martes, 27 de mayo de 2014

Catalina

Se me ha olvidado tu tos, ese ruido tan tuyo que ya mi cerebro ha borrado del mapa de recuerdos. Pero aún sigues viva en mí. Desde la forma de tus pulgares hasta la profundidad de las arrugas que mostrabas. No se me borran los andares y creo que tu voz sigue reverberando en nuestros oídos. Qué bajita eras para tanto tronío.
Es cierto, la muerte entroniza a quien la padece. Contigo se marchó una generación que supo sobrevivir casi sin alimentos y caminar sobre esparto.
Debe ser que si la muerte ensalza las virtudes, la posguerra concedía galones, siempre obligados por pura supervivencia. Desgraciadamente la historia es cíclica y abuelos y nietos, sin balas de por medio, pueden estar pasando malos momentos aquí y ahora.
Contigo se va la retahíla de canciones populares  como Las cabritas de Juan Serrano y cuentos como El gato de los pies de trapo.
Quedarte sin la presencia (aunque me emancipé y eso abre una distancia) de alguien que nos educó y cuidó mientras mamá se ganaba el pan, se hace muy cuesta arriba. Demasiado para alguien con tanta imaginación como yo. Por eso te sigo soñando. No lo elijo, créeme. Me asaltas en el inconsciente riéndote a carcajadas como hacías de un tiempo a esta parte. Luego tuvo que venir el roto, el resquebrajamiento, el adiós final.
"Hay que reír, que ya lloraremos". Y reímos. Nos desternillábamos cuando me escondía y te asustaba.
Ahora he de confesarte varias hechos.
Ya no cojo el teléfono con la voz engolada del modo en que tú lo hacías con algunos familiares. Tú lo llevabas a cabo para reivindicarte, yo por seguir con la chanza.
Cuando veo a una de tus hermanas, la más parecida físicamente, me encuentro en una constante contradicción porque la quiero cerca y lejos. Aquí porque es una viva imagen tuya, allí porque no eres tú. Sé lo que significa desear la lejanía de alguien y más de un familiar, pero decido soltar ese lazo. El suyo no el tuyo. No hay peores impostores que la propia sangre.
Y pasarán los días y el mapa seguirá mostrando el camino. Porque a veces solo somos esto... el andar hacia adelante sabiendo a dónde mirar y buscar. Por eso te rememoro ahora en estas líneas. Despidiéndome, una y otra vez, con un beso en tu frente.
La enfermedad que te llevó sigue arrasando a los nuestros. Primero comienza despacio como el goteo inicial antes de la tormenta, hasta que la enfermedad pega el brinco y se multiplica; lo supiste, lo sabemos. Sin poner tierra por medio hay que seguir jugándose la sonrisa. Por eso estamos aquí. Para que prevalezca lo bueno. Las penas que se queden del balcón hacia adentro. La vida es (y seguirá siendo) un fandango.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Collejas sin ton ni son

Echando la mirada atrás me han sucedido una serie de acontecimientos peculiares que me gustaría resaltar por divertidos y porque siempre se puede aprender algo de ellos.
En cierta ocasión una profesora de lenguaje en mi instituto preguntó a voz alzada (nunca hagáis esto si hay un aguafiestas que pueda poner en tela de juicio a vuestro ídolo) qué nos parecía Imanol Arias. Con dieciséis años no sé de dónde saqué la valentía para hablar en alto y decir que me parecía un actor desfasado (No me imaginaba el indiscutible éxito de Cuéntame, eso queda claro). La profesora puso un gesto como cuando descubres el hedor de un pollo crudo en mal estado. Le pisé a su actor favorito... me cogería en lunes. Qué sé yo. Qué más da ahora.
Me retorno al año 2010 cuando en mi blog, en este mismo por el que estáis invirtiendo unos minutillos en su lectura, dediqué como un puñal una crítica a la asociación de mujeres Rosa Montero de Fuenlabrada. No lo hice con malicia y algunos compañeros de La buena letra me respaldaron por aquella acometida literaria. Recuerdo que intenté pasar a su asociación a ver Memorias de una Geisha y me ignoraron de un modo un tanto hosco y descarado. Por entonces me escribieron dos comentarios a mi texto y luego, algunas de sus miembros se dirigieron a mí para hablar de nuevo sobre lo que había escrito años más tarde incluso. Como dijo no sé quién "que hablen mal de uno, pero que hablen".
Y ya cierro mis curas de humildad con el tercer y más apoteósico rapapolvo que hice en ese mismo año. Presentando Después de la lluvia en el ayuntamiento de Fuenlabrada se me ocurrió prepararme una presentación de lo que consistía ser o no buen escritor y de lo que era o no un buen libro. Como malos ejemplos cité a Stephen King. Conté sus años y luego sus libros. Pues el genio tenía más bibliografía que cumpleaños en su haber algo que, por entonces, me pareció cínico incluso osado (luego leí Mientras escribo y entendí un poco mejor al escritor americano). El caso, es que a toro pasado no sé cómo nadie me increpó lo que estaba defendiendo. Supongo que fue por una cuestión de gustos y así lo entendió el público y porque todos sabían que era novel y levanté la empatía del tendido (vamos, de las veinte personas que fueron o así y de las que me preocupé por no aburrir en exceso).
En resumen, que de los tres patinazos narrados solo me retracto en el primero. Los Alcántara son los Alcántara a pesar de que jamás he visto un capítulo entero, pero su elaboración me parece bastante lograda y verosímil.

