domingo, 18 de enero de 2015

Ha nacido un monstruo

Así, a las claras, creo que en más de una ocasión nos hemos topado con un mal tipo o tipa sin saberlo. Estas personas son las protagonistas de las historias más rocambolescas que se transmiten de un modo viral. Es el caso de los malajes que se pasan las croquetas bajo la axila antes de echarlas en la sartén del bar cotidiano o los que amasan las pizzas con las manos repletas de vayan ustedes a saber o el que contrapea los folios que vienen pre impresos con el único fin de que alguien en la cadena de manipulado lo pase por alto y se impriman del revés.
Es gente que se gusta de hacer el mal a escondidas, arrojando la piedra y ocultando la mano luego en el bolsillo.
También en este saco, van los que se colocan un pasamontañas negro y cometen atrocidades en nombre de un Dios metralleta o machete en mano. En estos casos concretos, la falta de piedad y claridad mental queda demasiado en entredicho. Son los que no temen ser reconocidos como malhechores.
En el saco de rafia, del que nada debería de emanar, también van los que se forjan una idea preconcebida de unos hechos poco claros. Son acérrimos de una sola opinión televisiva. Lo que vaya en otra dirección es caer en un flagrante error, según ellos. Estrechos de mira a la vieja usanza, puesto que si algo tiene la verdad absoluta es que es tan inabarcable como un Olimpo... vamos, que no existe.
Por otro lado, deberían de aparecer dentro de él los dirigentes políticos norteamericanos que han ido resquebrajando los tratados de no negociación con Cuba. ¿Quiénes son ellos para influir en si un país es digno para comerciar? Entre un Barack y Mubarak cabe más de un millón de ripios malsonantes.
Como ven el mal es el mal a distintas escalas, pero es igual de pernicioso en todas ellas. Los que aprietan los botones, los arengadores del miedo, los que atizan con sorna, los que venden competitividad a precio de ganga.
Un costal con toda su harina bien amalgamada no debería de arrojarse a un vertedero. Alguien vería un negocio redondo si se depositara en la sala de cualquier museo contemporáneo.
Seguro que a solas, los que mueven los hilos, se chistean a modo de ‘artistas’.

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