domingo, 28 de abril de 2013

Como en los primeros besos

Recuerdo con ternura mi primer beso y cuando digo beso no me refiero a cuando se emplea la lengua, que al principio es toda una intromisión como defiende Eloy Moreno. Para mí el primer ósculo me lo dio una chica llamada Alexandra. Estuve varios días o semanas buscándolo, haciéndomelo merecer solo igual que cuando eres un chiquillo; queria que me lo diera motu proprio sin el juego de la botella o robándoselo.
Esta chica me gustaba bastante aunque no sabría diferenciar entre mis "bastantes" de por entonces. Se me viene a la memoria que para conseguirlo decidí regalarle una flor, pero no fue comprada; en las parcelas de donde antes vivía había muchos rosales a pie de calle, así que un día  me apropié unas tijeras para cortar dicho deseo, aunque la flor comenzó a ser algo entre mis manos justo cuando le di el tajo. Dicho y hecho. Llamé a su casa, salío y se la di. Ella se sonrrojó tal y como se sonrroja uno en los prólogos a la pubertad, repleta de esa sangre joven, inexperta, esperanzadora y tierna. Luego me dio el ansiado premio en la mejilla y me supo tan bien que aquella noche dormí del tirón, como solo se puede dormir cuando uno es niño.
Pero lo que no le conté es que me gustaba, aunque el hecho de que te regalen algo así lo demuestre preferí guardarme los detalles escabrosos. No le dije tampoco que estuve seleccionando entre muchas rosas con el único pretexto de que sus púas estuvieran lo suficientemente separadas para que cuando la cojiera no se pinchara los dedos. Tardé bastante. Luego aprendí que las púas de la rosa crecen en proporción áurea, es decir que se crean simétricamente respondiendo a unos valores geométricos que suelen estar en la mayoría de las composiciones naturales que conocemos, incluido el cuerpo humano. Vamos que la que escogí era equivalente a las que descarté, pero para mí en esa edad fue todo un logro conseguir la que parecía única.
No le comenté siquiera que tuve otro contratiempo con los colores. Había rosas, blancas, amarillas... menos negra florecían de casi cualquier tonalidad. Al final de tanto dudar en la selección, escogí la roja. Ya que me involucraba que hablara el hecho antes que uno mismo, aunque no las tuve todas conmigo. Quise ser discreto hasta cuando menos hay que serlo.
Al final no hubo nada más con esta vecina. Pero siempre recuerdo extrañado los peculiares pormenores y cuidados que dediqué para lo que relato. Desconozco a su vez porque los besos iniciales se recuerdan con más viveza. La idealización de lo que se pretende es casi superior al hecho consumado. El premio fue más que suficiente, pero eso no tuvo la menor importancia. La recompensa al esfuerzo no importa, lo que si procede es el empeño, la imaginación creativa, la dedicación con la que uno cerca una idea para llevarla a cabo. Sea del tipo que sea. Al final, supongo, la vida pasa y lo que queda es el contexto y la maduración de unos hechos hilados por su circunstancia. A los que no meditan las causas y son directos en sus cometidos también se les pasa el tiempo, solo que la elaboración cambia considerablemente.
El poso de ideas es necesario aunque depende para qué factor.
Y los primeros besos son como los pétalos perennes de la memoria. Dónde mejor se puede apreciar la maduración de un sentimiento que con lo que refiero: la edad febril.

5 comentarios:

Werra dijo...

Jajaja D. Dani que bueno.
Solo con lograr que el que lo lea se acuerde de aquellos maravillosos años, donde cualquier ínfimo asunto nos parecía de otra galaxia. Eternamente enamorados de alguna chiquilla que casi nunca nos correspondía. Donde los mayores solo nos dejaban a las menos agraciadas, que casi siempre, bueno... O en bastantes casos, luego no fueron las mejores y más sensatas je je.
Que tiempos aquellos...!!!
Bueno Sr. Conde, que me ha vuelto al encantar leerle, para variar je je je.

Me parece que le tocaba a vos poner título, si no me equivoco.
Pues estas tardando... Ale

Abrazo Sr. escritor

Daniel Atienza López dijo...

De nada camarada de letras!! Vamos allá. El libro famosísimo que todavía creo que no te has leido dice así (como te dé más pistas me delato): "Llamadme Ismael. Hace algunos años, encontrándome con muy poco o ningún dinero en el bolsillo y sin nada de particular en tierra que tuviera especial interés para mí, se me ocurrió ponerme a navegar, con el fin de ver la parte acuosa del globo terráqueo. Siempre que empiezo a sentir que un rictus sombrío me contrae los labios, que los ojos se me nublan y que la melancolía se me apodera del alma, creo llegado el momento de hacerme a la mar lo más aprisa posible.
Lo que no significa que se me ocurra navegar nunca como pasajero. Porque, para navegar como tal, es preciso tener bolsa ¿y qué es la bolsa más que un trapo, a menos que vaya repleta? Además, el pasajero se marea, se irrita, no duerme por la noche, ni se divierte gran cosa por regla general. No; jamás voy de pasajero, ni de comodoro, ni de capitán, ni de cocinero. Que vayan aquellos a quienes guste disfrutar de la gloría y distinción que tales cargos confieren. Trabajo teng con cuidarme de mi persona sin echarme sobre los hombros la responsabilidad que un barco representa. Y, en cuanto a ir de cocinero se refiere... Reconozco que es un gran honor, que el cocinero es una especie de oficial a bordo; pero que nunca ha hecho mucha gracia eso de asar aves de corral, pese a que, una vez asado, juiciosamente untado de mantequilla, salado y con su buena dosis de pimienta. No hay quien hable más respetuosamente de un pollo que un humilde servidor de ustedes."

