sábado, 31 de diciembre de 2011
Creación
sábado, 24 de diciembre de 2011
Entrevistas
Son una prueba de fuego que hay que pasar si queremos concebir el premio al esfuerzo. Y nada más ficticio y cruel que una simple y “sincera” entrevista. Todo ello comienza desde el primer contacto visual hasta el corporal, el apretón de manos, que por si acaso debe ser firme y un poco sostenido sea el entrevistador hombre o mujer. Luego, tras el saludo inicial, te pasan a una habitación, aquí aparece la primera trampa: nadie te invita a sentarte cuando uno lo está esperando. Algunos siguen su perorata hasta alargarlo durante segundos eternos porque lo que uno desea en un cuestionario así es sentirse lo más cómodo posible. Lo primero que resalta a sus vistas suele ser el lugar de procedencia, que como no se resida en el sótano de la empresa, ya todo les parece muy lejos. La globalización se ha estancado en las entrevistas o sobrevistas, porque no radica ya en lo que hay “entre” sino “sobre” la persona; no contemplan que hay medios de transporte y vehículos, que hoy el puesto laboral puede estar cerca si se le echa ganas. Pero resulta chocante los cerrados de mentes que hay por ahí. También nos encontramos con la frase o farsa: “dígame por qué debe ser seleccionado sobre el resto de los candidatos”. A lo que habría que responder con un: “Porque soy tan competitivo como Mourinho y las demás personas que esperan ahí fuera me dan un rotundo y absoluto asco”. Esa es la respuesta que buscan, la única posible en un círculo donde cada vez hay que venderse más y mejor. Una sociedad grotesca donde los valores personales de un candidato se diluyen por los espacios de las letras de un currículum, que no se sabe muy bien si ayuda o dificulta a encontrar lo que se busca. Bien es cierto, que sin él no habría posibilidad alguna, pero siempre se ha dicho que en España hay, o había, demasiada titulitis. Digamos, por tanto, que a uno no le juzgan por lo que es, sino por lo que parece ser. Este hecho también se cae cuando alguien pertenece ya a una empresa, con el irremediable mes de prueba, que ahora algunas empresas lo prologan a dos, y a tres… Pero estos dos hechos ya son otra historia. Para ir entrando en materia también se encuentra uno aquello de: “se ha documentado acerca de nosotros” lo más curioso del asunto es que cuando formulan este baladí es cuando, justamente, son las empresas más pequeñas posibles. No imagino a un entrevistador de Nike preguntando acerca de si se ha informado antes de llegar. De todos modos resulta un absurdo por el alto indicio de egocentrismo. Finalmente, están las series de cualidades: “dime, por favor, tres cualidades que debería tener una empresa y tres que usted pueda aportar”. Bien, pues como de repente te han colocado la cartera del director de la entidad dan ganas de decir que expulsas a los malos entrevistadores, los que engañan, los que juegan con los sentimientos de la gente, los que olvidan que algún día tendrán que formar parte del otro lado y estarán, tal vez, en flaca desventaja, los que, por alguna razón que desconozco, se creen superiores (sus trajes quizá son signo y seña) y piensan que por un momento debes sentirte como ellos si quieres ser uno más y también uno menos… miembros y partícipes de una sociedad sectorizada cogida por los pelos. Pues bien a todos ellos les digo que la palabra broker no estaba reconocida por la Real Academia Española hasta desarrollar una renovada vigésima tercera edición y que la expresión “ser un tiburón de la bolsa” no dice nada en castellano aunque se use con frecuencia como tantas otras irregularidades. Este es su mundo hecho de hilos. Ellos se mueven por los mismos y también los manejan. Chusma de otro costal.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Puntos de vista
