martes, 18 de septiembre de 2012

Más frases para mi historia

«Te vendrá bien engordar, ya verás»: Lo dice una profesional cuyo aspecto está muy desmejorado. Bien era cierto que hubo una época en la que me tenía que coger los calzoncillos con una pinza, pero de ahí a ir al sobrepeso… no sé, me parece que las dos partes son nocivas. ¿Cuándo los médicos te aconsejan algo tendrán en cuenta que sucederá si lo sobrepasas o solo se quedan en la frase imperativa?

«Vaya, qué arrogante»: Esta me la dijo un entrevistador cuando le enseñé físicamente mis tres libros. El puesto era para librero o algo así, nunca entendí la enigmática del cargo y faltó de todo por concretar… dónde era el puesto… de qué iba a ser. Sin embargo, estuve una hora y pico aguantando estoicamente las batallitas de un desconocido.  De todos modos, no es la primera vez que la oía, así que tendrá algo de verídico. Sigo pensando que aquí, en este país hay mucho medallismo.

«Pesas setenta kilos»: Este cliente siempre me la suelta últimamente para hacer referencia a lo bien que me estoy adaptando al trabajo. Que a ojos de la mayoría de ellos es fabuloso y solo hay ganancias. No saben, por lo visto, de tiempo ni gasolina.

«¿Qué tal las vacaciones?»: Sello personal. La utilizo cuando alguien no me compra mercancía o sí lo hace y quiero ser simpático, aunque como ellos no disponen de tiempo libre, pues es una pregunta trampa.

«Pido elegancia y puntualidad»: Parece lo que no es pero las entrevistas de trabajo a veces son ridículas ya desde el comienzo. Si en verdad lo que se está pidiendo es que vayas en traje lo mejor es pedirlo como tal y así la criba sea mayor. Luego está claro que nadie va a ir sin ducharse a una entrevista con lo cuál, qué están pidiendo. Y puntualidad bueno, mejor no hablemos porque a veces el que tiene que esperar es el entrevistado.

«¡Chawanaiii!»: Seguramente la frase no sonora ni así, pero vino a ser algo por el estilo. Lo que debe significar en chino es “Viene de parte de José Luis” a gritos por un hijo de un cliente quedó gracioso porque yo me dirigí al hombre más mayor que había tras el mostrador. No esperaba, en ningún momento, la reacción del pequeño, que pensaba que no me estaba ni prestando atención. 

«¿Y esa cara?»: La encargada de sacarme sangre, una vez más, capta que no me gustan las agujas, por lo menos las que penetran en mi cuerpo e intenta hacer una escena distendida. Falla porque una vez introducida la aguja la remueve un poco ante mi asombro. Anteriormente se le había caído el bote que hay que llenar… menos mal que no se le desprendió mientras estaba en el acto.  

1 comentario:

Werra dijo...

Muy bueno D. Dani, y encima comparto algunas jaja.