre mantengo los pies en la tierra y pensar por pensar... en el fondo soy muy simple. Ojo con dejar volar alto la imaginación porque luego la caída es limpia.
¿Y parte de mi círculo? ¿Cómo es posible que salieran aristas de algo tan perfecto como el círculo? ¿Qué fue de los amigos que se han ido perdiendo por el día a día, extraviados entre las yemas de la rutina?
Carlos se compró dos perros enormes a pesar de que cuando éramos críos les tenía pavor. Eso es lo que se me viene a la mente cuando pienso ahora en él. Alberto... ¿seguirá tan unido a la iglesia? ¿Me seguirá saludando Silvia aunque no nos reconozcamos ahora?
Qué más da. Lo importante es lo que se abre ante uno. El porvenir, el por favor, destino, concédeme al menos, otros treinta más... y luego otros... hasta que se caiga el tinglado.
¿Países por ver? Muchísimos, todos prácticamente. Me enamoró lo que conocí del Reino Unido y hasta la fecha no hay mayor destino que el sofá, pero en algunas siestas noto como palpita un viajero dentro sin gorro ni látigo, pero con entereza y sosiego. De tren y coche porque los aviones... agggh, me estaré convirtiendo en un sibarita de la comodidad, sí, tan joven y tan viejo. Me gusta ver los bultos grandes cerca de mí y que luego nadie los juzgue como si fuera un malhechor cuando solo es comida al vacío. Admito que aquello fue lo único que me desencantó también del Reino Unido. La cara y la cruz, supongo.
Metas... muchas. De mayor quiero ser, ¡ah! Que ya soy mayor. Pues de mayor quiero seguir con la chica que sigo y haciendo lo que hago, sintiéndome un rey por desear tan poco. No ansío un cochazo, ni un trabajo estable. Quiero lo justo para que me dé de comer, porque lo que tengo claro es que no quiero vivir por encima de mis posibilidades. Pretendo hacer un castillo made in Walt Disney con las cartas que me han tocado y con esas llegar al final del turno.
Leía, bueno revisaba, tuits de una red social el otro día cuando vi que madurar es para las frutas, sin embargo el ser humano aprende. Tiene razón el asunto. Es imposible no aprender en el transcurso de la vida sobre lo que nos hace felices. Hace mucho que dejé de probar tartas (el resto de bollería me encanta) y soplar velas, aunque lo verdaderamente importante es sentirse pleno y eso, tal vez me equivoque, pero no lo da la edad, sino las circunstancias de la vida. Con lo cual lo dicho, vamos a por los treinta y uno.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Los ex a la palestra

Señoras y señores dejen de vilipendiar las relaciones pasadas y saquen lo mejor de ellas. Sepan que el ser humano tal vez solo aprenda a base de palos y los amorosos son los que más enseñan. Ante ellos se nos abre el mejor camino posible, ese donde reconocemos a la legua lo que ya no se quiere repetir ni aunque lo regalen. A partir de ahí debería soplar el viento a nuestro favor. Pero nada es fácil ni bajo el reconfortante calor de la llama.
Cada persona que llega a una vida es para mejorarla y si no es así, que se marche por la puerta de atrás con el menor ruido posible. Todo debe sumar y es ahí donde se esconde la verdadera esencia de las relaciones personales. Si desechamos lo fatuo, el sexo espontáneo de los que solo buscan eso, queda un aprendizaje resumido e insertado en nuestra memoria de por vida. La relación pasada y rota se transforma en recuerdo. La realidad del día a día ha ido rellenando esos huecos hasta convertirlos en mera lejanía. Y debe ser así. Porque de lo contrario nos convertiríamos en dos adversidades: en un nostálgico empedernido y borracho de su pasado o un misógino (o misántropa, según cada cual) sin ton ni son.
En el avance de la vida lo que vamos dejando atrás por obligación y confirmación es una mochila que no debería pesarnos como algunos dicen que pesa. Si todas esas personas no están en su compañía es porque no merecen estarlo, con lo cual una carga menos. Se lleva como principio inamovible el hecho de que cada nueva pareja mejore a la anterior, por lo tanto es de agradecer que no estén con nosotros todos los ex hacinados en el saco del olvido. Fuera las tiranteces, aunque ¡ojo! Tampoco es recomendable anhelar un quid pro quo, es decir que el posterior tenga que ser idéntico al anterior tanto física como interiormente, algo un poco inconcebible aunque no deja, seguro, de haber algún que otro caso de tales características.
No se líen, no soy un gurú del tema; solo afirmo que es recomendable enterrar el hacha lo antes posible y no ansiarla nunca. De lo contrario, sus recuerdos se recubrirán de una patina de odio que no procede, porque el amor es un tema delicado y al igual que hay personas que luchan por descubrirlo o mantenerlo hay otras que no lo conocerán jamás y eso, considero, es perder demasiado.
No malmetan más con los ex. Seguro que ellos no piensan tanto en nosotros como se pueda creer. Déjenlos pasar. Ni los nombren, casi. Es el único modo de seguir aprendiendo y mejorando por uno mismo.
También me acuerdo de las parejas rotas que no permanecen juntas por otros motivos que nada tienen que ver con el desamor, como puede ser una grave enfermedad. En estos casos no se me ocurren ni las palabras idóneas para definir la situación por la que deben pasar. A veces, la vida te alecciona antes de tiempo. Por eso no hay cabida ni para nostálgicos ni para misóginos. Importa sacar el jugo del presente. Saboréenlo como crean, recordando solo lo que, en verdad, merezca la pena.

martes, 5 de noviembre de 2013

Involucrarse

Muchas veces hablamos sin escuchar al prójimo. Soltamos nuestra montaña de palabras para avasallar en la idea de vendernos positivamente o porque creemos poseer la mejor historia posible. Bien, pues considero que se yerra en este aspecto, porque lo que habría que hacer, lo esperado, es dejar al otro expresarse para escucharle y poder complementar lo dicho o reforzarlo si se cree conveniente.
Hay que dejar hacer puesto que lo nuestro es interesante, pero es una percepción un tanto engañosa al creer estar por encima de la consideración de nuestros oyentes... escuchadores en el mejor de los casos.
Uno no puede caminar pensando estar en lo cierto. Hay tantas realidades como personas y siempre se aprecia algo desde fuera como para creer poseer la verdad absoluta.
Por lo tanto invito a la reflexión, al abrir los oídos y los párpados para empaparse de lo que se nos dice. Que sea como un examen casi, para que cuando los demás interesados nos pregunten por un hecho este sea lo más objetivo y completo posible.
¿Cuántas ocasiones no hemos sentido en un mismo día que contábamos la misma historia? Pues no debería ser así. Somos los metres de nuestra imagen; cuidémosla como se merece. Ampliemos los datos, preguntemos al que nos preguntó con anterioridad para mantener la comunicación abierta y oxigenada. Es un error oír sin escuchar. Las personas debemos dejar de mirarnos el ombligo para dedicar tiempo a quien se lo merece.
En este aspecto queda latente el esfuerzo que ello supone, por eso no queda otra que ser selectivo. Uno no se muestra tal cual es de la misma manera con el profesor de la autoescuela que con el mejor amigo. Los problemas vienen en las relajaciones cuando descuidamos eso al creer que podemos camuflarnos bajo la máscara de la asepsia. Esa careta parecerá transigente, pero no lo es en absoluto.
Caer en este leve error es más grave de lo que parece. Puede acarrear desde complicaciones en el trabajo hasta las familiares. Y todo por no dar el brazo a torcer, por creernos los dueños y dioses del monte de clips. El epicentro de nuestra idílica casa de muñecas puede aparecer camuflado bajo una voz que diga: "ya tengo una edad y no voy a cambiar". ¿La gente cambia o no? Considero que sí puesto que la inercia propia de la vida te muta desde la piel hasta el pensamiento; todo. Pero no hay que escudarse en lo fácil, en la idea primitiva del "mi razón es la que cuenta". Aceptar errores es la manera más eficiente de intentar no volvernos a cometer. Estamos en continúo aprendizaje desde que se nace, así que habrá que aplicarlo de la mejor manera posible. No olvidemos dar las gracias por insignificante que sea el motivo, de intentar no juzgar en el primer vistazo y si es así esperar al menos el acierto y de no esperar nada de nadie para que lo que se otorgue te haga inmensamente rico en humildad. No hay que olvidar la realidad; uno es humano porque sabe relacionarse con los demás. Claro que existen esclavos y tiranos, pero han de buscar en su interior para saber lo que les ha llevado a su situación, aunque sensatamente no veo al tirano dudando de sí mismo. Venga el viento por donde venga hay que dejar la prepotencia a un lado, que pase de largo y bien de largo. Su estela no es beneficiosa en ningún aspecto. Los que se escondan tras ella conocerán tarde o temprano su insana repercusión... y puede que, por entonces, aunque sea casi al final del camino, aún estarán a tiempo de resarcirse.

viernes, 11 de octubre de 2013

La enfermedad de la lengua de trapo

Hace muy poco se produjo una noticia de esas que, a priori, no gustan a nadie. Nathan Fleming, un belga de cuarenta y cuatro años, se sometió a la eutanasia al quedar insatisfecho por su cambio de sexo, de mujer a hombre en este caso. Las causas de la petición de eutanasia fueron "sufrimientos físicos o psíquicos constantes e insoportables". Decía con anterioridad que el hecho noticioso no agrada al público por el delicado tema mortal. Así que sintonicé la COPE para ver la opinión que daban al asunto y estuve a punto de morder el volante de mi vehículo. Según un tertuliano estrella y episcopal, afirmaba que lo de la eutanasia no estaba bien visto porque era el no asumir las adversidades de la vida.
Seguro, hombre, seguro. A Ramón Sampedro le iban a ir con estas ahora y a tantas otras personas incapacitadas psíquicas y físicamente. La vida, en algunos casos, es solo cuesta arriba, sin descansos, y es completamente razonable que alguien en estas circunstancias diga: "Anda ya con esto y lo otro, me quito del medio y listo". Que sí, que lo sé, mi discurso es simplista y peca en las envolturas, pero lo estoy diciendo bien manifiesto. La muerte es un derecho más. Y quien no lo vea así espero que no se le den las circunstancias para que piense "con lo bien que estaría en el otro barrio".
Esto se enlaza directamente con Argentina, país donde, atención, es el primer caso del mundo en el que se ha admitido un cambio de sexo en un niño de seis años en el DNI sin procesos judiciales de por medio.
Así de claro (y de clarín). Los problemas cuando antes se resuelvan, mejor. Luego se corre el peligro de cultivar males mayores, pero en absoluto voy a ser tan conservador como algunos tertulianos ni tan fatalista como en párrafos anteriores. Sobra recordar que los menores también están protegidos y amparados por las leyes. El cuidado es el doble, pero hay unos óptimos derechos en niños y adolescentes.
España, país democrático según dictan las leyes, no puede permitirse que la libertad de opinión esté sesgada y comprada. Es un error caer en la voluntad de los poderosos puesto que el periodismo no es el cuarto poder, es un poder más al fin y al cabo tan voluble como el viento que sale del Congreso.
Hay que vivir todo lo posible mientras se pueda vivir así. Si no, bueno, tal vez haya que reflexionar en decantarse por una medida compensatoria. Seamos leguleyos o no, sabemos que la verdad, en algunas ocasiones, está por encima de las letras pequeñas y de cualquier prospecto. Que cada cual la interprete como buenamente pueda.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Mi enfermedad

