viernes, 29 de agosto de 2014

Lisboa

Esa ciudad donde la claridad del sol se percibe de un modo especial. Más que en Londres, ya que aunque esa luz (la lisboeta me refiero. La londinense es más acuciante y oblicua) se antoja peninsular, parece proyectada desde otro ángulo. Allí la empresa de helados de Frigo es Olá, Carrefour sigue siendo Continente y el banco Santander es Santander Totta. Hasta aquí la industria conocida y comparable en un país y en otro. También existen las características de la comida rápida y... para de contar.
Los transportes son genuinos. Así tenemos los típicos tranvías... el 28 es el más conocido. Aquí han de tener extrema precaución con sus carteras ya que el robo en esos medios es bastante frecuente. No obstante, posee un encanto especial subirse a cualquiera de ellos, sentarse y notar la ligera brisa que oxigena todo el vagón; un aire que proviene de la desembocadura del río Tajo.
En cuanto a gastronomía se refiere se come bastante bien. A un precio medio-alto. Aquí nadie regala nada, por supuesto. El bacalao es su especialidad y aunque lo engullan con pasión pasando por alto lo seco que les pueda parecer, al menos no les dará la noche por su poca salazón. Algo que se agradece enormemente. Otra virtud de la ciudad es que durante el día hay mucha policía en las calles, pero no es así durante la noche, aunque predomina una extraña sensación de apaciguamiento en las vías que os permitirá caminar en paz y tranquilamente, a pesar de la alta tasa de anacoretas que pueblan los rincones más conocidos de Lisboa y alrededores, tal y como pasa en cualquier ciudad del mundo (pensaban que iba a poner la expresión "mundo mundial"; pues no, porque cada vez que la escucho me acuerdo de su creadora, Elvira Lindo, pero esos son derroteros literarios y no turísticos). A los que les gusten los licores no olviden probar la ginjinha cerca de la estación de tren de Rossio. Para mi gusto la sirven caliente cuando debería estar helada, pero amigos, no estamos en nuestras casas.
El tema del tapeo en cada consumición, me refiero al hecho de que te cobren la tapa, se resuelve fácilmente diciendo un NO sonriente al camarero. Es su cultura, al igual que aquí el regalarla en algunos establecimientos. Suelen poner olivas de un color oscuro, jamón sin tocino y un queso para untar con mermelada. Esto es un campo nuevo para mi ya que no he probado nada de ello.
Si tienen la suerte y curiosidad de visitar el barrio de Belém no se olviden de probar los pasteles de nata característicos y de visitar el Monasterio de los Jerónimos. Una edificación verdaderamente increíble tanto la iglesia como el claustro.
Y si tienen tiempo y dinero vayan a Sintra a deleitarse con sus construcciones en lo alto de un monte. El Palácio da Pena es una frescura para cualquier visitante. Visualmente es un cuento de hadas hecho realidad. Personalmente el encanto exterior se pierde con el del interior ya que los adornos de las habitaciones son enteramente de trampantojo. El Palácio da Regaleira es impactante por sus jardines y su construcción principal. Las rutas subterráneas podrían recordar al Monasterio de Piedra de Zaragoza, pero este último tiene más agua y menos misticismo. Algo impagable cuando se viaja y se quieren ver novedades.
Por último, no se desesperen cuando cojan un autobús en Lisboa ya que tarda un rato en reanudar la marcha. Suelen llenarse hasta los topes y no tienen un panel indicador de la parada por la que se va. Es el propio conductor el que las va diciendo.
Por cierto, sin tienen tiempo bájense cerca de los grafitis de una de las avenidas más importantes de esta ciudad. Allí Bansky ha dejado su sello personal. En cuanto lo vean sabrán de qué hablo. Una fachada entera de un edificio abandonado dibujada con el característico punto de vista de este artista del arte de la calle (Street art).
Lisboa mantiene intacto ese espíritu europeo de todas las grandes ciudades del continente. La crisis allí ha atizado con fuerza, dejando un poso de rebeldía institucional con cartelería abundante en contra del euro. Si pueden vayan a verla. Merece la pena.