jueves, 29 de octubre de 2015

Por un puñado de monedas

Muchas veces, como en esta, no sé qué digo con certeza. Además, todos los versos son eneasílabos menos dos, en los que hago trampas y llego hasta el decasílabo a lo Sabina (qué más quisiera él, jeje). Sin más. Aquí os dejo otro poema denuncia tan afilado como siempre.






Por un puñado de monedas,
las familias en el alambre.
Destino oculto tras la estepa.
Ahora cáncer en el fiambre.




Una guerra civil tardía.
A perder no te enseña nadie.
Las noches siguen siendo frías,
por mucha farola que irradie.




Ya no quedan  más mandolinas,
en los tímpanos de este tiempo.
Un gallifante huye tras la esquina.
De nuestra niñez a este Lempo.




Mítines hasta el purgatorio,
hombreras sin hombres bajo si.
Nuestro buen esfuerzo es notorio
al sonreír... España cañí.


























viernes, 23 de octubre de 2015

Iznatoraf

En lo alto de una colina, desde donde se ve gran parte de la sierra de Cazorla, próxima al municipio de Villanueva del Arzobispo (Jaén), se encuentra Torafe o Iznatoraf, un pueblo tan recóndito como acogedor.
De momento pintaba muy bien. Me gustan los municipios con varios nombres y este era uno de ellos.
Las calles estrechas y pequeñas, adornadas con macetas y flores por doquier, daban pie a una plazoleta empedrada custodiada por una estatua de un caballero de piedra, vestido y posado como para un juramento o nombramiento, con la empuñadura mellada. No pude conocer el nombre. Aunque también añadía encanto, como todas las localidades con una digna efigie para el recuerdo (le pasaba también a Pedro Bernardo, en Ávila, con la figura esculpida en homenaje a Arturo Duperier) esta no se quedaba atrás.
Pronto divisé un bar que me gustó en el centro (La Yedra) y nos dispusimos a tomarnos el refresco de rigor. De refrigerio unas aceitunas sabrosas a lo verde, muy lorquiano... aunque en ese poema el ‘verde que te quiero verde’ no me acaba de convencer porque no lo veo ni positivo al color, ni halagador.
Todavía nos temblaban un poco las piernas de los nervios por haber subido con el vehículo por la carretera vieja. Curvas donde solo cabía un automóvil. Tuvimos suerte. Honestamente, sostengo esto por darle un poco de dramatismo. Más allá de los extremos del asfalto solo había olivos y no se apreciaba la escalada que se lleva a cabo para acceder a Torafe. No se apuren. Hay una segunda entrada, pero menos espectacular.
Si quieren ir en domingo, hay un mercadillo en el centro del casco histórico, junto a uno de sus arcos de la antigua muralla musulmana.
Para concluir, me pareció un páramo idóneo para perderse unos días, lejos de Internet y con un buen libro en la mano. Allí, en lo alto, se debe vivir mejor.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Ya no le quiere

Al principio parecía una pareja de la comunidad más. Pero ahora que lo pienso, no lo son, ni mucho menos. Rondarán los ochenta años. Él camina mal. Ella tira de él.
El hombre, siempre con la cabeza cubierta por una boina, va con una muleta con más miedo que vergüenza, paso a paso, pie tras pie y no atina, no puede. Desconozco la enfermedad que padece, no obstante no es a lo que pretendo referirme.
Una vez vemos la profundidad al pozo (la muerte) la vida cambia, sin duda. Hasta ahí bien (o mal, porque significa ‘ir para abajo’). Lo que no consiento como vecino es que esa anciana grite, menosprecie, ningunee a su marido. Además, suele llevar a cabo su filípica en el descansillo del edificio, como para oírla todos o vayan a saber los verdaderos motivos. Le increpa su torpeza en público con una vileza inhóspita e inusitada, como si no se conocieran o peor aún, porque hasta los desconocidos muestran a veces su educación en determinadas circunstancias.
Si de jóvenes pudieron  ir agarrados de la mano ¿Por qué ahora le sujeta nada más del jersey como si de una simple pinza se tratara? Es como si el hecho de tropezar no la llegara a preocupar del todo, a poner en alerta.
A veces, pienso en ella más que en él. Lo que pretende, quizá, es la caída. Algo pernicioso a esas alturas de la vida. Donde todo se complica y resta.
Luego se me viene, de pronto, el marido a la testa. Permanece acoquinado con tanto grito. No sé a dónde va la furia y la ira de las personas con el paso de los años, pero en este caso debería de manifestarse a las claras.
Con que levantara la garrota suya por encima de la cadera bastaría. Nada más pido eso. Con ello le diría ‘para, hasta aquí’. No imagino ni deseo una agresión, simplemente la escenificación de un límite o barrera que en adelante no se debería traspasar.
Tampoco sé cómo se comporta ese anciano de puertas para adentro. Solo sé de la continuidad de los berridos increpantes y a deshora.
A saber. Lo mismo la mujer se ha cansado de lavarle la ropa interior durante tanto tiempo. Eso y de atenderlo en su aseo personal. Hasta ahí es comprensible. Ahora, no me vendan la moto hoy. No trago con un posible caso de alcoholismo, maltrato y hedonismo de un machito octogenario. Cada uno siembra lo que recoge y no está de más afirmar la injusta situación captada en este vecindario. Si es denunciable el maltrato de algunos hombres despiadados, debe constar en acta... haberlas, haylas.