Tiene razón Paul Auster. La escritura es como una enfermedad. Te posee hasta el tuétano y no te deja resquicio alguno. Vas por la calle, caminando o corriendo y tus ojos no captan la realidad porque sí (a veces un árbol es solo un árbol, de acuerdo) lo hacen para recoger detalles insignificantes con el único fin de describirlos e insertarlos en un texto. A Edgar Allan Poe le sucedió una vez que le cogió "la manía" y no paró de escribir durante semanas hasta quedar exhausto. Le imagino dolorido con la muñeca abierta de utilizarla con lo que pintase en su orgasmo literario. Mancharía con tinta hojas y hojas, que luego supongo que corregiría, porque esta enfermedad es de dos síntomas. Primero está la expulsión y luego aparece la corrección ortográfica y de estilo: esto sí... esto otro a la basura.
He de admitir que corregir es más complejo que escribir. Este hecho es así porque destruir es terriblemente fácil; es alucinante lo fácil que podría ser regresar al folio en blanco una vez se tienen cien hojas escritas. Tachón a tachón, el lado crítico va trepando hasta la garganta. La lucha con tu ego es encarnizada y al final se acaba por emborronar la labor. Lo mejor es que sean otros ojos los que supervisen el trabajo hecho. Esto debe ser así y punto, aunque no está demás echarle un mínimo vistazo de coherencia y contextualización al asunto.
Una vez terminada la obra ¿Qué sucede? ¿Se aplaca la voz? ¿Se termina de padecer este incómodo padecimiento? Que va, en absoluto. Otra idea se abre paso entre las fibras protoplasmáticas o axones; entre chispazos y destellos internos que nadie ve ni aprecia, solo el que muestra esta predisposición a generar ideas para ser escritas y plasmadas.
Poco a poco la idea acaba tomando cuerpo. El protagonista quiere algo y ese algo también es pretendido por varios. Luego le añades la chica, que con un poco de suerte no se caerá en el estereotipo de las guapas y listas, unido a que tu personaje principal puede ser algo o bastante imperfecto; cuanto más alejado de los cánones mejor. Lo introduces en tu baticao cerebral cognitiva sensorial y ¡chachaaaán! Enhorabuena, con un poco de fortuna, y si tienes el viento a tu favor, ganarás algo de tiempo hasta que te acontezca el próximo planteamiento para ser escrito.
Si padeces algo parecido piensa en cómo sería en la mente de un músico o de un pintor. No estás tan mal si te decantas por la escritura ¿verdad? Claro. Piensa, también, que he seleccionado las profesiones más artísticas y entretenidas bajo mi punto de vista. Las demás guardan el doble de mérito. Las realice quien las realice.
Y para colocar el estoque final no estaría mal que esta predisposición estuviera pagada o recompensada lo cual la convierte en más extraña y descorazonadora que ninguna. ¿Dónde nos deja a los que no esperamos absolutamente nada a cambio? Sí, da algo de miedo, por eso os hablaba de enfermedad.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Ir a contranatura

Lo lamento profundamente. Hay varios tipos de personas, de facto, hay tantos como individuos haya por el mundo y el espacio (que seguro hay alguien en órbita en estos precisos instantes). Sí. Decía que lo sentía anteriormente porque no aguanto a los que pertenecen a la luz y color. Los que han nacido solo para ver la hoja verde de la pita, sin saber que luego del centro de la planta brotará un capullo letal, de varios metros de altura, que secará todo y generará el fin de esa vida.
Tampoco estoy con los que forman parte del pesimismo global. "El mundo llega a su fin" es un lema que debería pesarles demasiado, si me apuran más de lo que les está pesando. Aunque este segundo grupo mantiene matices reales, es decir, que sus hipótesis pesimistas pueden ser ciertas cuando hablan  de política, más que nada, y paren de contar. Podríamos llegar a declarar que la política española de hoy es una corruptela y quedarnos tan anchos, pero ojo... algún representante bueno habrá.
De todos modos el mayor fallo o falsa esperanza de algunas personas es pretender permutar los rasgos definitorios. Es decir, pedirle al pesimista que de golpe y porrazo manifieste un humor a lo Groucho Marx. Tampoco desafinaría tanto.
Hagámoslo a la inversa. Pidamos a los luz y color que muestren su lado negativo y pernicioso. Qué va. Pero si no tienen. Se basan en que la vida es cíclica y si la pareja del momento se rompe, otro clavo vendrá, que si el coche pincha una grúa acudirá, que despiden a alguien pronto se reinsertará. Medidas muy terapéuticas, al fin y al cabo.
Dónde ha quedado el término medio. Ese ciudadano de a pie (bendita expresión no va a caminar con las manos) mundano y pacífico que tan pronto degusta una horchata en una terraza como que realiza sus cálculos para llegar a fin de mes sin mojarse ni con los de un lado ni otro. Es efectivo de principio a fin y sabe conservar sus valores sin que la opinión pública los considere. Un ser asertivo por naturaleza que pide lo suyo sin dañar ni menoscabar su ego y el de los que le rodean. Pues lo dicho, un ser en vías de extinción. Qué lástima.
No sé. No se me ocurre que a Miguel Ríos le espeten que cambie el modelo de canción, la letra, el significado, el contexto vamos, por decirlo así. La opinión pública somos todos cuando conviene y si no se recurre al mensaje de que cada uno es diferente. Pues me voy a mojar como Gerard Depardieu y su ¡No gracias! Dejad a cada cual en su sitio. A los que les guste estar a la sombra en mangas BIEN. A los que refunfuñan debajo de la higuera porque no se han caído del guindo BIEN. A los pobres valientes que solo saben arriesgarlo todo BIEN. A los ricos y más que ricos que acaban perdidos en su mundo de dinero BIEN. A los que se engañan a sí mismos para creer en un mañana BIEN. Y me dejo a muchos sin nombrar por pereza y desgana, porque el país sigue como estaba y no existe la fuerza y las entrañas de hacer algo loable sin culpar al de lado. Aquí no hay "malos" tan solo una tremenda hoguera nacida para contemplar el humo y las pavesas.
No quedan armas, las de verdad se han vendido. La desinformación es la neblina de esta guerra.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Epílogo

He decidido colgar lo último que he hecho de mi pequeña novela que aún no he registrado ni publicado. Empezar por el final es un poco deshonesto y más cuando lo que verán sea un fragmento de un epílogo de unas quince hojas o así. Algunos ya han leído mi librito y otros están en ello de manera incompleta por inacabada. En cualquier caso gracias por tener paciencia crítica conmigo. Siempre con ustedes.

Un mes después de que David llegara de Andalucía y de traerse consigo Cuentos reales, los cinco cuadernos que también había escrito el fenecido andaluz y cómo no, aquella guitarra que no le pertenecía y de la que se enamoró perdidamente hasta el punto de tenerla que hurtar cuando el equipo del 112 se marchó, estaba de vuelta por el hospital porque Miguel se había roto la cadera y luego caído (nunca al revés) al salir a comprar el periódico por la mañana.
Llegados a una edad no se les puede dejar ni siquiera solos. Es así. Crecemos y maduramos para volver a ser niños. Al menos eso es lo que pensaba el sobrino. Cruel modo de cerrar un círculo como es la vida.
Mientras se desesperaba un poco en la sala habilitada para ello, un médico pasó por el pasillo con un caminar seguro y firme. Era muy alto y calvo, por unos instantes se paró a pensar de qué le sonaba. A veces ocurre, que con el trajín diario uno acaba almacenando rostros por doquier y luego en algunas reuniones empresariales o en cualquier otro lugar recobran un poco el protagonismo pareciendo ser alguien conocido cuando todavía no lo son. Jugadas del cerebro.
Eso era lo que le estaba pasando ahora. Le dedicó poco tiempo a la indagación. Seguramente no le habría visto en la vida y todo era porque la cara le recordaba a la del famoso nadador americano pero sin pelo «¿Cómo se llamaba?». No iba a perder más el tiempo con manías absurdas como la de dedicar demasiado a intentar reconocer a un desconocido.
Su pequeño ordenador portátil seguía emitiendo un leve reflejo azul sin el salvapantallas sobre la camisa gris de Adalid bien abrochada y metida casi sin pliegues dentro del pantalón negro de pinza. Los calcetines iban a juego en tonalidad con la pernera de la prenda y eso mismo era lo que estaba viendo una señora con un flemón que estaba sentada en frente suya. Eso y lo atractivo que era. Él, por el contrario, parecía un empresario rodeado de cuadernos de colores que se esforzaba en encontrar una idea adecuada a las doce del mediodía.
Así era. Al final decidieron reunir los textos de los cinco ejemplares que dejó Segundo más el “libro fino” como lo llamaba su tío acostumbrado a leer obras bastante extensas. Aunque, para ser más exactos, leía lo que le cayera en las manos. Una tarea bastante ardua para el que nunca haya leído nada, pero Miguel, una vez comprendido y asimilado todo, expresó su deseo de recopilar lo literario de los volúmenes e intentar publicarlo. Lo hacía por filantropía, empatía, porque le conmovió la historia de alguien que en vida necesitó ayuda y luchó a su modo. Esto a David ni le pareció bien ni mal. Entendió que era una petición más de la persona que tenía a cargo y mientras el tío se hiciera responsable de la lectura y captura de los textos, no pasaba nada. Lo malo es que ahora estaba dentro con el médico, con lo cual era su turno.
Miguel subrayaba y corregía en rojo sobre azul. El sobrino no tenía el bolígrafo encima, así que optó por empezar a leer por donde estaba marcado desde la última revisión. Abrió el libro rojo desde el principio, ya que iba a realizar esa tarea, lo haría como es debido.
Otro médico apareció en la sala y pronunció el nombre de Adrián Álvarez Cruceta. El inesperado lector dejó su portátil en la silla de al lado, observando antes las caras de los que estaban sentados por si alguno hubiera mostrado el más mínimo interés sobre su caprichosa herramienta de trabajo. No fue así. Parecía que preferían los móviles de última generación, las tablets u otros soportes; pensó el publicista.
De pronto regresó al apellido de antes, Álvarez. Recordó que en el colegio le enseñaron un día que en la época de El Quijote la terminación –ez significaba «hijo de». Así Álvarez era hijo de Álvaro y Rodríguez de Rodrigo; así sucesivamente.

