viernes, 18 de enero de 2013

En días como hoy

Estaba solo. Se sentía solo. La soledad puede ser un gran contratiempo cuando no es buscada. Por las calles soplaba un viento enfatizante de la sensación térmica que erizaba el vello de la piel...; mejor estar refugiado, a buen resguardo. Al fin y al cabo era eso o estar semioculto sin más compañía que sus libros mohosos y sus bolígrafos inservibles por no emplearse. ¿A quién escribir? ¿Qué hacer si ya había ordenado todo su hogar?
Demasiadas preguntas comenzaban a trepar por la epiglotis de su alma para ser formuladas en su interior, dentro de su pensamiento, en el origen profundo de todos sus problemas.
Qué día tan gris. Los esquimales podían distinguir hasta treinta tonos de blanco o eso dicen. Hoy el cielo parece de ese tono, pero no entendía porque para él le resultaba plomizo un firmamento tan encapotado e industrial. Demasiados días nublados estaba demostrado psicológicamente que no eran sanos.
Se asomó por las ventanas para ver cómo actuaban los transeúntes. La mayoría iban adheridos cubriéndose entre sus bufandas, gorros y guantes. Si supieran que, en realidad, estaban a doce grados de temperatura quizá no tendrían tanto frío. No importa. Pensó que todavía no habían sido estudiadas a fondo las repercusiones de un cielo apagado.
Y fue entonces cuando un recuerdo comenzó a asomarle, a acumularsele, como las pelusas en los rincones, tras sus ojos; el lugar imaginario para él donde se agolpaban las ideas. Su bello y grandioso mundo de las ideas.
Recordó cómo aprendió a disntigur los colores; fue gracias a los vehículos que iban pasando por la carretera y se veían tras la ventana de un noveno piso.
Ahora ya no le quedaba mucha paciencia para aprender. Atrás quedaron los tiempos universitarios, que tanto esfuerzo requirieron.
Otro recuerdo le sobrevino. Este no era tan lejano. Recordó la historia de esa vecina que para entretenerse en su soledad cogía cáscaras de huevo, patata o fruta, las introducía en un paquete y más tarde, con todo el esmero y cuidado, la envolvía  como si fuera un regalo con lacito y todo; a ser posible rojo o rosa. A continuación, la bajaba a la acera y la depositaba allí manteniendo la cautela de que nadie la viera colocarlo. Al rato subía nerviosa por las escaleras y su única misión era observar cómo los transeúntes actuaban con el regalo. Los había que se giraban desconfiados para golpear con levedad el objeto deseado. A todos nos gustaría toparnos con un regalo extraviado, ¿Quién no ha soñado alguna vez que se encuentra monedas o billetes?
Pero los sueños, solo son eso. Cuando alguno destapaba el don con prisa de no ser visto, como movido por una curiosidad inhumana, y veía lo que aguardaba en su interior, lo arrojaban con furia al suelo, al percatarse de la cruel chanza.
Y tal vez la soledad sea eso. Una amalgama inconexa de recuerdos que vienen a la memoría desde atrás, desde el fondo de las cuencas para dotar a los malos momentos con divertidos fragmentos de toda una vida... en el mejor de los casos.
Luego el espía volvió a los libros y apuntes. Intentando hallar la solución a su incertidumbre.

2 comentarios:

Werra dijo...

Muy bueno, me recordó esos, anhelados y escasos días de vacaciones, en los que cuando llevas ya dos o tres semanas te empiezas a plantear aquella pregunta que tanto echas de menos durante el resto del año, ¿y que hago o a dónde voy mañana? Y no se a ti, pero a mi siempre se me ocurre la misma respuesta: bueno, ya veremos mañana cuando me levante, que todavía queda un hermoso día por disfrutar. Y me vuelvo a acordar de aquella canción de Serrat que tanto me gusta "Hoy puede ser un gran día, imposible de recuperar...." (lease con su musiquilla correspondiente) jajajaja

en stor kram Mr författare (sueco)

Daniel Atienza López dijo...

Ok. Lo malo son las vacaciones impuestas de este gorbierno, pero hoy no vamos a hablar de política ni del desempleo. Que se chinchen un poquito.
Muy grande Serrat, que no me gustaba de niño, pero ahora recobra valor.
Y bueno, la versión sueca mucha mejor que la latina, jaja, dónde va a parar... la leche. Ya te digo en ascuas.