No somos lo que somos sino lo que dicen ser. Bajo esta estimable afirmación queda poco margen al error ya que lo que sostienen muchos prevalece sobre el que poco, o casi nada, puede decir y, por lo tanto, debe decir. Y por qué digo esto que no es poco, pues porque dos fuentes han revelado que no comunico bien, vamos que si hubiera un mensaje en mí para transmitir el contenido se perdería porque el receptor no lo captaría como fuera debido. Se diluiría antes de cumplir con su cometido, informar. Dicen que la versión impresa de El Golemjull, está desordenada y que no pertenece a ningún género. Yo (Claudio), el autor, puedo defenderme alegando que el desorden lleva un orden delicado y dedicado, eso sí por la variedad de temas a tratar, y que el hecho de no tener género le acarrea mucho mal pero también una dosis considerable de frescura para alguien que tenga las mismas ganas de leer que ante Ulises de James Joyce. No comparo ambos libros; ni de lejos. Uno es un clásico y el mío sólo ha servido para que ciento sesenta personas se lo descarguen… gratuitamente claro. De todos modos todavía soy un novato en esto y cuando hablan de algo varios, ya sabéis… habrá que escuchar por si llevan razón. Otra fuente, la primera está velada, es Woo Rank. Una herramienta que mide la calidad de tu página web y la cual sostiene, muy acertadamente (quizá) que el lenguaje empleado aquí es universitario y la gente de un nivel sociocultural más bajo (extraña cuando ya raro es quien no se arriesga con la carrera) no lo puede llegar a comprender. Y yo pregunto: ¿de qué vale una carrera si no la puedes ejercer ya ni como entretenimiento? Es cierto que algunos términos se me van y otros bailan pero al menos creo que sé hilvanar algunas frases, claro que eso no lo va a recoger ninguna página de medición de audiencias. Lo más importante, se trate el tema que se trate, es que se debe estar predispuesto a recibir una pullita cuando creemos estar en posesión absoluta de la verdad, de la nuestra, porque siempre estamos confundidos al percibir una parcela tan limitada de la realidad. Esto quiere decir que también estamos en lo cierto puesto que a esa porción nos rendimos y erigimos. Salga el sol por el este que quiera que mañana habrá que seguir aprendiendo de los errores propios; de los fútiles y los adversos.
martes, 6 de diciembre de 2011
Disfraz adulto
De repente cogí, de nuevo, la fotografía. La niña de pelo castaño sonreía al fotógrafo o fotógrafa. Siempre que sostenía esta imagen en mi mano imaginaba que se hizo un martes o miércoles por la tarde, no sé muy bien el motivo de creer tal nimiedad, aunque la luz que reflejaba la pared encalada era cuando menos dudosa. Pero eso es lo secundario, lo principal era lo que se apreciaba: una niña, ya dicho con anterioridad, que estaba sonriente disfrazada de flamenca con volantes en tonos rojos y blancos. Por llevar llevaba hasta el foulard a juego. Y no sólo hacía ese gesto con una naturalidad cinéfila, sino que también, y bajo su peineta roja puesta con arte, estaba haciendo un giro con su cadera en un movimiento praxitélico (curva de la cadera) muy a lo sevillanas made in spain. Su mano derecha acompasaba el giro con su inercia y la izquierda sostenía unas castañuelas rojas remarcadas con una pulsera del mismo color en ese lado y que tampoco sé si fueron de juguete. Todo ello con el codo marcando la postura a una buena postura intermedia. Mi fragmento preferido de la fotografía era la cara. El gesto, el cual lo veo florecer muy a menudo, decía: «Soy una sevillana y puedo serlo». Además lo más entretenido de la imagen a color es que no es la típica fotografía de alguien desbordado por la alegría (por eso la sigo mirando todavía), sino que es una felicidad contenida y controlada; algo inteligente se abre hueco entre esos labios que medio se ríen y medio dicen un: «Yo sí». Pero sigo observando su cara intentando hallar lo enigmático: su frente era perfecta acompañada por un flequillo que brillaba, sus cejas soportaban una curva estilizada y correcta. ¿Por qué me llamaba la atención tanto? Porque todos reconocemos el «tú si puedes», porque las rutinas que nos hemos buscado nos hacen olvidar que deberíamos repetirnos esta frase cada cierto tiempo, porque nos hemos dejado arrastrar por el qué se yo y él que saben ellos. Ahora, si quieren contemplar la fotografía tendrán que imaginarla como hago yo cuando la deposito con cuidado en su lugar y luego, tras echarle el último vistazo, cae entre mi olvido hasta que otro día, de pronto, me la vuelvo a encontrar.
viernes, 2 de diciembre de 2011
Manchester, una gran ciudad para visitar
Un placer para recrear la vista
Otros pequeños detalles para disfrutar