martes, 3 de septiembre de 2013

Resistir al olvido y mirar el porvenir

Tengo recuerdos preciosos de gente que ya no está. No sé en qué me convierte eso... ¿en un tío con suerte? Quizá; si por suerte se entiende pretender quedarte aquí el último. Bendita locura. Yo entre todas las imágenes de mí mismo; porque recordar es volver al «tú», al enraizamiento del pasado sobre los tuyos contemplados desde tus ojos. Eso es lo que somos. Por eso me gustaría grabar a fuego en la memoria algunos detalles para no olvidar quién soy. Los acogeré como semillas diminutas en una amplia llanura, la de la imaginación.
Y las simientes negativas, es decir las que no suman, las dejaré cuales rocas repletas de aristas en otro desierto, a la espera de que sus bordes ya no lastimen tanto. Y mientras reposan me dedicaré... qué digo... me volcaré en las buenas, en las imperecederas. 
Pero me falta un todo; la existencia de los seres.
Un recuerdo puede ser semejante, tal vez, a una fotografía amarillenta en sus extremos. A lo sumo parece hasta mejor porque la instantánea retrata la exactitud de un momento; cuando en la imaginación uno puede ampliarlo y revivirlo, una y otra vez, mientras se espera un tren en un andén perdido o mientras se sueña. El pensamiento los trae de regreso con rigor a modo de juego y necesidad. Pero ya no quedan olores, ni colores, ni la esencia en sí misma. De pronto te percatas de que lo único que conservas en la memoria es una película (nunca acabada) de familiares y amigos que se han ido por otro camino o que han dejado de existir sin más.
Te toca seguir remando. La vida sigue, como se suele decir, pero ya no es la misma; al igual que un monedero no es el mismo con veinte euros en el interior que con cien. Te centras en tu ramillete de amistades y en el resto de tu parentesco. Los que no entren por el aro de la virtud, mejor casi que ni levantar la vista del suelo cuando el destino os vuelva a cruzar. A veces el tiempo es demasiado exquisito hasta para una bocanada de «hola». No defiendo a los antipáticos. Solo refiero que después de un saludo, si la ocasión lo requiere, debería ir una breve conversación por cortesía y casi necesidad. Si esta no se produce lo mejor es no forzarla tan siquiera. Los factores tienen su motivo y a la química habría que dejarla volar.
Destino, puro azar para los mediocres y sino para los excelsos; pues ni con unos ni con otros. El mañana es moldeable aunque, en ocasiones, tenga toda la pinta de que el sol ha salido por donde no le correspondía. Hacía delante es la única dirección posible. Como premisa no está nada mal. Ver eso, sentirlo, supongo que es tener suerte, sí. Supongo que debe ser así.
Y los recuerdos que sigan sucediéndose. El pasado también es presente. Quien no entienda esto es porque vive una vida vacía sin la donosa raigambre que una vez lo intentaron sostener; preso de lo volátil, de lo que ocupa y no llena.

jueves, 1 de agosto de 2013

Abrir el 4 de agosto

Puede que Paco, como le conocen algunos o Florín como le conocemos unos pocos, empezara una guerra de letras que nos sacude de cumpleaños en cumpleaños... tal vez con este escrito ya enterremos el hacha del buen hacer, el regalo bonito que nos otorgamos de esta manera tan literaria. O no. Quién sabe. A las pruebas me remito. Lean pues, lean.
Al principio me costó abrirme, como con todas las demás personas de la asociación, ante un tío noble que hablaba por los codos y que gracias a dios todavía hoy lo sigue haciendo, porque ante los silencios prolongados él siempre guarda un as bajo la manga en forma de pregunta inteligente o algún tema que le quedó en el tintero y que su incertidumbre le ha mantenido un tanto en vilo.
Ducho en su trabajo, con toda la buena pinta de ser un gran padre y un líder sabio bajo su techo y sobre esa sonrisa de pillín amoldada en una postura de madrileño sencillo que, créanme, nunca pierde y eso que no es de la meseta ni por asomo. Pero Florín siempre responde. Tan pronto te lo encuentras en tus éxitos como en los peores momentos. Y eso, si se me permite, es de destacar, porque más o menos todos sabemos ir de cañas, pero estar ahí cuando pocas personas están es complicado. Mi amigo es todo un señor no me cabe la menor duda. Posee también un gran nivel de empatía; lo que es ponerse en el lugar del otro y sabe conseguir lo que quiere siempre con un grado de asertividad sobresaliente. 
Su clave, no obstante, reside en dos factores primordiales. La primera de ellas es tener una buena familia y unos buenos amigos que te representen porque uno es como a uno lo ven y este tío anda que no tiene que tener buena gente detrás, jaja. Y la segunda es que es un hombre que ha estado muy en contacto con la tierra, con el campo, con la vida en general; muy parejo a la felicidad que describe Bertrand Russell.
Hace ya algún tiempo escalaba montañas... alcanzaba metas complicadas con sus propias manos. Luego lo alternaba con la pesca, que para colmo, creo que todavía se va con su padre y tiran la caña los dos juntos, codo a codo; sigue logrando metas en la actualidad. Ahí es nada. Futuro y presente unidos por un entretenimiento. El padre que jugaba con el hijo ahora, quizá, se podría decir que es un juego compartido.
Y para colmo es un soñador. Es de ese tipo de personas que imaginan un cielo de nácar cuando amenaza el chubasco. Que no se rinden si lo esperable no sale como es debido. Siempre hay una solución, un camino más fácil o llevadero. Y si no es así... a esperar, que los buenos siempre aciertan. Con todas y con estas me atrevo a decir que es un auténtico placer compartir su amistad. Al camarada que siempre me lee y escucha. Con mucho afecto.

martes, 23 de julio de 2013

Inserción laboral

En el curso los siete alumnos tomaban apuntes como posesos. Si hubieran llegado a imaginar que Leopoldo, el profesor, les iba a regalar la segunda prueba eliminatoria para acceder al puesto de trabajo por el que luchaban, no se lo hubieran tomado tan a pecho; eso seguro. Pero ahí estaban escribiendo datos bursátiles sin tener mucha idea de ello, como si eso fuera a hacerles la vida más fácil y llevadera. De cuando en cuando Leopoldo soltaba una frase actual para levantarles el ánimo. Era como la carnaza para los tiburones. "Ya no estamos en crisis. Ahora es una evolución. Adáptense". Alguno se quedaba pensativo por unos instantes con el móvil en la mano... probablemente con el wassap encendido.
"Ya lo decíamos en el año 95 en los colegios que una licenciatura no te garantizaba el trabajo". Todos seguían copiando las diapositivas intentando subsanar el mensaje dañino y de cruda realidad que vendía el profesor de marketing internacional.
Afuera el cielo se encapotaba. Las nubes cogían cada vez más densidad; parecían replegarse sobre sí mismas. Pronto caería una tormenta de verano. Con su agua turbia por la continencia de tierra y sus numerosos refusilos amenazantes, una tempestad eléctrica y casi seca.
El proyector emitía una luz azul constante y nítida sobre una pizarra blanca descuidada por el paso del tiempo y por el mal uso que habían hecho de ella. Tenía manchas muy visibles de haberse rozado con algún objeto pesado o de haberla intentado cambiar de lugar. La vida de las pizarras siempre me ha parecido un auténtico misterio. Con todo lo que muestran nadie sabe a dónde van cuando nadie las necesita. Se supone que al vertedero claro, como todo, puesto que jamás se ha visto una en algún punto limpio, por ejemplo. Alguien podría reutilizarlas, tal vez, en fragmentos. Digo las pizarras que estaban hechas de pizarra no las que son de plástico sin apenas grosor. La cultura siempre se debe abrir paso.
Dentro de clase hacía calor. El aire acondicionado no era suficiente a no ser que te sentaras justo debajo de la ventilación. Leopoldo, a pesar de contar con setenta y siete años de edad era un hombre con una mente avanzada para su tiempo y hacía chanzas de vez en cuando, fuera de clase, fuera del mercado. En los cinco días que duraron sus explicaciones intentó explicar conceptos prácticos para cuando saliéramos a las empresas que nos fueran útiles.
Una de las últimas frases suyas  fue que hace mucho te daban una pala y un lápiz antes de ir a la escuela y te preguntaban "¿Qué pesa más?" A raíz de eso uno escogía, se supone, estudiar. En fin son historias antiguas.
Al final, los exámenes se hicieron y nadie pensó que Leopoldo les echaría la mano que ahí fuera no serviría de mucho. Se portó bien, pero el mercado no es así ni mucho menos.
Hoy en día no hubiera bastado con coger el lápiz y la pala a la vez sin tener que escoger... "traiga los dos pa´ca". Quizá estemos ante una evolución porque la historia es cíclica, pero ¿dónde está el final del agujero? Lo malo al caerse uno es desconocer cuándo notará el impacto con el suelo.

