viernes, 16 de marzo de 2012

Curso redactor-corrector

Al final he de decir, que mi texto fue uno de los más comentados y los que más juego dio. Supongo que para ser francos, fue de los que peor estaban... aunque al propio autor no se lo pareciera. Asi era:

Guapo, inteligente, con pinta de americano de clase alta y de tenista dominguero. Corría el año 2006 cuando Paul Newman, el eterno hombre de ojos bonitos, dejó su última aportación al cine, esta vez de animación, con Cars, y, anteriormente, cuatro años antes de aquel doblaje se metió en la piel de un gánster en el largometraje de Sam Mendes Camino a la perdición, cosechando numerosas críticas positivas por el papel que le permitío compartir plano con Tom Hanks, otro grande. Lo que más caracterizó a Newman fue el hecho de ser un “eterno rebelde” y anárquico en medio de una generación que abogaba por el “No a la guerra de Vietnam” y años más tarde sufriendo por la crisis del petróleo. Además, y según numerosas fuentes como Editorial Lumen, diario El Mundo, El País y periódicos norteamericanos era un gran actor y prueba de ello fueron sus dos Óscar: uno por El color del dinero y otro logrado en la mención de honor. Aún así no tuvo buenos comienzos en la industría cinematrográfica. Su debut en El Cáliz de plata en 1954 le hizo cosechar malos resultados. Pero ahí quedó latente su fuerte carácter utilizando a la prensa para difundir el mensaje de perdón por haber interpretado un papel tan malo, invitaba al público a no ir a la sala de cine, y pedía una nueva oportunidad para demostrar su valía como actor. Parecía como si la industria pasara por alto el buen fondo que tenía ese joven atractivo, de ojos azules, los cuales le llegaron a generar más de una situación incómoda con los admiradores que siempre querían que se descubriera las gafas para vérselos más claramente. Incluso llegó a declarar que: “No hay cosa —se quejaba Paul Newman— que te haga sentir más como un objeto, es igual que si uno se acerca a una mujer y le dice: Desabróchese la blusa que quiero mirarle las tetas”. Mientras tanto, poco a poco, Newman se fue abriendo paso con películas como Marcado por el odio, de 1956 o Mujeres culpables ambas del mismo director, Robert Wise. Mientras tanto la fama del actor americano seguía en aumento y no hay que olvidar que provenía del Actor studios. Una academia donde se trabaja el Método, a partir de la teorización de Konstantin Stanislasvki, es decir, que la persona intérprete sienta las mismas emociones que el papel a caracterizar. Entre otros compañeros de escuela se encuentran: Dustin Hoffman, Gene Hackman, Robert de Niro y el propio Al Pacino. Sus borracheras fueron muy conocidas en algunos platós en los que intervino. Sobre todo cuando salía con los compañeros de reparto de El Castañazo. Más tarde, su fuerte personalidad le llegó a empujar a realizar declaraciones un tanto salidas de tono cuando interpretaba Ausencia de malicia en el que llegó a exponer: “La película era un ataque directo contra el New York Post y yo me sentía encantado con un papel que arremetía contra el periodismo poco ético. Me habría gustado demandar al Post, pero resulta muy complicado llevarlo a un cubo de basura ante los tribunales” para poco más tarde añadir “Alguien debería inventarse algo insultante de verdad, como que Rupert Murdoch no sabe hablar y necesita un diccionario o que lo detuvieron de joven por mantener relaciones sexuales con gallinas”. En 1968 expresó públicamente ser un demócrata, por lo que el contexto social y político no pasaba inadvertido para Newman en una época tan comprometida y delicada. De hecho muchos actores en la actualidad han copiado ese modelo político-protesta. Voces como las de Sean Penn, George Clooney o el propio Tim Robbins, recogen esas ansias de ir contra las voces dominantes republicanas, como Newman. Sobre todo cuando no estaba Obama, quizá. También es conocida su afición por los coches tras rodar 500 millas o 24 horas en Le Mans A partir de ahí: quedó segundo en unas carreras en LeMans con cincuenta y cuatro años, creó su propia escudería y construyó él mismo un circuito, participó en un buen puñado de carreras de la mano del equipo Bob Sharp Racing en las que ganó varios campeonatos con sus victorias y presenció premios de Fórmula 1 como el de Montecarlo junto a Grace Kelly. Este rasgo ha sido muy seguido, sin saber cuál fue el pionero en el hecho de ser emprendedor y de montar varios negocios, como son los coches, en este caso. Menos conocidas, sin embargo, fueron sus aficiones a otros deportes extremos o al salto de trampolín, su afán por las bromas durante los rodajes, rasgo característico de todo peso pesado de Hollywood y su preocupación por su estado físico que le llevaba a correr, nadar y montar en bici cuando vivía en casa junto a Joanne Woodward, su mujer. La tragedia también le llegó a su vida cuando su hijo, Scott, murió de sobredosis en 1978. Pero el intérprete logró sobreponerse al percance y siguió adelante con su carrera de actor, productor y director estadounidense. Este hecho sirvió para ser tenido más en cuenta por los otros compañeros de profesión que veían como después de los infortunios se puede seguir adelante. Algunas de sus películas como director o guionista fueron Rachel, Rachel, Casta invencible, La caja oscura o Harry e hijo. Donde se solía recurrir a su mujer para que hiciera el principal papel protagonista. Aunque, bien es cierto, que la frecuencia de trabajo de Paul Newman disminuyó notablemente, por lo sucedido anteriormente con su hijo y porque apenas le ofrecían ya buenos papeles. Hasta que llegó Al caer el sol. Y así vino septiembre de 2008. Atrás quedó la memorable escena de La leyenda del indomable donde su protagonista ingería cincuenta huevos duros en una hora. A estas horas su legado visual permanece todavía ileso siendo ya eterno.


