domingo, 1 de abril de 2012

Elling

La obra de teatro Elling sorprende al espectador desde la primera frase de Carmelo Gómez (Elling) y durante toda la representación. Esto no significa que sea buena o mala pero tal vez no es lo que el público se puede esperar a primera vista e impresión. De la obra impacta todo; desde las actuaciones, hasta lo que intentan trasmitir. El papel de Kjell Bjarne, caracterizado por un camaleónico Javier Gutiérrez, está algo sorbreactuado. Y es que si hay algo complicado de interpretar debe ser la locura y aquí se exceden desde la idea base porque, como en otras muchas oportunidades, se sigue el camino de la mitificación más que de lo real. El director Andrés Lima ha pecado, tal vez, de pretencioso y ha conseguido que por ejemplo el público no sepa si el personaje de Alfons, es o no invención de Elling, ya que hay otros que sí lo son como la madre del protagonista principal que ya muerta se le aparece a modo de alucinación. Tampoco se entiende si al final la madre del personaje principal era buena o mala por un par de comentarios negativos que se dejan traslucir en la obra en boca del personaje caracterizado por Carmelo Gómez. Quizá por ese motivo Elling sienta esos problemas tras su muerte, pero no se acaba de entender completamente. La escenografía corre a cargo de Beatriz San Juan y Almudena Bautista. Las dos son sumamente eficientes con el hecho de recrear unas habitaciones con dos simples camas estrechas, como en la de los antiguos hospitales psiquiátricos, dos sillas pequeñas de madera y una mesita de noche también del mismo material. Con ello escenifican todos los decorados que podrían combinarse y que son al menos cuatro. Sin embargo, lo que más surte efecto en la narración es la iluminación que recrea las llamadas por teléfono y algunos estados anímicos más efectivos con una simple luz que las propias interpretaciones. Secundariamente, hay otra línea de interpretación y es todo lo que van arrojando o deshaciéndose los protagonistas. Así hay restos de pizza por el escenario, perritos calientes, agua, ropa, etc. Un desorden visual muy estético para comprender como es su interior. Completan la función la actriz Rebeca Montero haciendo de embarazada y novia de Kjell, que está correcta en sus apariciones, Chema Adeva haciendo un doble papel, primero el de psicólogo Fran y luego el del poeta solitario y por último el pianista que, en muchas circunstancias y como lo refería algún actor, tocaba de más Mikhail Stuydenov, aunque eso no le quitaba mérito al músico, a pesar de que estaba escrito que fuera así. El punto más álgido y en clave de humor es el desnudo de los protagonistas para intercambiarse la ropa interior porque Kjell va a perder, por fin, la virginidad y cuando este lo está consumando se ayuda de la mano del público para sostenerse y amplificar el énfasis de la escena. En general, una obra entretenida. Quizá peque por su duración y en la recreación de la locura agravándola y yéndose al extremo de las circunstancias, pero seguro que no suele dejar indiferente a nadie tras haberla visto.

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