miércoles, 29 de febrero de 2012

Día de radio

Nos sobró tiempo incluso. Las siete menos cuarto en Navas del rey, con una temperatura bastante buena, casi de primavera. Hemos llegado Raúl López, Elena Mijes y yo bien a nuestro punto de interés concreto desde la carretera de los pantanos: el único semáforo a la izquierda. Allí nos topamos con el cartel de la emisora local 107.8, de lo que luego sería el dial radiofónico de Castillos en el aire. Entramos sin más dilaciones en el edificio y una chica, la que luego seria una colaboradora del programa, nos recibe en la puerta comentándonos que había que esperar al presentador llamado Javi, que luego confundimos con el propio Javier de nuestra asociación. Un leve lapsus generado, quizá, por los nervios o porque, en verdad, cada vez hay más de ellos, sin menosprecio de ninguno. Mientras tanto tomamos asiento y micrófonos, indicándonos su uso (arrimarse al hablar) y que no dejáramos los cascos en la mesa porque el ruido lo recogería cualquiera de los cinco receptores acústicos. Entretanto me sitúo de espaldas a la pecera. Este hecho ya me hacía sentir algo incómodo porque la técnico del estudio no me vería al hablar, menos mal, que el presentador marcó muy bien los tiempos de entrada. Estaba nervioso, muy nervioso… hacía tanto que no pisaba un estudio. No sabía lo que me tenían que preguntar o mejor desconocía mis respuestas, demasiados factores escapaban a mi control. Me coloqué los cascos. No me gusta escuchar mi voz. Esperaba que no se captasen los momentos en los que trago saliva (al final se escucharon, cómo no). Por fin apareció Javi. El programa comienza. Los nervios afloraban y mientras Elena me pedía agua, yo actué como si fuera un operario novato con nitrógeno líquido entre las manos desnudas y todo para no ser escuchado por esos micrófonos unidireccionales que luego lo captan todo: tos, ronquera, patadas a la mesa, etc. ¿Y para qué tanta inseguridad? No era la retransmisión del hombre a la luna ni La guerra de los mundos; pero el nombre de La buena letra estaba sobre la mesa y nunca mejor dicho porque la atiborramos de propaganda y contenidos escritos o literarios como tanto insistí en decir mientras nos preguntaban. Pero al final la locución salió a pedir de boca. Elena consiguió ser profunda en sus lecturas aunque leyó de memoria, doble mérito y Raúl convenció diciendo que a nuestros recitales venían entre ochenta y cien personas; sonó como un muro. Y luego estuve yo, que una vez pasada la experiencia y escuchándome a mí mismo he de decir que tampoco soné tan mal, se me oyó bastante bien aunque los micrófonos evidentemente no se abrieron en algunas ocasiones a tiempo y que, gracias a dios que en la radio no hay imágenes. Es lo mejor de ella. Escuchándola estamos todos ciegos y sin embargo quizá sea de los medios que mejor difunden un mensaje.

2 comentarios:

madrigal dijo...

Vamos a ver, querido Dani: tienes que saber que, tu voz desde oídos ajenos, también a través del teléfono, y me imagino que también a través de micrófonos es muy agradable. Tienes un tono fuerte y a la vez afable. Por lo tanto, ni tanto nervio ni tanta duda. He dicho. Un beso.

Daniel Atienza López dijo...

Hola Chus!! Nos hemos cruzao en la web ya que mientras tú acababas de escribir yo comenzaba a entrar aquí, que cosas.
Puede que mi voz no esté mal pero el cuerpo reacciona, al menos el mio, mal frente al pilotito rojo de directo, por ejemplo. Son pequeñeces. Nada importante. De todos modos gracias por tu estimable comentario. Un beso. Nos vemos pronto.