«Te vendrá bien engordar, ya verás»: Lo dice una profesional cuyo aspecto
está muy desmejorado. Bien era cierto que hubo una época en la que me tenía que
coger los calzoncillos con una pinza, pero de ahí a ir al sobrepeso… no sé, me
parece que las dos partes son nocivas. ¿Cuándo los médicos te aconsejan algo
tendrán en cuenta que sucederá si lo sobrepasas o solo se quedan en la frase
imperativa?
«Vaya, qué arrogante»: Esta me la dijo un entrevistador cuando le enseñé
físicamente mis tres libros. El puesto era para librero o algo así, nunca
entendí la enigmática del cargo y faltó de todo por concretar… dónde era el
puesto… de qué iba a ser. Sin embargo, estuve una hora y pico aguantando
estoicamente las batallitas de un desconocido. De todos modos, no es la primera vez que la
oía, así que tendrá algo de verídico. Sigo pensando que aquí, en este país hay
mucho medallismo.
«Pesas setenta kilos»: Este cliente siempre me la suelta últimamente para
hacer referencia a lo bien que me estoy adaptando al trabajo. Que a ojos de la
mayoría de ellos es fabuloso y solo hay ganancias. No saben, por lo visto, de
tiempo ni gasolina.
«¿Qué tal las vacaciones?»: Sello personal. La utilizo cuando alguien no me
compra mercancía o sí lo hace y quiero ser simpático, aunque como ellos no
disponen de tiempo libre, pues es una pregunta trampa.
«Pido elegancia y puntualidad»: Parece lo que no es pero las entrevistas de
trabajo a veces son ridículas ya desde el comienzo. Si en verdad lo que se está
pidiendo es que vayas en traje lo mejor es pedirlo como tal y así la criba sea
mayor. Luego está claro que nadie va a ir sin ducharse a una entrevista con lo
cuál, qué están pidiendo. Y puntualidad bueno, mejor no hablemos porque a veces
el que tiene que esperar es el entrevistado.
«¡Chawanaiii!»: Seguramente la frase no sonora ni así, pero vino a ser algo
por el estilo. Lo que debe significar en chino es “Viene de parte de José Luis”
a gritos por un hijo de un cliente quedó gracioso porque yo me dirigí al hombre
más mayor que había tras el mostrador. No esperaba, en ningún momento, la
reacción del pequeño, que pensaba que no me estaba ni prestando atención.
«¿Y esa cara?»: La encargada de sacarme sangre, una vez más, capta que no
me gustan las agujas, por lo menos las que penetran en mi cuerpo e intenta
hacer una escena distendida. Falla porque una vez introducida la aguja la
remueve un poco ante mi asombro. Anteriormente se le había caído el bote que
hay que llenar… menos mal que no se le desprendió mientras estaba en el acto.
1 comentario:
Muy bueno D. Dani, y encima comparto algunas jaja.
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