Werra dijo...

Dani, me acabas de pillar... "mecawen"
Según empecé a leer pensé se trataría de "El viejo y el mar" pero lo del cocinero creo que no tiene nada que ver con ese.
Que chasco, jajajaj, yo que venía tan ufano pensando que la tenía medio resuelto.
Te pido un kit-kat, vamos, un tiempo de prologa para dejarme estrujar una a una las escasas neuronas que me quedan. Ok?

PD. en el siguiente texto coloque una errata sin querer, y quise decir todo lo contrario a lo que se entiende, me cito:
"chiquilla que casi nunca nos correspondía. Donde los mayores solo nos dejaban a las menos agraciadas, que casi siempre, bueno... O en bastantes casos, luego no fueron las mejores y más sensatas je je"

Donde sobra el "no" que viene a continuación del último luego, siendo aquellas que nos dejaban los chicos más mayores, las que SÍ fueron las mejores y más sensatas.
Perdón, que es que lo de escribir en el móvil, todavía no lo tengo del todo controlado.

Daniel Atienza López dijo...

Vamos con más pistas que creo que he pensado que era obvio y visto desde fuera es cierto que resulta complicado por todo lo de la cocina que introduce y que despista.
Pista numer one o jone, jeje: el autor es uno de los libros que me dejaste.
Pista numer two: La novela tiene mucho que ver con el mar. Y quitando El viejo y el mar que hace bastante que leí y no entendí muy bien... nos queda esta fantástica obra de la que también se han hecho pelis. Aaaale, ya me he pasao ahí. No digo más. Un abrazo camarada.

Werra dijo...

Quiero que conste en apta, que lo sabía sin haber leído tus pistas, que acabo de ver por cierto, pero ayer en el curro se me encendió la bombilla, y al acordarme de tus palabras diciendo que creías que no lo había leído lo supe.
El único libro que hemos comentado para leer en Labule y tu sabes de el es el de "Moby dick" y ahora ya con tus pistas confirmado.

Venga que voy yo con otra: (super famosa donde las haya)


Pistas: ____________es una sólida novela de aventuras. Naufragios, mazmorras, fugas, ejecuciones, asesinatos, traiciones, envenenamientos, suplantaciones de personalidad, un niño enterrado vivo, una joven resucitada, catacumbas, contrabandistas, bandoleros...todo para crear una atmósfera irreal, extraordinaria, fantástica, a la medida del superhombre que se mueve en ella.

PRIMERA PARTE
EL CASTILLO DE IF
Capítulo primero
Marsella. La llegada
El 24 de febrero de 1815, el vigía de Nuestra Señora de la Guarda dio la señal de que se hallaba a la vista el bergantín El Faraón procedente de Esmirna, Trieste y Nápoles. Como suele hacerse en tales casos, salió inmediatamente en su busca un práctico, que pasó por delante del castillo de If y subió a bordo del buque entre la isla de Rión y el cabo Mongión. En un instante, y también como de costumbre, se llenó de curiosos la plataforma del castillo de San Juan, porque en Marsella se daba gran importancia a la llegada de un buque y sobre todo si le sucedía lo que al Faraón, cuyo casco había salido de los astilleros de la antigua Focia y pertenecía a un naviero de la ciudad.
Mientras tanto, el buque seguía avanzando; habiendo pasado felizmente el estrecho producido por alguna erupción volcánica entre las islas de Calasapeigne y de Jaros, dobló la punta de Pomegue hendiendo las olas bajo sus tres gavias, su gran foque y la mesana. Lo hacía con tanta lentitud y tan penosos movimientos, que los curiosos, que por instinto presienten la desgracia, preguntábanse unos a otros qué accidente podía haber sobrevenido al buque. Los más peritos en navegación reconocieron al punto que, de haber sucedido alguna desgracia, no debía de haber sido al buque, puesto que, aun cuando con mucha lentitud, seguía éste avanzando con todas las condiciones de los buques bien gobernados.
En su puesto estaba preparada el ancla, sueltos los cabos del bauprés, y al lado del piloto, que se disponía a hacer que El Faraón enfilase la estrecha boca del puerto de Marsella, hallábase un joven de fisonomía inteligente que, con mirada muy viva, observaba cada uno de los movimientos del buque y repetía las órdenes del piloto.
Entre los espectadores que se hallaban reunidos en la explanada de San Juan, había uno que parecía más inquieto que los demás y que, no pudiendo contenerse y esperar a que el buque fondeara, saltó a un bote y ordenó que le llevasen al Faraón, al que alcanzó frente al muelle de la Reserva.
Viendo acercarse al bote y al que lo ocupaba, el marino abandonó su puesto al lado del piloto y se apoyó, sombrero en mano, en el filarete del buque. Era un joven de unos dieciocho a veinte años, de elevada estatura, cuerpo bien proporcionado, hermoso cabello y ojos negros, observándose en toda su persona ese aire de calma y de resolución peculiares a los hombres avezados a luchar con los peligros desde su infancia.
-¡Ah! ¡Sois vos Edmundo! ¿Qué es lo que ha sucedido? -preguntó el del bote- ¿Qué significan esas caras tan tristes que tienen todos los de la tripulación?
-Una gran desgracia, para mí al menos, señor Morrel -respondió Edmundo-. Al llegar a la altura de Civita-Vecchia, falleció el valiente capitán Leclerc...
-¿Y el cargamento? -preguntó con ansia el naviero.
-Intacto, sin novedad. El capitán Leclerc...