miércoles, 22 de febrero de 2012

Capítulo 1

Le ardía la mirada y le palpitaba el pecho, sin embargo tenía las manos heladas por los nervios. Sobre uno de los escenarios más conocidos de la Gran Vía, allá arriba subido con el calzado apropiado para claqué como era debido, se podía calcular, de buen ojo, cuánta asistencia había en el estreno: mucha o poca o lo que era lo mismo muchos rostros frente a la visión de incómodas butacas vacías, pero al menos de momento y por algún tiempo no iba a ser el caso. Así que se regocijó pensando en lo bien que le iba a sentar el sueldo aquel mes. La sala, bajo un bombín negro característico de uno de los más celebres cantautores de España, estaba a rebosar y eso que al entrar para ver la función no era una acción barata y sencilla. El conseguir una entrada era digno de manos hábiles y bolsillos acomodados. Noventa euros en algo así no era una ganga y si se multiplicaba por el número de asistentes salía un bruto excepcional. Uno de los mejores de su extensa carrera. Antes de entrar, cuando iba por la calle, se había conmovido por el extenso número de indigentes que había resguardándose del temporal invernal que congelaba el asfalto, fachadas y aceras; aunque hasta la fecha no estaba siendo muy severo… parecía estar conteniéndose, quizá. No lo olvidaría cuando pasó una época en la que él también tuvo que lidiar con el hecho de vivir a la intemperie. Fueron solo dos meses, pero suficiente para no pasarlos por alto todavía y seguro que nunca jamás. ¿Y si el azar le jugaba otra mala pasada? Por eso deslizó entre su mano, que ya estaba fría, un par de euros, al cartón de vino vacío que hacía de monedero público en las peticiones de un pobre desatendido. Así calmó su miedo y también la conciencia… Ahora faltaban menos de diez minutos para que todo echara andar. Los músicos se habían subido a la primera planta del escenario móvil y estaban preparando sus instrumentos pero sin poder tocarlos. Lo hacían un poco a ojo, por intuición, en ello correspondía la “magia” musical. Los demás compañeros de actuación ya se habían enfundado en la ropa elegida y confeccionada exclusivamente para la representación. El encargado de la iluminación comprobaba que todos los focos estuvieran en orden. Eso la hacía falta a él otro poco de luz y ya no bajaría de la cima. Comenzaba la actuación aunque él llevaba en una obra toda la vida. En este caso y por casting a él le tocaba hacer de tonto… podría representar cualquier personaje de la escenificación porque el mundo era eso, un vulgar papel y él, cómo no era un ladrón de identidades, el actor perfecto. De pronto el tiempo corrió algo más rápido y las luces de la sala se apagaron lo que mitigó también el cuchicheo de los asistentes, que veían como empezaba la sesión de tres horas de duración con un escaso descanso a la mitad. Para hacer más caja, nada más, que se cobraba el librillo de información teatral que en otras obras se regala. Pero esto es Madrid capital y Gran Vía, nada menos. La lástima era que él no tuviera acceso a esa pequeña cuantía. Se lo llevaba todo la compañía. Aunque sospechaba que la cifra en euros era muy escueta. Así que, de momento no iba a meter mano ahí. No podía parar de pensar en el maldito dinero. Le encantaba contarlo una y otra vez y luego olerse los dedos. Ese aroma a cuantía, bonanza, beneficio. El telón de madera se abrió… ya estaban actuando aunque sólo sobre el escenario era realmente él, por eso lo amaba tanto; fuera de allí quedaba tan desdibujado como un «sin techo». Por cronómetro tardaba siete minutos en hacer su primera aparición. Tenía que conseguir ligarse a la protagonista. Lo cual ya era cómico porque el público desde el comienzo sabía que era un ingenuo. Francamente lo ingenuo era creer que los actores de cualquier medio y profesión no pasaban hambre. Para empezar existen unos casting que tienes que ser muy ducho en la actuación no sólo para superarlos sino para avanzar al siguiente nivel de selección. Luego está en que uno nunca sabe a qué atenerse en pruebas semejantes. A veces le toca el bueno y le pide hacer las mayores perrerías que se le ocurran y digo perrerías porque en ocasiones te piden que imagines la muerte de un ser querido, cuando toca el malo y pide que le recrees algo de una manera simple y somera. Lo bueno de lo que podía predisponer es que él sabía cuando alguien iba de poli malo sin serlo, entonces por si acaso se esforzaba más de la cuenta. Quedaban dos minutos para salir… y el guión, qué decir del guión. Pues que le había costado dios y ayuda insertarlo en su cerebro. César era muchas cosas, pero entre ellas no se encontraba la memorización de textos y movimientos. Aún así tenía su estrella y tras mucho esfuerzo consiguió retenerlo bien amarrado a su memoria… o eso creía él. Todo estaba listo para hacer su aparición. Qué estupidez ver los momentos determinantes en la vida de uno de manera lenta como en las películas. En la vida real todo se acelera y desvirtúa, mareando al estómago: la puerta del personaje principal se cerró, la orquesta le daba paso, los otros compañeros de reparto hacían lo propio en lo que se conoce comúnmente como «mantenimiento de la escena» es decir, movimientos naturales de cada uno para amplificar la sensación de realidad, la luz le enfocaba de lleno, su momento estaba a punto de llegar cuando, César, el César, se quedaba completamente en blanco sin saber por dónde salir.

1 comentario:

Cristina F. dijo...

Venga, ánimo con el "Capítulo 2"!! nos tienes en ascuas!