sábado, 1 de agosto de 2015

Un mal endémico

Las editoriales se están arruinando. Y no solo tiene que ver el hecho del derrumbe impreso y físico del papel y haya más gente apostando por lo digital... y ni eso, porque aquí, en España, cada vez se lee menos. Es una verdad a gritos. El mayor problema que padecen es el de contar en su nómina con hombres ruines y pérfidos, unos facinerosos de mucha tela. Algunos personajes de tralla y mecha que encargan trabajos y luego no los pagan, juegan con la ilusión y la necesidad del freelance; esos mismos ‘valientes’ enamorados de sí mismos y abanderados del ayer, ácratas de puño y letra con mucho por presumir. Esta retahíla de seres, puesto que no todo el monte es orégano, está mermando a los que sí son capaces de salir adelante en la actualidad. ¡Por supuesto! Estamos ante el caso de siempre: la minoría perjudicando a la mayoría. Nada nuevo, como pueden apreciar.
Se permiten el lujo de generalizar en las distancias cortas o charlas de café llenándoseles la boca de falsas promesas y medias verdades. Desconozco el motivo de su complejidad y su mutilación metalingüística.
Me asalta el argumento de una película rusa, demasiado comercial. Guardianes de la noche. En ella se cuenta la historia de la humanidad y como desde el principio se ha dividido en una lucha continua entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad a guantazo limpio. Pues bien. Intenten vivir de las letras y entenderán cómo de acertada era la comparación. Porque hay editores excelentes... allí donde los haya y malos profesionales encaramados a su ombligo y beneficio mientras desprestigian  a otras profesiones, y peor aún, a otros profesionales. 
Es triste e injusto que la literatura otorgue tan buenos momentos como producto, pero haya que sudar tanto para lograr algo positivo de ella cuando se está dentro de la cadena de producción. Y elijo estos términos de Henry Ford, porque no padecemos la verdad hasta que no estamos totalmente dentro de algo. Cuando nos repercute directamente, esas situaciones nos empujan a decir ‘¡Ay va!’.
Pero volviendo al tema. Al problema no le veo solución por ningún lado. Malos son sus dirigentes en sí y mal está esa industria. Así que, a priori, solo le vaticino momentos poco destacados y demasiado mediocres. Por mucho que alguien se afane en perseguir una meta, si contempla que las herramientas de las que dispone no le van a funcionar lo más sencillo es abandonar, bajarse del carro, apearse en la peor estación, el fatuo olvido. Y no estamos en tiempos de abundancia.
Hace años escuché la siguiente frase ‘Siempre habrá tecnología. Lo importante es tener buenas ideas’. Y me pregunto ¿Cómo hacer con estos ineptos? ¿Hasta dónde va a llegar esta pena de Gallimimus?
Parece que perduran a su extinción como cucarachas evasivas e invasivas. Una lástima.
Cinco garbanzos negros enturbian todo el plato, de los soñadores de letras con los pies en el limo.  
Siempre habrá libros. Ejemplares tan especiales y mágicos capaces de comunicar un mensaje... con todo lo que no se cuenta. Con todo lo escondido como este dardo a su cuello. Lo perjudicial, como señalaba, es que los malos están dentro. Habitan en todas las esperanzas. La barcaza navega a ciegas, pues. Mucho me temo.

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