domingo, 19 de febrero de 2017

¿Adónde vamos?

Caminaba por el municipio donde crecí, con la tremenda sorpresa de no reconocer los establecimientos ni tiendas que se habían abierto en los últimos años. Me entró una especie de nostalgia. Y aunque suelen decir que los lugares de la infancia son inalterables, en vez de la mirada y vida de quien regresa, no me lo creía. Entre tanto, mis inquietudes comenzaron a sembrar la alerta psicosomática. De pronto, una molestia empezó a cobrar forma. Esa especie de dolencia se hacía presente y ganaba enteros, muy adentro, bajo el entrecejo y sobre la nariz. El dolor afortunadamente no fue a más, a pesar de comprobar, cómo uno de los negocios más memorables de mi juventud, se había ido al garete también. Llevaba el cartel de la peste, digo ‘se alquila’. La guadaña económica había alcanzado ese lugar, donde el dueño fue quien, en un pasado adolescente, me grabó todos los videojuegos piratas en el instituto. Estaba perplejo por la nueva situación de su, ya extinguido, negocio o empresa. Supongo que cuando a uno le dan cierto cogotazo es mejor levantar la mirada lo antes posible; eso es lo que hice. Fue entonces cuando contemplé, con más asombro todavía, los muchos comercios, para mi gusto demasiados, portando el famoso ‘se alquila’ que tanto se ha puesto de moda. 
Es como si en medio del pasado de los caminantes y el futuro de las calles, se hubiera instalado de por medio un presente crítico, inmoral, indecente o ventajista, a la larga y en la corta. 
La jaqueca amenzaba con abrirse paso entre mi cráneo, tendones, nervios, músculos y piel. Era una verdadera jodienda subcutánea, pero lo realmente engorroso y de cierto peligro para la sociedad era esa tipografía naranja fluorescente y chillona; como diciendo: ‘Aquí estoy yo, con mi rictus mayúsculo con el fin de ser un verdadero quebradero de cabeza’. Decidí seguir adelante en mi rumbo un poco dubitativo, como quien se gira de vez en cuando para ver si alguien se estaba riendo o había una cámara oculta. En la desesperación todos los males hincan. Este del que os refiero puede ser una nueva adversidad, como tantas otras. Un problema de complicada solución para los que esperan con las manos cruzadas enfundados en trajes y corbatas. 
Los transeúntes en su día a día saben dónde fijar la mirada. Es una verdad agria, incómoda, nociva. Un pasatiempo imposible, un Scrabble con las letras predefinidas en los huecos justos o premeditados. Desde arriba sueltan los letreros; abajo se consiente el resultado.

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