jueves, 1 de mayo de 2014

A Fran


Una amistad forjada hace once años nunca debería pasar desapercibida y considero que mucho menos olvidada o menospreciada. Fuimos soñadores del mañana en un campus sin biblioteca, ni libros y no miento si afirmo que los profesores estaban siempre por debajo de lo que esperábamos, excepto alguna grata sorpresa que se quedaba solo en eso… en un breve consuelo. Nos levantábamos cada mañana imaginando cómo sería nuestra vida recompensada, cuando dispusiéramos del diploma bajo el brazo, en vez del pan. Y en eso pasaron los días hasta cumplir la deliciosa “condena” de cinco años. Otros compañeros la sacaron en seis, pero ese no es tu caso. Tú eras de los que con dos días antes sacaba un examen sumamente digno. Siempre recurríamos a ti para resolver las dudas informáticas ya que, a buen ojo, supimos enseguida que nuestro amigo Fran era aplicado y responsable; lo era y lo seguirá siendo aún cuando los nuevos edificios se conviertan en algo cotidiano alrededor de donde todos nos conocimos. Hasta los eriales proliferan Fran.
¿Y ahora qué? Pues has decidido montar una empresa. Algo que requiere una madera especial, un arrojo distinto y distinguido que no todo el mundo conserva ni posee. Los emprendedores saben jugarse el tipo (y el puñetero euro) caminando hacia delante porque no tienen otra; no tenemos más que seguir andando o rodando en otros casos. Te deseo lo mejor en este aspecto laboral, ahora que hemos dado con nuestro pellejo contra la cruel definición de generación perdida. Aunque los periodistas que acuñan términos, tendencias o movimientos siempre lo hagan un poco a destiempo. Ya que de haberlo sabido antes también hubiéramos estudiado lo mismo. Lejos del masoquismo y cerca del puro empeño y la constancia. De todos modos, no perdamos la esperanza… todavía estamos a tiempo de adivinar cómo diantres se arregla un enchufe o anudar adecuadamente una corbata.
Entremedias quedan nuestros paseos por el Madrid de siempre. Subimos por la calle Atocha (o bajamos hasta Ronda de Toledo si es domingo para ver los puestecillos aunque nunca compramos nada; Álvar sí) vamos a ver tebeos, videojuegos o figuritas para ponernos los dientes largos mientras charlamos y a lo mejor nos tomamos el refresco donde Los amigos o en el bar próximo a Doña Manolita. A las tres horas, o así, regresamos a Atocha donde cada uno parte para su casa. A ti todavía te quedan unos treinta y cinco minutos de reloj, a buen ritmo, para llegar, a mí seis o siete estaciones hasta parar en Zarzaquemada. Lo siento, pero no recuerdo cuando comenzamos con todo este genuino ritual.
Escribo esto porque el 23 de abril fue tu cumpleaños y cuando leas estas frases te darás cuenta de que tendrás que habilitar un pequeño anaquel para colocar los regalos que te he ido haciendo durante estos años, casi todos libros por cierto y de deporte en su mayoría. Prometo que cuando descubra algo mejor lo conseguiré en tu sorpresa.
Sigue luchando amigo mío en este día a día que nos ha tocado vivir y yo continuaré alegrándome de tener un amigo al que considerar verdaderamente un periodista y mejor persona. Nos quedan muchas metas y paseos por materializar aunque seamos algo nostálgicos del pasado, lo mejor siempre está por venir. Y “todo está por caer” parafraseando de mala manera el chascarillo que decían nuestros sabios mayores y dándole una perspectiva positiva. Un placer, compañero.