martes, 16 de julio de 2013

Coctelera onírica

Mamá, en la actualidad, ha convertido tu habitación, bueno, lo que antes era vuestro espacio "el cuarto de los abuelos" en una sala repleta de macetas con plantas como tanto te gustaban  y fotografías, no tantas quizá como se debiera; puesto que en una ausencia toda recreación visual y conmemorativa parece banal e insustancial, como beber con mucha sed en vaso de chupito.
Resulta que el sueño de hoy guarda mucha relación con este habitáculo ya que ayer pasé algún rato a solas en él, observando el minutero... tic tac... el tiempo vuela.
¿Qué ocurriría si los que se han ido, si los que ya no van a volver más, regresaran de imprevisto y vieran lo que hemos hecho con sus casas, con sus posesiones? No quiero remover en lo negativo del alma humana, quiero recrear por ejemplo, en que si una cortina se cambia una vez se haya ido una abuela o una tía y ya no se la vuelva a pedir opinión, cuando esta volviera de la tumba se llevaría un buen disgusto tal vez y eso que solo hablo de un simple trozo de tela y eso que estoy en la superficie del alma humana como decía anteriormente. No voy a adentrarme en las disputas por las herencias, no. No voy ni arrimarme. A mi abuela, por ejemplo, me la presupongo diciendo: "!Uy Mari que bonitooo¡" o todo lo contrario ojo, jaja.
Ahora bien, ¿cómo comparte el dolor por una ausencia si el que se va no puede hacer evidentemente el feedback? Con esto quiero decir que sería maravilloso que después de la muerte hubiera una prórroga para charlar con el que se marcha para decirle aunque fuera: "Madre mía padre cuanta falta me haces" o "¿te acuerdas cuando...?" o "acabas de irte y ya..." No sé en fin, lo que se quisieran decir cada cual. Un último momento peligrosamente adictivo e igual o más que doloroso. Hablo por hablar. Está claro. Y pido por pedir. Porque estoy en la sección de sueños y pesadillas.
Bueno pues después de la introducción decir que he soñado que desde dentro de una de esas macetas empezaba a volver a hablar. Sí, como antes. Primero a balbucear, como en el final, pero era un balbuceo como cuando se dormía una siesta y luego de pronto arrancaba a charlar y a decir y a ser ella de nuevo. Qué se yo; luego avanza de pronto el sueño y anda por la parcela, despeinada. Mientras, nosotros miramos con desconfianza por la ventana. Mi madre llama a mi padre para que vea lo que sucede. Estamos estupefactos. Los sueños son eso.
Pero lo que más me llama la atención de la recreación que tengo es el cuidado que siento hacia ella. Es como si supiera que el que volviera a la vida iba a ser cuestión de pocas horas y hubiera que disfrutarlo al máximo con mi abuela zombi y aquí si que estoy siendo frívolo. Hay que tomarse la vida con ciertas dosis de humor y más si es un simple sueño que no hace mal a nadie. ¿No creen?
No debemos poner bozales a lo que nos hace libres.

sábado, 29 de junio de 2013

Cronocrítica

En la sala multiusos del centro cultural Tomás y Valiente, hay una claridad extraña, como esa tonalidad que en ocasiones regala el atardecer y que nublan a uno la vista. Las paredes altas y encaladas refractan la claridad del sol y casi hay que dejar la interpretación de los hechos a los oídos más que a los ojos. Javier Saceda, vicepresidente de la asociación de escritores la Buena Letra, entre otras muchas aficiones, presenta su libro Recuerdos de una mirada, rodeado de familia, amigos y compañeros.
Al otro extremo de la mesa rectangular, habilitada por Cultura, se encuentra la otra autora de este peculiar ejemplar literario, Nagore Martín.
Los dos protagonistas del acto están preparados y demuestran tener las tablas idóneas y el saber estar necesario mientras transcurren los minutos. Entremedias se encuentra Fernando Álvarez, el hombre que comienza la presentación con mucha soltura y una retórica precisa y elaborada sostiene que el ejemplar que “apadrina” es un libro diferente en tanto en cuanto son textos cuya inspiración se basa en lo que, con anterioridad, se retrata en unas fotografía hechas por Nagore Martín.
Por último, también a la mesa y siempre atenta y risueña se encuentra Omara Pérez, la modelo que sirve de inspiración para la fotografía de la portada y uno de sus textos que Javier Saceda ha elaborado con acierto y precisión.
Recuerdos de una mirada mezcla dos artes, el de la fotografía y la poesía. Dos campos que, a priori, parecen descabalados, pero que aquí casan certeramente ciñéndose la contundencia de las bellas palabras con el predominio de lo siempre visible de una imagen.
Tras la presentación que hace el autor del libro donde se arrancó a leer varios de sus poemas acompañados de música, como si de un recital se tratara, comienza el turno de las preguntas.
Los asistentes no cesan de interrogar a los dos protagonistas fuenlabreños que se defienden con sinceridad y buen hacer. Ella responde que habrá una segunda colaboración entre los dos en un futuro cercano y él que lo que le empujó a seguir escribiendo después de estar un año parado, que no quieto, fue el seguir innovando y siempre hacia delante.
Luego, de cara al final, se levantan los cuatro, la música se acaba también, pero dejan de por medio su obra literaria, la creación conjunta que les ha vinculado en un proyecto innovador. Los asistentes también se preparan para irse. No ha habido cámaras de retransmisión y los micrófonos que han hecho su función captando el sonido no tenían la finalidad de recabar en los tímpanos de oyentes radiofónicos, pero ahí han estado. La cultura a veces es tan intangible como el aire, sí y qué somos el público sin esas obras que transportan nuestra imaginación, que permiten meternos en personajes que nunca seremos, donde uno se encuentra verdaderamente solo enfrascado en su lectura. Por todo eso y por ende gracias a Javier Saceda y a Nagore Martín.

sábado, 22 de junio de 2013

Las últimas sirenas

Ante todo he de decir que el título de esta entrada no es del imaginario del propio autor. Sencillamente se lo cogido prestado a Cayetana Guillén Cuervo, la actriz y presentadora de esa familia de actores españoles.
Quien escribe estaba en la sala de espera de la consulta del médico de cabecera en Moraleja de Enmedio... sí, hasta allí llegó desde Sanchinarro, el lugar donde el padre de la actriz pasó sus últimos momentos o eso decía el texto que leía pegado a una puerta y que tenía, como ya sostenía anteriormente, el título que se indica al principio.
Bueno, lo que viene a decir es una diferencia clara, desde mi punto de vista, en la sanidad española. Como todo, hay médicos y enfermeras que han nacido para ello y que da gusto cómo nos tratan y otros que no sabemos muy bien a qué aspiran. Son esa especie de House que se retroalimentan y que olvidan que algún día ellos también necesitarán un galeno o doctor.
Es relativamente sencillo atender a un paciente que se va a recuperar tras el medicamento de turno, pero lo inalcanzable para muchos, lo demostrable en las condiciones humanas, es tratar a un paciente terminal. Allí, en ese terreno complicado de pisar, no se discierne de privacidad o no. O se está hecho de esa pasta especial o se podrían ir los cuidados paliativos a tomar algo a una cafetería porque algunos tienen la misma predisposición. Así, sin más vueltas de tuerca.  Los futbolistas o cualquier profesional siguen cobrando mientras tienen un mal día de trabajo; aquí no se debería. Piensen que es el ocaso de las personas lo que está en juego y para eso, para saber estar en esas situaciones, hay que nacer para ello. Vamos, un empleo vocacional.
En cierta ocasión, vi a una de estas sirenas desplazarse sobre sus piernas estando enfermo. Me extrajo una prueba sanguínea, aunque le hubiera dado mi cuenta bancaria si la hubiera pedido. Si han estado en esas circunstancias lo entenderán. 
Son, como de otro mundo, siempre con sonrisas, siempre esperanzadoras, siempre con un siempre y jamás con nuncas.
Las hay bellas, con arrugas y ojeras, lozanas y también existen fuertes, complacientes y risueños; trabajadores forjados bajo la ley del respeto, la educación y la bonhomía más honesta (impagable al fin y al cabo).
No es fácil preguntar, mirar, ni, a lo sumo, atender y responder las peticiones de un enfermo terminal. Piensen, por un instante, en lo que desgasta "desesperar" en cualquier sala de hospital o habitación para comprender la labor de ellas en sus horarios de ocho horas o con turnos partidos. Puede que este sea uno de los motivos de la acritud y la mala vía por la que descarrilan algunas y algunos; pero a los que te guían al final del camino... mi más sincera enhorabuena por saber estar en una profesión para la que no todo el mundo vale.
Desde aquí, no obstante, pido con fervor que algunos médicos de paliativos abandonen su falsa moralidad y vean que, una vez acabada la obra lo importante es cómo bajar el telón. Cuando asoma la muerte hay que ser lo más práctico posible y evitar el dolor. Sea al precio que sea. Es cuestión, tan solo, de saber estrechar una frágil mano, no de apretarla. Tan solo.

