martes, 16 de julio de 2013

Coctelera onírica

Mamá, en la actualidad, ha convertido tu habitación, bueno, lo que antes era vuestro espacio "el cuarto de los abuelos" en una sala repleta de macetas con plantas como tanto te gustaban  y fotografías, no tantas quizá como se debiera; puesto que en una ausencia toda recreación visual y conmemorativa parece banal e insustancial, como beber con mucha sed en vaso de chupito.
Resulta que el sueño de hoy guarda mucha relación con este habitáculo ya que ayer pasé algún rato a solas en él, observando el minutero... tic tac... el tiempo vuela.
¿Qué ocurriría si los que se han ido, si los que ya no van a volver más, regresaran de imprevisto y vieran lo que hemos hecho con sus casas, con sus posesiones? No quiero remover en lo negativo del alma humana, quiero recrear por ejemplo, en que si una cortina se cambia una vez se haya ido una abuela o una tía y ya no se la vuelva a pedir opinión, cuando esta volviera de la tumba se llevaría un buen disgusto tal vez y eso que solo hablo de un simple trozo de tela y eso que estoy en la superficie del alma humana como decía anteriormente. No voy a adentrarme en las disputas por las herencias, no. No voy ni arrimarme. A mi abuela, por ejemplo, me la presupongo diciendo: "!Uy Mari que bonitooo¡" o todo lo contrario ojo, jaja.
Ahora bien, ¿cómo comparte el dolor por una ausencia si el que se va no puede hacer evidentemente el feedback? Con esto quiero decir que sería maravilloso que después de la muerte hubiera una prórroga para charlar con el que se marcha para decirle aunque fuera: "Madre mía padre cuanta falta me haces" o "¿te acuerdas cuando...?" o "acabas de irte y ya..." No sé en fin, lo que se quisieran decir cada cual. Un último momento peligrosamente adictivo e igual o más que doloroso. Hablo por hablar. Está claro. Y pido por pedir. Porque estoy en la sección de sueños y pesadillas.
Bueno pues después de la introducción decir que he soñado que desde dentro de una de esas macetas empezaba a volver a hablar. Sí, como antes. Primero a balbucear, como en el final, pero era un balbuceo como cuando se dormía una siesta y luego de pronto arrancaba a charlar y a decir y a ser ella de nuevo. Qué se yo; luego avanza de pronto el sueño y anda por la parcela, despeinada. Mientras, nosotros miramos con desconfianza por la ventana. Mi madre llama a mi padre para que vea lo que sucede. Estamos estupefactos. Los sueños son eso.
Pero lo que más me llama la atención de la recreación que tengo es el cuidado que siento hacia ella. Es como si supiera que el que volviera a la vida iba a ser cuestión de pocas horas y hubiera que disfrutarlo al máximo con mi abuela zombi y aquí si que estoy siendo frívolo. Hay que tomarse la vida con ciertas dosis de humor y más si es un simple sueño que no hace mal a nadie. ¿No creen?
No debemos poner bozales a lo que nos hace libres.

2 comentarios:

Werra dijo...

Esta se podría llamar, si hablásemos de un clásico al que todo mundo recuerda, de su etapa profunda (no gris ni negra, jamás la llamaría así)y lo digo por la profundidad de las palabras, de uno sentimientos que no conocíamos siquiera que estaban ahí, pero que son tan valiosos como los de cualquier otro momento. Yo les llamo los de para uno mismo, los personales, en esos que se sienten de verdad las cosas que se dicen.
Un aplauso Sr. Conde. Esta vez me dejas con la boca abierta.
Gorrazo a sus pies, Sr. Conde.

Vamos con un texto de alguien que he tenido la suerte de volver a ver por segundo año consecutivo en la feria del libro el único día que he podido ir. Lo siento pero no te puedo dar más pistas.... de hecho te voy a tapar una serie de palabras que dicen el nombre. (Creo que esta la sacas tu a la primera, vamos...)

A través de la ventana, podía ver el pantalón hundido y devorado por el musgo del
molino y los reflejos temblorosos de los chopos sobre el río: inmóviles, solemnes, como
columnas amarillas bajo la luz mortal y helada de la luna. Todo estaba en silencio,
envuelto en una paz tan densa e indestructible que acentuaba más aún la desazón que yo
sentía. A lo lejos, sobre la línea de los montes, los tejados de Ainielle flotaban en la
noche como las sombras de los chopos sobre el agua. Pero, de pronto, hacia las dos o las
tres de la mañana, un viento suave se abrió paso sobre el río y la ventana y el tejado del
molino se llenaron de repente de una *******************. Eran las hojas muertas
de los chopos, que caían, la lenta y mansa lluvia del otoño que de nuevo regresaba a las
montañas para cubrir los campos de oro viejo y los caminos y los pueblos de una dulce
y brutal melancolía. Aquella lluvia duró solo unos minutos. Los suficientes, sin
embargo, para teñir la noche entera de amarillo y para que, al amanecer, cuando la luz
del sol volvió a incendiar las hojas muestras y mis ojos, yo hubiese ya entendido que
aquella era la lluvia que oxidaba y destruía lentamente, otoño tras otoño y día a día, la
cal de las paredes y los viejos calendarios, los bordes de las cartas y de la fotografías, la
maquinaria abandonada del molino y de mi corazón.

Daniel Atienza López dijo...

Camarada mío:

Jjaja, gracias por ser el único de los pocos lectores que me quedan o de los que se han ido quedando por el camino. Sea como fuere prometo seguir dándole textos muy de cuando en cuando para seguir colocando nuestros juegos de advinanzas literarias y más desvarios dislocantes y agradables (a Cortazar le salían Cronopios... a nosotros esto, jeje).
Bueno, vamos allá. He hecho una lectura rápida antes de ponerme a leerlo todo detalladamente y lo he sacado muy pronto. He de admitir que al reconocer la obra se me ha erizado un tanto el vello de los brazos y he sentido un escalofrío que me ha recorrido la meduna espinal. No sé qué tiene esta, ahora sí, Lluvia amarilla, pero cuando la leí me dio una envidia enorme como si hubiera deseado haberla escrito yo con lo compleja que hubo de haber sido para Llamazares. Y dices que le has visto dos veces?
Suerte la tuya Florín. A mí me encanta la manera de expresarse que tiene el escritor y también periodista. Bueno, podía estar así durante párrafos y párrafos.

En resumen que has elegido un libro difícil de superar la próxima vez. A ver qué se me ocurre. Podría empezar ya con los textos del próximo recital de la bule pero no me hace mucho la idea ahora con esta calor, ufff. A ver por dónde salgo. Un abrazooo. Seguimos en contacto. Pasa un buen verano.