Y luego así quedó:

Guapo, inteligente, con pinta de americano de clase alta y de tenista dominguero. Corría el año 2006 cuando Paul Newman, el eterno hombre de ojos bonitos, dejó su última aportación al cine, esta vez de animación, con Cars, y cuatro años antes de aquel doblaje interpretó de un gánster en el largometraje de Sam Mendes Camino a la perdición, adquiriendo numerosas críticas positivas por el papel que le permitió compartir plano con Tom Hanks, otro grande. Lo que más caracterizó a Newman fue el hecho de ser un “eterno rebelde” y anárquico en medio de una generación que abogaba por el “No a la guerra de Vietnam” y años más tarde sufriría la crisis del petróleo. Además, y según numerosas fuentes como Editorial Lumen, El Mundo, El País y periódicos norteamericanos era un gran actor y prueba de ello fueron sus dos Óscar: uno por El color del dinero y otro logrado en la mención de honor, Óscar honorífico. Aún así no tuvo buenos comienzos en la industria cinematográfica. Su debut en El cáliz de plata en 1954 le hizo cosechar malos resultados. Pero ahí quedó latente su fuerte carácter cuando utilizó a la prensa para pedir perdón por haber interpretado un papel tan malo, invitaba al público a no ir a la sala de cine, y pedía una nueva oportunidad para demostrar su valía como actor. Parecía como si la industria pasara por alto el buen fondo que tenía ese joven atractivo, de ojos azules, los cuales le llegaron a generar más de una situación incómoda con lass admiradoras que siempre querían que se quitara las gafas para vérselos más claramente. Incluso llegó a declarar : “No hay cosa — que te haga sentir más como un objeto, es igual que si uno se acerca a una mujer y le dice: ‘Desabróchese la blusa que quiero mirarle las pechos tetas’”., Poco a poco, Newman se fue abriendo paso con películas como Marcado por el odio, de 1956 o Mujeres culpables ambas del mismo director, Robert Wise. La fama del actor americano seguía en aumento y no hay que olvidar que provenía del Actor´s studio,. una academia donde se trabaja el m “étodo”, a partir de la teorización de Konstantin Stanislasvki, es decir, que la persona intérprete sienta las mismas emociones que el papel a caracterizar. Entre otros compañeros de escuela se encuentran Dustin Hoffman, Gene Hackman, Robert de Niro y Al Pacino. Sus borracheras fueron muy conocidas en algunos platós en los que intervino, sobre todo cuando salía con los compañeros de reparto de El castañazo. Más tarde, su fuerte personalidad le llevó a realizar declaraciones un tanto salidas de tono. Cuando interpretaba Ausencia de malicia llegó a exponer: “La película era un ataque directo contra el New York Post y yo me sentía encantado con un papel que arremetía contra el periodismo poco ético. Me habría gustado demandar al Post, pero resulta muy complicado llevarlo a un cubo de basura ante los tribunales” para poco más tarde: añadir “Alguien debería inventarse algo insultante de verdad, como que Rupert Murdoch no sabe hablar y necesita un diccionario o que lo detuvieron de joven por mantener relaciones sexuales con gallinas”. En 1968 expresó públicamente ser seguidor del partido demócrata, por lo que el contexto social y político no pasaba inadvertido para Newman en una época tan comprometida y delicada. De hecho muchos actores en la actualidad han copiado ese modelo “político-protesta”. Voces como las de Sean Penn, George Clooney o Tim Robbins, recogen esas ansias de ir contra las voces dominantes republicanas, como hizo Newman. Sobre todo cuando no estaba Barack Obama. También es conocida su afición por los coches tras rodar 500 millas o 24 horas en Le Mans. A partir de ahí,quedó segundo en unas carreras en Le Mans con cincuenta y cuatro años, creó su propia escudería y construyó él mismo un circuito, participó en un buen puñado de carreras de la mano del equipo Bob Sharp Racing en las que ganó varios campeonatos y presenció premios de Fórmula 1 como el de Montecarlo junto a Grace Kelly. Este rasgo ha sido muy seguido, sin saber quíen fue el pionero en ser emprendedor y montar negocios, como los coches, en este caso. Menos conocidas, sin embargo, fueron sus aficiones a otros deportes extremos o al salto de trampolín, su afán por las bromas durante los rodajes, rasgo característico de todo peso pesado de Hollywood y su preocupación por su estado físico que le llevaba a correr, nadar y montar en bici cuando vivía junto a Joanne Woodward, su mujer. La tragedia también llegó a su vida cuando su hijo, Scott, murió de sobredosis en 1978. Pero el intérprete logró sobreponerse al percance y siguió adelante con su carrera de actor, productor y director estadounidense. Este hecho sirvió para ser tenido más en cuenta por otros compañeros de profesión que veían como después de los infortunios se puede seguir adelante. Algunas de sus películas como director o guionista fueron Rachel, Rachel, Casta invencible, La caja oscura o Harry e hijo, donde solía recurrir a su mujer para que hiciera el papel protagonista. Aunque, bien es cierto, que la frecuencia de trabajo de Paul Newman disminuyó notablemente, por lo sucedido con su hijo y porque apenas le ofrecían ya buenos papeles. Hasta que llegó Al caer el sol. Y así vino septiembre de 2008. Fecha de su muerte. Atrás quedó la memorable escena de La leyenda del indomable donde su protagonista ingería cincuenta huevos duros en una hora. A estas horas su legado visual permanece vivo y eterno.

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