sábado, 8 de junio de 2013

Un demonio dentro

Hay ocasiones en las que mi apetito pide la mayor de las saciedades y hasta que no se lo concedo el ansia, desde el estómago, no se queda ahíta. Escucho todos los consejos de los amigos; tanto los sanos como los más perjudiciales para la conciencia... si es que aún me salvaguarda. Haz esto, no hagas lo otro, mantente firme, cómete una pieza de fruta o sáciate con agua y piensa que es cualquier manjar que la imaginación traiga a tus pies. ¿Con agua? Válgame Dios y el diablo, a mí que siempre me gustó comer y que ahora, sin saber el motivo, no puedo frenar el ir a vaciar el frigorífico y devorar selectivamente lo que prefiera mi paladar; y allá su suerte. La gula no es pecado sino perdición.
También leí que al cuerpo hay que darle lo contario de lo que pide. ¿Lo contrario? ¿Acaso el león se acuesta a la sombra cuando quiere procrear? ¿O se sube a un árbol a contemplar las llanuras africanas cuando siente sed de sangre? Si los animales son sus propios dueños nosotros también y por eso ando yo en descripciones acerca de lo sucedido.
Resulta que me acuesto plácidamente en la cama y al rato me despierto sobresaltado sin saber muy bien los motivos del desvelo. Miro la hora. A veces las dos, otras pasadas las cuatro o las cinco. No hay pauta. Mi cuerpo, desde un análisis clínico, se podría afirmar que permanece normal, es decir, buenas pulsaciones y tensión estable, pero desde mi abdomen se escuchan los rugidos que hacen mis tripas como si no hubieran depurado alimentos en días. Voy a la cocina; ingiero lo primero que veo; da igual dulce que salado, suave que agrio, duro que tierno. Mi mandíbula obedece el instinto visceral de devorar y así accedo a una mala costumbre nocturna. No sé qué tendrá la noche, pero la mayoría de acciones que se llevan a cabo tras la madrugada parecen ir en contra de la naturaleza, como si fueran incorrectas o voy más allá, impropias. Un ejemplo claro es el insomnio. Los que no pueden dormir mastican sus propias uñas porque piensan que a esas horas lo más aconsejable es descansar. ¿Pero quién lo dice? Acaso es más sano dormir de noche que de día. Pues sí, por costumbres y por ciclos vitales; ahora mírenme que hago varias comidas antes, incluso, del canto del gallo. Con esto quiero expresar que si no nos queda otra habrá que seguir con lo que padecemos. Allá cada uno con sus males.
Como todo seguía igual he ido al médico y, tras auscultarme la zona y mandarme pruebas, no ha visto casi nada, tan solo un apreciable aumento de peso.  Dice que puede ser producido por ansiedad. Y es que muchos salimos de la consulta con lo que queremos escuchar. Siempre he sospechado que en mi trabajo mi jefe me acabaría consumiendo. Aunque seamos realistas, aquí, en el meollo de la cuestión, poco tienen que ver terceras personas. Ni mi enemigo querría verme pasar por esto.
¡Vaya, me temo que no hay una pastilla curalotodo para lo que me ocurre doctor! 
A las malas, he optado por precintar la hoja del frigorífico antes de acostarme y desprecintarla al amanecer. Eso me funcionaba hasta que decidí hacer lo mismo con la puerta de la cocina, luego la del salón,  al final, la de mi propio cuarto. Así que cuando llega el hambre, bendigo al teórico que afirmaba ser más llevadera que la sed... es mentira, abro los ojos y camino por la habitación en penumbra. Entonces recuerdo el rezo sobre los cuatro angelitos que custodian la cama. Cuando creces el saber popular y la fe religiosa no ayudan demasiado. Estás solo frente al cocodrilo. Sin más credos.
Ya sueño con comida, hasta con alimentos que no me gustaba antes consumir; y al despertar ahí está, como si tuviera un agujero negro en el estómago. Un apetito voraz incontrolado, que tira de mis párpados mucho antes de la hora comprensible de cualquier desayuno.
Como no lo saciaba comencé a probar la cal de la pared. La textura rugosa del gotelé parecía calmar  mi ávida lengua, pero luego, sí, fueron los dientes, sin duda, los que me empujaron a morder la mezcla de yeso y pintura, como si con ello se aplacara el hambre del hombre.
No sé hasta donde más me va a llevar mi mal, pero no tiene fin. A solas estaba ya en mi hogar donde se habían agotado las subsistencias y donde había decidido, hace días, el no ir a comprar más. Al final del túnel no hay luz, solo un apetitoso y exquisito pollo aderezado con cerezas y gajos de naranja. Eso es con lo que soñaba salivando últimamente, hasta que la policía entró en casa ¿o se podría decir en la tumba? por la preocupación de los vecinos que no me veían salir ni entrar, abrir y cerrar, ventilar o tirar de la cadena. Por fin, me sacaron de la habitación; me alejaron sobre todo de la cocina y de ese frigorífico, paraíso anhelado, y al salir a la calle rodeado de decenas de curiosas miradas reaccioné y pensé que había ido demasiado lejos. La ambulancia te ocultaba de los inquisitivos e inofensivos ojos del vecindario. Nunca más volveré a este lugar. Pase lo que tenga que ocurrir. Y por fin, tras un periodo de tiempo inconcreto, mi alma comenzaba a sentirse algo más liberada y apaciguada lejos de la gula y el hambre insaciable. Por el momento, se podría sostener que me he desecho del halo maligno. Y eso no es cualquier cosa.

sábado, 1 de junio de 2013

Argumento inicial del juego más gore

La nave Domitor (por ejemplo, que en latín significa dominador… también se me ocurre Epsilon… que es una letra del abecedario griego y que tiene mucha enjundia para explicar; esta opción abre más las opción genética y la primera la del modo de juego que más se asemeja a lo que me pediste en plan Pinhead. Otra que puede molar es Abalieno, que significa enajenar) sale una vez al mes al espacio con la intención de corregir o rectificar el comportamiento y la conducta del asesino más peligroso. Es una prisión, en teoría de máxima seguridad, o eso es lo que informan desde el gobierno que implantó este nuevo modelo de reintegración social para los peores presos. La prisión espacial, parte sin tripulación y el sujeto a analizar debe de sobrevivir un determinado periodo de tiempo resistiendo y sobreviviendo con lo que vaya encontrando en su camino. Él se despierta reconociendo lo que debe de estar pasando. Entre los presos terrícolas saben de este insano castigo que el gobierno implantó hace décadas. Por un lado se siente úfano al saber que el estar allí significa ser uno de los peores presos, pero también se muestra un tanto cauto ya que nadie sabe lo que pasa en el espacio. Hasta la fecha ninguno lo ha contado. Además de no comer y de dormir mal, deberá hacer frente al juez, también llamado dominador, un ser capturado hace ya mucho tiempo en una galaxia remota y cuya misión es rastrear al preso de turno y comprobar su estado de locura con su olfato desarrollado, es una cualidad especial que tiene. Solo en caso de que el reo haya perdido la razón por completo y haya cumplido su pena le dejara con vida, si el dominador, se encuentra en algún lugar de la nave con el asesino y todavía su alma guarda un poco de cordura lo devorará lentamente desmembrándolo. Desgraciadamente se han encontrado casos, en los últimos años, en los que el juez también ha perdido el juicio y ya devora sin rigor.
La idea es que este personaje, llamado X tampoco sobreviva al castigo, pero no se sepa hasta el final.
Mientras el protagonista va avanzando por inercia natural se encuentra en una sala un cuaderno de abordo. Al accionarlo aparece un listado de presos con una equis roja a la izquierda del avatar. Al activar cada icono aparece información relevante para el experimento. Da a cualquiera y sale el video de cuando el juez aplica sentencia de muerte. Entonces el personaje principal, que hasta la fecha se había mostrado escéptico comienza a desconfiar y a sentirse un poco más vulnerable.
A su vez entra en salas donde hay restos que nadie ha limpiado, eso demuestra el gran interés de quien implantó esta penitencia. Restos de cadáveres que están decapitados y cosidos con cadenas y alambres; cada día que pasa el juez se encuentra más cómodo con su propia decoración, de hecho se encuentra como en su propia casa.
El monstruo puede medir dos metros de alto y ser muy fornido; podría ir sobre dos piernas o a gatas. La dentadura es afilada y prominente; sin labios. En la  mitad de la frente tiene insertada una placa de acero de algún enfrentamiento pasado. Ahora también es otra arma de defensa por si se cruza con algún valiente. El sonido característico cuando alguien está cerca de él es el de esa poderosa dentadura, el rechinar de dientes, aunque algunas veces y en algunos videos de bitácora se aprecia un extraño y penetrante silbido; se desconoce su procedencia.
El fin último del superviviente es encontrar elementos básicos que le permitan seguir con vida unas horas más. Huyendo sin saber de qué, escapando de sí mismo.
Por desgracia el gobierno no ha invertido mucho en este proyecto social y las naves son bastante antiguas y fallan de vez en cuando, como el sistema de oxígeno, la refrigeración, la luz o el sistema gravitatorio…
Para ser más bizarro puede haber un hilo musical en las salas que repitan de vez en cuando una canción como Gloomy Sunday con cierta ironía para invitar al encarcelado que si quiere puede dejar de sufrir suicidándose.

jueves, 16 de mayo de 2013

Mientras

Tienes el nombre del único satélite natural que va girando sobre la Tierra. O eso es lo que decía la canción asturiana que hace referencia al sol como Lorenzo y a la luna como Catalina. Escribo estas reflexiones porque sí, porque ya tocan. Huyo de colocarte como cabecera de cualquiera red social para buscar que los demás sepan que has sido una bandera en tu familia, aunque no conozco a muchos que gusten de ello cuando el toro todavía no ha pasado. Y aquí estoy, echándote de menos y aún no te has ido.
Deja que te hable con franqueza cuando más te tengo que ocultar. Te pido un imposible más... déjate engañar. Créete, por lo que más quieras, que mañana habrá otro día; deja que mi mala interpretación de un buen embuste te convenza para seguir adelante en este bosque de zarzas por donde todos hemos de pasar. Permíteme que sienta cómo un alambre de espino se enreda en mi lengua por no decirte la verdad.
Lo peor, sin duda, está por venir. Vas a ser la protagonista directa de ver como todos nos enrocamos en la jugada, como vamos a hacer de esto algo cotidiano y casi liviano, aunque por dentro algunos estamos paseando ya la pena, haciendo hueco a la fuerza por una ausencia anunciada de sopetón. Siempre te sorprende así, se tengan siete años como noventa y cinco bajo cualquier indicio y sospecha. Poco a poco, como lo que tarda en llegar tu viernes en la semana, irás cayendo en la cuenta de por lo que estás pasando. Los cuerpos, llegada la hora, no mienten.
Mientras, me coloco ante ti para que me veas. Te acaricio el pelo, memorizo tu pequeña silueta por si se me olvida en un tiempo a esta parte. Cuento cualquier anécdota y me medio escuchas. Te escucho al hablar en un tono que ya no es el tuyo, pero de momento es una mina, con eso me conformo, te miro y estás ahí, qué mayor gloria hay que esa. Es como si mi pecho anidara miles de pequeñas golondrinas que se regodeasen por la extraña y justa tregua. Luego vendrán los dolores, el dilema moral de ver que los enfermos pagan quizá demasiado por no desprenderse del hilo de la cometa, la vida.
Lejos quedó sobrevivir a una guerra civil, al hambre y a otras injusticias vitales que es mejor no contar tan siquiera. La mayor de seis hermanos ha visto cómo de la nada se creó una familia que tal vez no llegue a vivir tanto como ella. Los buenos se apagan lento, aunque la dalle nos siegue a todos por igual.
Ahora, en este preciso instante, es cuando apago el portátil y voy a hacerte compañía. Intentaré desligarte del embrujo de esos programas de televisión donde lo que importa no es estar sano, sino parecerlo y a ver transcurrir el rápido pasar del tiempo. Lo mismo hoy le echo agallas y te doy un buen abrazo... aunque ya duelan, qué más da. Te quiero y me quieres... golondrinas en el pecho.

