Me sustrajeron el vehículo... los muy... y al
cuarto día apareció en Móstoles. La policía me informó que mi modelo se roba
con suma facilidad, aunque no saben cómo. No lo saben y tal vez no lo vayan a
saber nunca.
Cuando me llamaron de la comisaria no quería
comprobar el estado del automóvil, pero al verlo quedé un poco impactado. Las
ruedas delanteras estaban rectas perfectamente y tenía roto el faldón delantero
por su derecha. Lo abrí como me dijeron los agentes, con el cierre centralizado
que todavía funcionaba correctamente... quizá lo único que iba. Lo demás, para
mi asombro, parecía estar en su sitio.
La colonia de mi abuelo, el mando de la puerta de
mis padres, el permiso de circulación y la tarjeta de inspección técnica; todo.
Pero horas más tarde cuando otros policías cubrieron de polvo blanco el
interior del coche no encontraron huellas... ahí iban a estar.
Montarse en algo propio que ha sido robado es
como si desvirgaran tu estado de seguridad. Casi como si un desconocido pasara impunemente
a tu casa desnudo para sentarse en el sofá a ver la tele. Además, por el modo
en que dejó colocado el asiento me atrevo a decir que era una persona alta y
despreocupada en que ello se supiera.
Más tarde nos percatamos que faltaban más
elementos básicos.
Tampoco estaba el airbag del conductor, ni la
rueda de repuesto y mucho menos, el catalizador.
Ya en el taller, y tras sufrir un poquito más con
el conductor a la hora de subirlo a la grúa, me informaron sobre el uso que
hacían actualmente del catalizador. En algunos casos contiene metales preciosos
como oro o platino y sirve para filtrar los gases del motor. Para que el
vehículo fuera como es debido tuvieron que soldarle otra pieza ya inservible y
a modo de apaño con la finalidad de poderlo desplazar a donde ellos tengan ese
fastuoso garaje multiusos; porque en la calle no creo que se pongan a desarrollar
estas malditas fechorías.
Admito que por un momento no quise recuperar nada
y a punto estuve de rezar lo que buenamente supiese para que se estrellaran y
no lo contasen; no os voy a engañar. La impotencia vivida es enorme. A los
políticos no les roban, al contrario te engañan también. Y si encima de la
situación laboral hay estas bandas que con frialdad e irracionalidad están
dispuestos a jugarte una mala pasada... nos podemos dar por fastidiados.
Luego está el papeleo del vente pa´ca y vete
pa´lla, pero menos mal que creo que el seguro me puede pagar los daños. De
todos modos como no arranca no se sabe lo que esconde el motor... el cerebro de
mi medio de transporte es lo que más me tiene en vilo... lo demás es chapa y
pintura. La palabra impunidad es la que repite mi moralidad. Porque hay casos
que no acaban tan bien como el mío y ¿entonces qué? Un vehículo sustraído es
más que un simple coche robado; es un fragmento de tu vida que te arrancan de
cuajo sin pedir permiso. Todos estamos expuestos a ello ya que hasta en los
garajes campan a sus anchas. ¿Y las viviendas? aguas pantanosas en las que
prefiero no introducir ni el empeine del pie.
Por último, he de dar gracias a la policía local
de Móstoles y a la empresa Aid Car, especialista en estos casos y en cuya
página principal hay un video de una mujer que recupera su automóvil. Al verlo
me abrió la posibilidad de creer en algo. A pesar, y hablo por mí, de dar
carpetazo al caso antes de tiempo.
Y cómo no a todos mis amigos que han estado ahí
con sus palabras, a la familia con su apoyo y a mi chica, todos sois el platino
que guardo dentro.