En la sala multiusos del centro cultural Tomás y
Valiente, hay una claridad extraña, como esa tonalidad que en ocasiones regala
el atardecer y que nublan a uno la vista. Las paredes altas y encaladas
refractan la claridad del sol y casi hay que dejar la interpretación de los
hechos a los oídos más que a los ojos. Javier Saceda, vicepresidente de la
asociación de escritores la Buena Letra, entre otras muchas aficiones, presenta
su libro Recuerdos de una mirada, rodeado
de familia, amigos y compañeros.
Al otro extremo de la mesa rectangular, habilitada
por Cultura, se encuentra la otra autora de este peculiar ejemplar literario,
Nagore Martín.
Los dos protagonistas del acto están preparados y
demuestran tener las tablas idóneas y el saber estar necesario mientras
transcurren los minutos. Entremedias se encuentra Fernando Álvarez, el hombre
que comienza la presentación con mucha soltura y una retórica precisa y
elaborada sostiene que el ejemplar que “apadrina” es un libro diferente en
tanto en cuanto son textos cuya inspiración se basa en lo que, con
anterioridad, se retrata en unas fotografía hechas por Nagore Martín.
Por último, también a la mesa y siempre atenta y
risueña se encuentra Omara Pérez, la modelo que sirve de inspiración para la fotografía
de la portada y uno de sus textos que Javier Saceda ha elaborado con acierto y
precisión.
Recuerdos de una mirada mezcla dos artes, el de la fotografía y la poesía. Dos campos que, a
priori, parecen descabalados, pero que aquí casan certeramente ciñéndose la
contundencia de las bellas palabras con el predominio de lo siempre visible de
una imagen.
Tras la presentación que hace el autor del libro
donde se arrancó a leer varios de sus poemas acompañados de música, como si de
un recital se tratara, comienza el turno de las preguntas.
Los asistentes no cesan de interrogar a los dos
protagonistas fuenlabreños que se defienden con sinceridad y buen hacer. Ella
responde que habrá una segunda colaboración entre los dos en un futuro cercano
y él que lo que le empujó a seguir escribiendo después de estar un año parado,
que no quieto, fue el seguir innovando y siempre hacia delante.
Luego, de cara al final, se levantan los cuatro, la
música se acaba también, pero dejan de por medio su obra literaria, la creación
conjunta que les ha vinculado en un proyecto innovador. Los asistentes también
se preparan para irse. No ha habido cámaras de retransmisión y los micrófonos
que han hecho su función captando el sonido no tenían la finalidad de recabar
en los tímpanos de oyentes radiofónicos, pero ahí han estado. La cultura a
veces es tan intangible como el aire, sí y qué somos el público sin esas obras
que transportan nuestra imaginación, que permiten meternos en personajes que
nunca seremos, donde uno se encuentra verdaderamente solo enfrascado en su
lectura. Por todo eso y por ende gracias a Javier Saceda y a Nagore Martín.