domingo, 28 de abril de 2013

Como en los primeros besos

Recuerdo con ternura mi primer beso y cuando digo beso no me refiero a cuando se emplea la lengua, que al principio es toda una intromisión como defiende Eloy Moreno. Para mí el primer ósculo me lo dio una chica llamada Alexandra. Estuve varios días o semanas buscándolo, haciéndomelo merecer solo igual que cuando eres un chiquillo; queria que me lo diera motu proprio sin el juego de la botella o robándoselo.
Esta chica me gustaba bastante aunque no sabría diferenciar entre mis "bastantes" de por entonces. Se me viene a la memoria que para conseguirlo decidí regalarle una flor, pero no fue comprada; en las parcelas de donde antes vivía había muchos rosales a pie de calle, así que un día  me apropié unas tijeras para cortar dicho deseo, aunque la flor comenzó a ser algo entre mis manos justo cuando le di el tajo. Dicho y hecho. Llamé a su casa, salío y se la di. Ella se sonrrojó tal y como se sonrroja uno en los prólogos a la pubertad, repleta de esa sangre joven, inexperta, esperanzadora y tierna. Luego me dio el ansiado premio en la mejilla y me supo tan bien que aquella noche dormí del tirón, como solo se puede dormir cuando uno es niño.
Pero lo que no le conté es que me gustaba, aunque el hecho de que te regalen algo así lo demuestre preferí guardarme los detalles escabrosos. No le dije tampoco que estuve seleccionando entre muchas rosas con el único pretexto de que sus púas estuvieran lo suficientemente separadas para que cuando la cojiera no se pinchara los dedos. Tardé bastante. Luego aprendí que las púas de la rosa crecen en proporción áurea, es decir que se crean simétricamente respondiendo a unos valores geométricos que suelen estar en la mayoría de las composiciones naturales que conocemos, incluido el cuerpo humano. Vamos que la que escogí era equivalente a las que descarté, pero para mí en esa edad fue todo un logro conseguir la que parecía única.
No le comenté siquiera que tuve otro contratiempo con los colores. Había rosas, blancas, amarillas... menos negra florecían de casi cualquier tonalidad. Al final de tanto dudar en la selección, escogí la roja. Ya que me involucraba que hablara el hecho antes que uno mismo, aunque no las tuve todas conmigo. Quise ser discreto hasta cuando menos hay que serlo.
Al final no hubo nada más con esta vecina. Pero siempre recuerdo extrañado los peculiares pormenores y cuidados que dediqué para lo que relato. Desconozco a su vez porque los besos iniciales se recuerdan con más viveza. La idealización de lo que se pretende es casi superior al hecho consumado. El premio fue más que suficiente, pero eso no tuvo la menor importancia. La recompensa al esfuerzo no importa, lo que si procede es el empeño, la imaginación creativa, la dedicación con la que uno cerca una idea para llevarla a cabo. Sea del tipo que sea. Al final, supongo, la vida pasa y lo que queda es el contexto y la maduración de unos hechos hilados por su circunstancia. A los que no meditan las causas y son directos en sus cometidos también se les pasa el tiempo, solo que la elaboración cambia considerablemente.
El poso de ideas es necesario aunque depende para qué factor.
Y los primeros besos son como los pétalos perennes de la memoria. Dónde mejor se puede apreciar la maduración de un sentimiento que con lo que refiero: la edad febril.

lunes, 15 de abril de 2013

Editorial mayo 2013

En este nuevo número de nuestra revista literaria contamos una vez más con escritores miembros de La Buena Letra. Divididos en versos por un lado y estrofas por otro. Y qué decir sin haberlo dicho antes. Seguimos interesados en el mundo que rodea a nuestro devenir literario. Acudimos a los cafés literarios que se celebran en el Centro Cultural Tomás y Valiente con la idea de empaparnos de lo que más nos atrae, el gusto por las letras. También, por otro lado, pretendemos hacer alguna breve pregunta al escritor famoso para ir más allá de su exposición y aprender todo lo que se pueda de tan gratos encuentros.
Este año en la Feria del Libro el tema escogido es la épica y a la mayoría se nos fue la imaginación a El Quijote, pero La Buena Letra, a buen seguro, le dará otra vuelta de tuerca y elaborará, como ya se decía en el comienzo, una revista y un recital en medio de toda esa lluvia cultural creativa y de festejo con nuestra característica caseta que estará situada en la plaza del ayuntamiento de Fuenlabrada, frente a la fuente.
Por si algunos siguen interesados en visitarnos recordar que estamos en el Centro Cultural La Paz, s/n, en Fuenlabrada, barrio de El Naranjo. Allí nos reunimos los viernes de seis y media a diez menos cuarto. También se han hecho interesantes cursos de declamación y expresión los lunes por la tarde impartidos por la compañera y de lectura los miércoles donde se escogían los ejemplares que luego acudirían al café literario para prepararlo y sacarle  mayor rendimiento. El de lectura todavía sigue impartiéndose al igual que el taller de escritura.
Aprovechen el momento tan primaveral y pasen por nuestra sede para conocernos en plena reunión si lo desean. Dicen que las musas suelen salir con el sol, así que hagan acopio de ello e inviertan en nosotros algo de su tiempo. Siempre se llevarán algo positivo.
Por último, quiero destacar el empeño y buen hacer de todos los compañeros de asociación, que como cada año están en la brecha literaria y donde se puede aprender de ellos en todos los ámbitos de la vida. A todos ellos, gracias. Nos seguiremos viendo cerca de un atril.

sábado, 13 de abril de 2013

Aburrimiento

La palabra "aburrimiento" debió de ser inventada por un niño. No cabe otra. No entra en la cabeza que un adulto quisiera resumir en dicha suma de letras algo que a su edad es impensable. Porque los hombres y mujeres mayores de edad apenas tienen tiempo de realizar sus tareas como para andar exclamando: ¡Me aburro! ¡No sé qué hacer!
Solo la mente de un chaval o chavala puede pasar por alto lo que es entretenerse en, por ejemplo, aquellos veranos que se hacían casi infinitos. Ya no sabemos lo que son las canicas, ni las chapas, ni mucho menos la rayuela (admito no haber jugado tampoco). Los nenes de hoy están al verlas venir y con mucha suerte pensarán que siendo buenas personas y teniendo un empleo digno podrán vivir en paz... se equivocan; y esta vez no seré yo quién juzgue si el razonamiento es pesimista o realista. Todos tenemos que amoldarnos al dinamismo.
Ni aplicándose al cien por cien en idiomas se puede potenciar a estas alturas el futuro. Si volviéramos atrás y completáramos esos veranos, un tanto vacíos, con cuadernillos Rubio y academía de inglés habríamos dado un paso de gigantes en dar una machada al aburrimiento, pero quizá, ya ven, hubiéramos perdido parte de la infancia, que también es formación.
El tiempo siempre te va a dar la espalda, sobre todo cuando vas transcurriendo tras él, puesto que nunca se tiene la percepción de estar sobre. Es una carrera en la que participamos descalzos y por vías secundarias; ya que el verdadero tiempo no existe, solo es una vaga percepción. De este modo opino que alcanzar un sueño es más sencillo de joven que de adulto. Los hechos lo refutarán si pensamos que cuando crecemos nos exigimos planes más competitivos y de largo alcance; en la infancia solo pretendiamos comer helados y más helados sin que un mayor nos cortara el deseo. Porque de chiquillos han de ser los padres quienes reconfiguren y planifiquen, en cierta medida, el mañana del hijo. También era lo más chachi capturar una largartija o colocar una moneda sobre un rail del tren para cuando pasara la dejara tan lisa que ya carecía de cualquier tipo de valor. Esto último no lo he realizado yo, pero al escribirlo no me creerán. Qué se yo las millones de combinaciones lúdicas que conlleva matar el tiempo.
Quizá la vida sea como un concurso de arroz con leche. Imaginaos que a todos se nos coloca en fila con la mesa desmontable de campo y los componentes característicos y necesarios para elaborar una receta del citado postre. Cada uno de los concursantes leen los ingredientes de la lista y, probablemente, a ninguno le quedará igual. Herbimos el arroz hasta que esté en su punto con cáscara de límón, luego lo sacamos y echamos canela...
Habrá quien presuma de ello y de la facilidad con que le sale el plato y otros se devanarán los sesos intentando dar con la clave del éxito con iguales medios y método. Diferentes cualidades humanas.
Volvamos a los acádémicos, miembros de la Real Academia Española,  que han introducido la palabra "aburrimiento". Les imagino debatiendo cómo mejorar la lengua española sin empeorarla. Insisto; es pura imaginación. Y tal vez les acometa un recuerdo de cuando eran críos y no sabían qué significaba invertir el tiempo, como supuestamente estén haciendo en este momento. Que el poder que han cosechado sirva para recordarnos lo que fuimos y lo que seremos en una sola coma, en un punto final; cuando el hastío les coja por sorpresa y ya tengan todo hecho y bien mirado mientras se rascan la nuca. Antes de que les sorprenda el final de una estación y el transcurso de los días venideros. Mal que pese el aburrirse significa que uno cree tenerlo todo realizado. Suena a banalidad, pero es un puntapié claro de los chiquillos al mundo adulto.
 

