domingo, 2 de abril de 2017

Un tributo

20 años de exclamaciones y comas. Un tango que emana de cada bolígrafo, lapicero o desde la propia mano de quien ha escrito aquí durante todo este tiempo.
Mientras recuerdo lo vivido, una imagen de blancura se me viene a la memoria. Al principio La buena letra creaba y se expandía desde el subsuelo, como los árboles; en un sótano al que se accedía por unas escaleras de barandilla blanca que, poco más tarde, daban a un estrecho pasillo del mismo color. Abrí la puerta, con más miedo que vergüenza, y allí estaban todos los que todavía me asaltan a veces desde el pasado, porque los otros llegaron más tarde y tomaron el relevo. Siendo el complemento y toda la suma. Yo rondaba la veintena; ellos sonreían y escuchaban por encima de la edad que nos separaba. Con distintos métodos eran capaces de generarme una envidia sana desde el punto de vista humano y literario. Ya saben eso de querer correr cuando primero se ha de andar.
Y aprendí todo lo que pude, en las idas y venidas, en algunos de mis holas y en todos mis adioses. Porque esta asociación, que todavía late tras las densas, oscuras y teatrales cortinas de estos escenarios, es una superviviente nata. Capaz de sobreponerse a las peores adversidades. La cultura es la sangre que los habita, la piel de estos merodeadores de letras que esculpen sus sentimientos por doquier. Han sabido cultivar una buena vía de escape, la literaria; como un modo de vida imperecedero y enriquecedor.
Podría dar nombres de todos los miembros que han formado parte de este camino, pero rememoro esa experiencia en la línea de la vida. Les contemplo desde la lejanía, en la distancia. Y ahora, una vez más, se agolpan las ideas con las que los vinculo: ‘vocalizar bien’, ‘leer despacio’, ‘leer mucho’, ‘para escribir hay que tirar lo que no sirve’, ‘pégate al micrófono’, ‘tranquilo’, ‘risasֹ’, ‘abrazos’, ‘aplausos’ y ‘cariño’. Valores aprendidos junto a ellos, que me han hecho crecer e ir hacia delante.
Por último, desearles que el techo de los 20 años sea el suelo de su mañana. Porque lo merecen, porque en Fuenlabrada se han labrado un surco creativo, porque quién va a ser, sino ellos, los elegidos para seguir creando el presente de la asociación. Con toda mi admiración y respeto: aquí siguen. 

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