Una amistad forjada hace once años nunca debería
pasar desapercibida y considero que mucho menos olvidada o menospreciada. Fuimos
soñadores del mañana en un campus sin biblioteca, ni libros y no miento si
afirmo que los profesores estaban siempre por debajo de lo que esperábamos,
excepto alguna grata sorpresa que se quedaba solo en eso… en un breve consuelo.
Nos levantábamos cada mañana imaginando cómo sería nuestra vida recompensada,
cuando dispusiéramos del diploma bajo el brazo, en vez del pan. Y en eso pasaron
los días hasta cumplir la deliciosa “condena” de cinco años. Otros compañeros
la sacaron en seis, pero ese no es tu caso. Tú eras de los que con dos días
antes sacaba un examen sumamente digno. Siempre recurríamos a ti para resolver
las dudas informáticas ya que, a buen ojo, supimos enseguida que nuestro amigo
Fran era aplicado y responsable; lo era y lo seguirá siendo aún cuando los
nuevos edificios se conviertan en algo cotidiano alrededor de donde todos nos
conocimos. Hasta los eriales proliferan Fran.
¿Y ahora qué? Pues has decidido montar una empresa.
Algo que requiere una madera especial, un arrojo distinto y distinguido que no
todo el mundo conserva ni posee. Los emprendedores saben jugarse el tipo (y el
puñetero euro) caminando hacia delante porque no tienen otra; no tenemos más
que seguir andando o rodando en otros casos. Te deseo lo mejor en este aspecto
laboral, ahora que hemos dado con nuestro pellejo contra la cruel definición de
generación perdida. Aunque los periodistas que acuñan términos, tendencias o
movimientos siempre lo hagan un poco a destiempo. Ya que de haberlo sabido
antes también hubiéramos estudiado lo mismo. Lejos del masoquismo y cerca del
puro empeño y la constancia. De todos modos, no perdamos la esperanza… todavía
estamos a tiempo de adivinar cómo diantres se arregla un enchufe o anudar
adecuadamente una corbata.
Entremedias quedan nuestros paseos por el Madrid de
siempre. Subimos por la calle Atocha (o bajamos hasta Ronda de Toledo si es
domingo para ver los puestecillos aunque nunca compramos nada; Álvar sí) vamos
a ver tebeos, videojuegos o figuritas para ponernos los dientes largos mientras
charlamos y a lo mejor nos tomamos el refresco donde Los amigos o en el bar
próximo a Doña Manolita. A las tres horas, o así, regresamos a Atocha donde
cada uno parte para su casa. A ti todavía te quedan unos treinta y cinco
minutos de reloj, a buen ritmo, para llegar, a mí seis o siete estaciones hasta
parar en Zarzaquemada. Lo siento, pero no recuerdo cuando comenzamos con todo
este genuino ritual.
Escribo esto porque el 23 de abril fue tu cumpleaños
y cuando leas estas frases te darás cuenta de que tendrás que habilitar un pequeño
anaquel para colocar los regalos que te he ido haciendo durante estos años,
casi todos libros por cierto y de deporte en su mayoría. Prometo que cuando
descubra algo mejor lo conseguiré en tu sorpresa.
Sigue luchando amigo mío en este día a día que nos
ha tocado vivir y yo continuaré alegrándome de tener un amigo al que considerar
verdaderamente un periodista y mejor persona. Nos quedan muchas metas y paseos
por materializar aunque seamos algo nostálgicos del pasado, lo mejor siempre
está por venir. Y “todo está por caer” parafraseando de mala manera el
chascarillo que decían nuestros sabios mayores y dándole una perspectiva
positiva. Un placer, compañero.
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