domingo, 31 de marzo de 2013

Ella, el resto del mundo y yo

Me gustaba enredar las yemas de mis dedos entre sus rizos, como un chiquillo. Me dejaba transportar lento al igual que el caminar de un cojo. La lámpara iluminaba lo que éramos, cuerpos desnudos, y lo que no, ropa arrugada en el suelo esparcida a su suerte. Luego ella comenzaba a hablar y su boca derramaba verdades predestinadas a mis oidos. Palabras sinceras que nos abrigaban y se hacían techo. Nadie quería ir rápido todavía. Esto era lo que debía indicar el vinilo que teniamos, "Carpe Diem", en una pared de la casa. El humor de los solteros cazamundos; no se les puede negar el resplandor de todos los buenos momentos.
Y por un momento, sobre una cama, dejo de ser juez de unos hechos para olvidar en unos instantes lo que soy. Es el cortocircuito del cerebro... tan agradable como volátil; difícil de abarcar o contener. Ella se abandona en la máxima expresión, intentando salirse de los moldes que marca la unión de dos cuerpos. Luego a la vagoneta de los sentimientos ya no le quedan más curvas ni más desniveles; llega el momento de detenerse. Es ahí cuando pienso en la soledad, en el profundo abismo que hay entre los dos, porque hasta cuando se hace el amor se puede estar solo buscando el placer individual, el autoplacer primitivo.
La felicidad dura tan poco y es tan cruel, porque para que exista debe convivir con la infelicidad y esta es más pesada e injusta que la otra, pero igual de válida; como guerra y paz o blanco y negro.
La miro... me observa... estamos tumbados. El mundo de medio lado es más mundo. La arropo. Afuera el invierno todavía golpea con fuerza los cristales de los hogares. Casas donde también habrá momentos de ternura para corazones destemplados. Luego pienso en las células que conforman la existencia y llego a la conclusión de que no vale la pena averiguar ni discernir nada. Al final todos nos iremos de aquí sin comprender por qué un plátano es un plátano y los cuerpos se atraen por inercia. Porque a veces pienso que solo somos cuerpos que van de un lado para otro, sin rumbo fijo. Cojemos el autobús hacia un curso, unos estudios, un puesto de trabajo; vamos sobre la tierra y bajo ella como párasitos; horadándola. La moralidad nos define como los animales superiores, pero sin eso, qué es el ser humano sin lo que nos hace únicos.
Por eso no sé qué responder cuando sobre su almohada me pregunta, ya extasiado, ¿en qué piensas?
Entonces la contemplo unos segundos y por unos instantes parece que todo casa, que todo va en la justa medida, que el pasito contribuyó a otro y luego a otro y al final los caminos se juntaron. Ahora es ella quien desordena mi cabello al igual que lo hacía yo en los preliminares.
A veces, todo recobra su sentido; dar-devolver-dar-devolver-dar... sin nada más. Mañana seguro que habrá otro sol que brillará igual para todos. Miles de persianas se replegarán dando la bienvenida al nuevo día, otro más de tantos. Todo sigue según la acordado.

viernes, 15 de marzo de 2013

Una vida

Solo tenemos una vida. No contamos con otra. Por lo tanto habrá que dejar de esperar más oportunidades puesto que para ser certeros hay una única y deberia ser exclusiva. El éxito y el fracaso son para los que les gusta recrearse en el anden del metro o tren. Para los del medio, los que no han sabido anudarse la corbata a tiempo, es hora de salirse del molde. Cada día importa con lo que se nos ofrece. Pliega el periódico en cuatro cuartos si puedes o déjalo en cualquier papelera. Desabróchate el cinturón o déjalo una o dos oquedades por delante. Múdate a un ático con tejado a dos aguas y susurra bellas palabras al oido que te sepa escuchar.
Parece que hay que emigrar para llenarte los bolsillos, pero debe de haber algo más detrás. Una formación sólida como las que ya no se dan.
No te lamentes. Aquel tropezón, agujero insalvable, solo fue una prueba más para comprobar tu fuerza interior. Las amistades perdidas son escalones por los que se ha de subir cuando ya no te queden fuerzas, aunque cueste, aunque la gravedad vaya también en tu contra.
Y qué más da. Qué importa una mancha de leche en el bigote, un poco de sarro, una primaveral blusa sin plachar. De qué valen los sentidos si no se intenta sacar partido a cada segundo de existencia.
Pregunten al invidente lo que daria por ver y al parado por trabajar. No comparo incomparables, ya que el ansia te mantiene despierto y se puede medir con ambos ejemplos las ganas de mejora.
Podría ser momento de revolución. Demostrar que los doctos como Rousseau confabulaban de un modo inoportuno. Ahora bien, a la hora de la verdad ¿quién es el enemigo? ¿permitirías que alguien se interpusiera entre tú y la meta?
Aquí no hay lugar para el fanatismo, tan solo para los amantes de la vida, los que siguen con el puño cerrado mientras agachan la cerviz, los que siempre tendrán el último cigarrillo esperando para fumar en paz y los que descansan en la cama de un hospital esperando la decisión de un todopoderoso licenciado en medicina.
Configura un credo hecho de ilusiones a corto plazo... de las de más vale pájaro en mano. Disponer de un manto de pedazos de pan bajo el colchón por si el mañana te guarda un deshaucio y el futuro se te desmigaja. Ten la familia tan cerca como puedas.
Deja que el viento te despeine. Comienza el ahora. Poco a poco y sin deshacer lo andado. Hay un hombre libre frente al universo. La rutina es la distorsión de lo que verdaderamente somos. Seres valiosos tras el umbral de la ocasión.

domingo, 10 de marzo de 2013

El viaje de Ícaro

Fue, tal vez, a través de sus ojos. Por ahí le penetró de lleno la quemazón de la locura. Lejos, allí afuera, reinaba un precioso sol primaveral que ayudaba a que las flores, y más tarde las hojas, germinaran completando ese paisaje tan verde, casi jovial, y repleto de esplendor, el cual parecía nuevamente olvidado de estación en estación por culpa del también perpétuo invierno.
Ícaro estaba absorto entre sus pensamientos con una idea fija y repetida hasta la extenuación. A pesar de que en los parques de su localidad era como pasear por los Campos Eliseos, él pretendía dar esquinazo a ese familiar que le obliga a tener un aseo personal diario y a salir a la calle un poco a que le diera el aire como se suele decir. Pero, ¿cómo esperar imposibles en una mente vacía o ida? Como mucho iba hasta el quiosquero y se quedaba distraido observando durante un par de minutos los colores de las cajas de los chicles Bubbaloo; así hasta que Enrique le daba los buenos días o tardes y le preguntaba qué deseaba.
"¿Tienes ya la de Caza mayor de este mes?" preguntaba Ícaro con su voz ya un poco apagada. Era seguidor de la cinegética desde bien pequeño, sin conocer de dónde le venía el gusto por las cacerías y demás rituales de las mismas. El quiosquero solo se la vendía a la madre de este por petición de la misma... quizá una medida excesiva. Siempre se teme a lo que la razón no abarca.
Después de desistir en los intentos de que le vendieran su revista predilecta volvía al hogar con la cabeza aun más gacha y ensimismado que nunca. A veces algunas personas muestran un interés inusual por los objetos. La mente se obceca de un modo primitivo en conseguir algo, sumidos en un profundo materialismo improductivo.
Había ocasiones en las que por ir distraido se pasaba de calle y luego tenía que estar otro tiempo averiguando cómo deshacer lo andado. Unas eran solo números... otras barrios enteros, pero de ello nunca se enteraba ella. De las malas malas le quedaba el móvil, que en más de una ocasión le había rendido bien su uso.
Por un momento fugaz y pasajero dejó de pensar y contempló los suaves almendros en flor, los manzanos con su blancura, como si siempre fueran a permanecer así, el rosa de los ciruelos y  fue lo suficientemente consciente para decir en voz baja: "Dónde me he metido para extraviarme aquí, cómo no me he dado cuenta antes de lo que me pierdo ante mí". Pero al rato su malestar volvió como una neblina impía que no entiende de piedad y lo volvió a distraer en su mal. Ni la nariz podía hacer su función olfativa para con los frutales, ni los ojos, el sentido vital de cada persona, repitieron esa contemplación de la belleza y dulzura, mezcla de lo sublime como bien puede ser la primavera.
Luego huyó a su casa presto con presión en el pecho y con amagos de derrumbarse. A veces las peores prisiones se encuentran en uno mismo, sea como sea. Ícaro volvió a bajar en pocas ocasiones ya que su enfermedad le acabó doblegando. Su madre años más tarde comenzó a padecer otro trastorno y ya no había nadie que la guiara. Algunos hechos ocurren sin explicación aparente, pero no hay que dejarse llevar por la derrota. El hombre puede ser el único animal que se adapte a cualquier situación. Los vencidos... una vez también fueron supervivientes.

jueves, 28 de febrero de 2013

Polis y cacos

Me sustrajeron el vehículo... los muy... y al cuarto día apareció en Móstoles. La policía me informó que mi modelo se roba con suma facilidad, aunque no saben cómo. No lo saben y tal vez no lo vayan a saber nunca.
Cuando me llamaron de la comisaria no quería comprobar el estado del automóvil, pero al verlo quedé un poco impactado. Las ruedas delanteras estaban rectas perfectamente y tenía roto el faldón delantero por su derecha. Lo abrí como me dijeron los agentes, con el cierre centralizado que todavía funcionaba correctamente... quizá lo único que iba. Lo demás, para mi asombro, parecía estar en su sitio.
La colonia de mi abuelo, el mando de la puerta de mis padres, el permiso de circulación y la tarjeta de inspección técnica; todo. Pero horas más tarde cuando otros policías cubrieron de polvo blanco el interior del coche no encontraron huellas... ahí iban a estar.
Montarse en algo propio que ha sido robado es como si desvirgaran tu estado de seguridad. Casi como si un desconocido pasara impunemente a tu casa desnudo para sentarse en el sofá a ver la tele. Además, por el modo en que dejó colocado el asiento me atrevo a decir que era una persona alta y despreocupada en que ello se supiera.
Más tarde nos percatamos que faltaban más elementos básicos.
Tampoco estaba el airbag del conductor, ni la rueda de repuesto y mucho menos, el catalizador.
Ya en el taller, y tras sufrir un poquito más con el conductor a la hora de subirlo a la grúa, me informaron sobre el uso que hacían actualmente del catalizador. En algunos casos contiene metales preciosos como oro o platino y sirve para filtrar los gases del motor. Para que el vehículo fuera como es debido tuvieron que soldarle otra pieza ya inservible y a modo de apaño con la finalidad de poderlo desplazar a donde ellos tengan ese fastuoso garaje multiusos; porque en la calle no creo que se pongan a desarrollar estas malditas fechorías.
Admito que por un momento no quise recuperar nada y a punto estuve de rezar lo que buenamente supiese para que se estrellaran y no lo contasen; no os voy a engañar. La impotencia vivida es enorme. A los políticos no les roban, al contrario te engañan también. Y si encima de la situación laboral hay estas bandas que con frialdad e irracionalidad están dispuestos a jugarte una mala pasada... nos podemos dar por fastidiados.
Luego está el papeleo del vente pa´ca y vete pa´lla, pero menos mal que creo que el seguro me puede pagar los daños. De todos modos como no arranca no se sabe lo que esconde el motor... el cerebro de mi medio de transporte es lo que más me tiene en vilo... lo demás es chapa y pintura. La palabra impunidad es la que repite mi moralidad. Porque hay casos que no acaban tan bien como el mío y ¿entonces qué? Un vehículo sustraído es más que un simple coche robado; es un fragmento de tu vida que te arrancan de cuajo sin pedir permiso. Todos estamos expuestos a ello ya que hasta en los garajes campan a sus anchas. ¿Y las viviendas? aguas pantanosas en las que prefiero no introducir ni el empeine del pie.
Por último, he de dar gracias a la policía local de Móstoles y a la empresa Aid Car, especialista en estos casos y en cuya página principal hay un video de una mujer que recupera su automóvil. Al verlo me abrió la posibilidad de creer en algo. A pesar, y hablo por mí, de dar carpetazo al caso antes de tiempo.
Y cómo no a todos mis amigos que han estado ahí con sus palabras, a la familia con su apoyo y a mi chica, todos sois el platino que guardo dentro.

