domingo, 2 de enero de 2011

Ajustes de cuentas

De existir Atlas, se podría llegar a pensar que el globo se le está escurriendo por la espalda; en definitiva, no está bien sujeto (¿Alguien sostiene que deba estarlo?).
Cuando paso la página del diario y veo esta fotografía, que se aferra a las pestañas, algo me susurra que tiene algo de especial, pero no consigo saber el porqué.
En la imagen a color se ve a una mujer rubia de espaldas, joven, de buena silueta y sólo lleva unos vaqueros. Sobre la espalda desnuda se pueden apreciar unas letras, que el texto informativo se encarga de especificar: «Yair».
Es el cadáver de La pelirroja; una criminal mexicana cuyo cuerpo inerte ha aparecido en Monterrey.
Tantas desapariciones del mismo sexo producidas en Ciudad de México y ahora aparece una paladín con la soga bien tensa alrededor del cuello.
La escena parece sacada de un largometraje… como si algún narco hubiera perdido la cachola y hubiera disfrutado materializando la versión chicana de El Padrino. Bajo los pies de la difunta, Gabriela Elizabeth Muñiz Támez, hay un eslogan, que viene a tino y dice así: «Ayuda a tu memoria, recuerda esto».
Y así ha sucedido. Resulta que el suceso parece un calco de lo que, presuntamente, le hizo la mafia italiana a Roberto Calvi en 1982; El banquero de Dios. O lo que Homero narraba en La Iliada, donde la soberbia de Ulises le empujaba a atar el cadáver de Héctor a un carro y arrastrarlo por el campo de batalla durante nueve días.
Parece que tampoco existe el respeto entre sicarios, bandas y demás turbas. En este caso, exponiendo el cadáver, traspasan sus asuntos a la vox populi; lo hacen público, y, quizás (si es que existen), los índices del temor despunten al alza. Lo del "guante blanco" debe haberse quedado anticuado. Honestamente, se obtiene mayor control con un muerto que pendula, antes que con un disparo en el entrecejo y deshaciéndose del muerto.
La situación no es nada halagüeña en Monterrey, gracias a esos delincuentes paseando en calma por los jardines, mientras llevan un escalpelo escondido en el chivo, abanicos elaborados con la muda de las serpientes y formol por gomina. Ya no hay consideración por el igual, aunque los sujetos, en aquiescencia, hayan cruzado la línea y ese sea el único vínculo que les relacione. Estarán demasiado lejos.

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