jueves, 24 de mayo de 2012

El final de aquella pareja

Empecemos por lo básico: Juan Carlos y Ana. Y ahora lo secundario: Se distanciaron. En dos ligeras y directas pinceladas me entrometo de lleno en un tema en el que hace mucho que no escribo. En esta sección se cuenta con unos signos de interrogación en la etiqueta que servirían para resumir eso tan… tan… indescriptible casi, como es el amor. Pero por suerte o mala pata a aquella pareja… ya solo les quedará el olvido de lo vivido como a quien más y quien menos le ha tocado pasar por ello, sin sospechar muchas veces en el tremendo lado positivo que ello oculta... o que nos cuesta ver.
El caso es que vuelvo la mirada atrás y allí les veo. Ella alta, rubia, peluquera, él igual de alto pero más atlético, informático y más introvertido. La verdad es que me gustaría hablar más de ellos pero ni tan siquiera recuerdo por qué lo dejaron, ni me lo contarían por entonces, ni ahora vería con buenos ojos liberarlo a los cuatro vientos.
El caso es que "casaban" bien o eso me parecía a mí, pero lo real es que había quizá demasiadas diferencias entre ellos. Y estos hechos, quiero suponer e imaginar, fueron cobrando relevancia hasta que tal vez significara algo. Pero qué importan estas conjeturas sin fundamento que tienen más de invención que de realismo, por lo que desconozco hasta qué punto es óptimo escribir sobre ello.
Lo importante es que ahora les imagino con otras personas rehaciendo su vida. Y es aquí donde quiero llegar, a que cuando lo dejaron una nube gris vino a instaurarse en mi sonrisa, por breves momentos, para luego irse como se esperaba. Las parejas son un "algo" intangible y único cuando conviven o se aman, pero dejan un relativo vacío cuando se produce su ruptura (depende de si ha roto el vecino con el que tan mal te llevas o una de tus primas). Hay que comprender que se echan por tierra algo tan duro y unificador como los lazos que nos unen y la amistad, por no hablar del cariño.
Por eso les veo mejor ahora. A ella con alguien tan liberal (palabra que ella empleaba) como se merece y a él a alguien tan comedido y bueno como era Juan Carlos. Dos grandes y bellas personas que sin saber cómo un día tomaron direcciones opuestas, dándose las consabidas espaldas en el típico final, que toda  pareja debería de tener, asumiendo los propios errores, los planes que ya no compartirían, las visitas que ya no harían a su círculo respectivo. Pero, ya digo, un adiós no es tan malo porque te deja la puerta abierta y es ahí dónde puede aparecer alguien con quien verdaderamente merezca la pena compartir la senda del porvenir. Cínica y honestamente todavía habría que decir: ¡Gracias! pero escrito a modo de viñeta de Forges.

2 comentarios:

Werra dijo...

Me quedo con la reflexión final: Un adiós deja una puerta abierta para seguir avanzando hacia una meta mejor, o eso desea uno, que vuelva a encender la luz de la ilusión que atrás se fue extinguiendo.
Siga usted haciéndonos pensar y divertirnos con la lectura, que seguiremos fieles a su llamada.
Un abrazo Sr. Conde.
(Ya lo ves, esta mañana andamos un tanto metafísicos)

Daniel Atienza López dijo...

La verdad es que da gusto escribir con este publicazo, jajaj. En realidad no escribo nada nuevo ¿no? cuando se cierra una puerta se abre otra o algo así, pero bueno no sé por qué pero antes me había quedado más delicádamente y profesional, ya en el texto. Siempre he valorado las segundas oportunidades que da la vida... en todos sus aspectos. Y me parecen un acierto. Otro abrazo camarada Florín. Nos vemos pronto.