viernes, 22 de febrero de 2013

Bilbao

Íbamos a vender con la casa por mochila, es decir, con la furgoneta preparada para dormir los dos. Mi padre y yo. Cuando llegamos a esta esperada ciudad algo no me acabó de encajar. Era una tarde oscura y gris; de esas donde al mirar las nubes pronostican más casi un tornado que una tormenta. Estaban apelmazadas como si en vez de agua transportaran tornillos y clavos. Su aspecto algodonado y denso parecía ser la máscara que siempre cubría en invierno el cielo de Bilbao.
En aquellos tiempos ETA todavía estaba activa y un comercial con su hijo se adentraban en el corazón geográfico del conflicto nacionalista vasco más extremo. Tuve respeto y quizá miedo. No encuentro otras palabras a cómo me sentí aquella tarde de niño por aquellas calles de silencio y donde los árboles de los parques donde jugaban los niños sufrían de cierto beriberi por la contaminación de una ciudad con pasado y presente metalúrgico e industrial.
El Nervión segmentaba la ciudad, al menos unos distritos, y pude comprobar, hasta donde alcanzaron mis ojos, que el agua del río se perdía por unas cloacas bajo la urbe. Me acordé de Venecía, que no he estado y de Londres, que por aquellos entonces tampoco y me percaté de la apariencia cosmopolita de lo que andaba contemplando.
Al caer la noche el vecindario se recogió como suele suceder en esa época del año en cualquier ciudad española y del mundo, pero nuestros estómagos rugían de hambre tras la jornada laboral. Así que fuimos a pedir un bocadillo en el primer bar que viésemos, y así hicimos. La desilusión fue amplia puesto que lo primero que busca un viajero es una sonrisa o un trato mediánamente amable... en este caso ausencia de las dos acciones. Para colmo se sorprendieron de que pidiésemos un bocadillo y añadieron que podían ponernos garbanzos entre pan y pan.
Salimos anodados de allí y pensando que había sido una broma nos fuimos a otro. Cuál fue nuestra sorpresa que más de lo mismo. En esta ocasión la camarera si parecía simpática, pero nos ofrecían pulgas, que son bocadillos que entran en una muela de las cuatro que hay en la boca sin disponer de las del juicio.
Sonreímos cortésmente y salimos de allí también. Tras ir a un tercer bar de mucha banderita y personaje siniestro, seguramente ebrio, (cuando uno lo necesita  es cuando toman el revelo las farmacias y los estancos, sin encontrar lo que realmente se busca), nos desengañamos por última vez. Así que accedimos a las pulgas: "Pónganos tres o cuatro a cada uno; bueno no, mejor saque la bandeja". Y allí estuvimos cenando en la barra de un bar más pequeño que grande rodeados del paisanaje que nos miraba con bastante indiferencia. A ver si ahora se iban a acostumbrar a ver cenar un bocadillo. Ciudades y su encanto. Todas deberían ser igual de hospitalarias.

sábado, 16 de febrero de 2013

El outsider

Estaba sentado en una mesa solitaria, aunque decir esto indicaba cierto grado de connotaciones erróneas, puesto que las mesas no pueden estar solas y sí vacías. Esto nos lleva a pensar que el solitario era una persona. Así, se encontraba en The Dinner; uno de esos restaurantes caracterizados a la americana con sus bebidas rosas, sus propios canales de televisión que emitían contenidos propios sesenteros y setenteros y la comida rápida y fácil de consumir. Un lugar afable donde The Mamas and the Papas entonaban a placer desde un tocadiscos lo que siempre ha sido y será el sueño americano. Tan pegadizo como inalcanzable.
Pero él andaba a lo suyo, en sus pensamientos. Odiaba ver comer a los demás. Su ruido desagradable al masticar la lechuga o al roer el pan; el sonido de los cubiertos cortando y pinchando sobre la cerámica le irritaba de sobremanera, por no hablar de los gestos que ponía la gente al llevarse los alimentos a la boca; siempre le resultaron obscenos, hasta los suyos propios, y en cambio, ahí estaba recluido por la estúpida idea de que era como estar en una especie de embajada alimenticia norteamericana, al igual que los restaurantes chinos se le antojaban que era como estar en el interior de la china o el Döner kebap de Turquía o de cualquier otro país de cultura musulmana. Se le figuraban ser pequeñas porciones de realidad sin moverse de su país, de una silla o mesa a medio llenar. Un buen sitio donde perderse y no ser encontrado por ninguna red social.
Luego se encendió un cigarro como si las leyes no fueran con él y aprovechó la bolsa de papel donde antes llegaron sus patatas fritas y esperó a ver qué pasaba.
Algunos desconocidos pronto comenzaron a mirarle de un modo escéptico y con algo de irritación. El encargado vino para decirle que allí estaba prohibido fumar y que si lo prefería podía salirse a las mesas de fuera donde no había inconveniente.
Entonces él, ataviado con su vestimenta negra, le respondió que no era lo mismo fumarse un cigarro al aire libre que en un interior. Para empezar alegó que el cigarrillo se consumía antes de lo esperado y que fuera, al no haber nadie, iba a estar tan solo como aquí. Su interlocutor puso cara de pocos amigos y le invitó a que lo apagara de buenas maneras. Al final accedió dando un espectáculo de aspavientos, muy a la francesa, y exclamaciones malsonantes. No había manera. Visto lo visto seguía en su país de origen. Había durado poco su traslación cultural. Al fin y al cabo no se peinaba ni como Jhonny Cash, así que lo prudente sería obedecer. Cuando el murmullo volvió a su ser, y el molesto ruido de la cubertería siguió golpeándole los odios, a poco de perder la paciencia, comenzó a escribir un poema. Las musas eran así... acudían, en ocasiones, en los peores lugares y en momentos imprevistos.
En su tinta solo brotaban palabras afiladas, abruptas, severas para un lector cualquiera. Tachones y más tachones para que al final no sacara nada productivo... y es que las musas también son así.
Más tarde pagó su cuenta sin dejar nada de propina, por supuesto. En la calle había un ligero aroma a leña quemada; su mente se trasladó a su pueblo en Ávila; extraño suceso en una calle de Madrid, pero el mundo está repleto de falsos escritores, que no llegan al éxito y que son capaces de hacer un poema de lo inexistente, recogiendo la perspectiva más sórdida de su mundo. Impregnando una servilleta impresa en colores saltones con los borrones de unos egos ahogados en nicotina. La verdad la inventan algunos para que otros se lleven la fama. Él solo quiso perderse del contexto social para poder seguir adelante. Romper las barreras de lo establecido e impuesto y quedarse al final en el punto de partida. Todo gira y vuelve a suceder... en esta alocada e indescifrable cuenta atrás.
Y mientras que el escritor volvía a su casa otra nueva idea asaltó su mente. Esta no la escribiría; sería solamente suya por unos instantes.

jueves, 7 de febrero de 2013

El alcohólico

Érase una vez un hombre sin nombre, pero con una yonquilata en la mano. Se sube al tren que va de Fuenlabrada hasta Móstoles. Dudo que haya pagado el ticket puesto que ese presupuesto también podría estar predestinado a derrocharlo en bebida. Quizá haya sido un tanto descuidado al definirlo como derroche, ya que él parece feliz y contenido, como si la vida le fuera en cada pequeño sorbo.
Y quién puede presumir más en esos lares de disfrutar al máximo cada trago que un borracho. ¿Acaso hay alguien más libre y esclavo a la vez de quien se abandona a su hedonismo?
Aunque el desconocido estaba bastante despejado y despierto como para adentrarse en la oscuridad de los que se juegan todo a un líquido etílico, se le notaba su predilección por la cerveza en el modo de sujetar la lata, apenas con resistencia y mucho esmero, como si no quisiera que se le cayera el suelo del vagón. También en cada sorbo, de poca cantidad, pero muy prolongado. Estiraba el gesto en la acción colocando los labios suavemente sobre el borde metálico; como diciendo «No te me acabes nunca por Baco».
De constitución bien formada y con ello refiero que era alto y ancho de espaldas, pero la indumentaria le delataba al ir mal combinado, por ejemplo con zapatillas de deporte blancas y vaquero subido demasiado a la cintura y aprisionado por un cinturón, aunque en él parecía correa. O su peinado que consistía en ir muy mojado y con las rayas del peine muy remarcadas. Gomina o aceite con sudor hacían bien su labor, paracer lo que era.
De pronto los de seguridad se suben al tren con nosotros. Por un momento se pronostica lo peor, que le echen al hombre por beber en ese sitio; por otro lado no hay ley que lo prohiba y así sucede. Los dos armarios pasan delante de la lata adherida a una mano conocida y no hacen nada, ni deberían hacerlo. Hace años que la Ley de vagos y maleantes dejó de ponerse en práctica. Con ella, ese desconocido no habría subido con la altanería mostrada... yonquilata en mano dispuesto a beberse el mundo.
A una anciana que pasaba por su lado se le cae el bolso y este se posa sobre su calzado blanco impoluto. Indico "posar" porque la acción no hace ni ruido. Entonces este se agacha, encorva toda la espalda para recoger con sus manos huesudas, unas garras como de rapaz, lo perteneciente a la señora mayor.
Es este momento donde el narrador del texto que aprecian es cuando recapacita; piensa que juzgar a simple vista es fiable a un 50% y que caer en ello es un tanto mediocre. De todos modos no se espera uno que el "malo" haga bien y por eso le dedico el escrito. Siempre será más fácil acusar de ladrón a alguien así antes que a otra persona que vaya vestida de traje y corbata. Uno podría optar al bolso, otro a una deuda impagada a saldo preferente.
Cuando el convoy llegó a Atocha el protagonista tiró su lata en las papeleras habilitadas para ello. Definitivamente los que viven al margen pueden marcar las distancias; sobre todo si son un ejemplo a seguir por su conducta, aunque, a priori, parezcan seres descarriados.