domingo, 3 de febrero de 2013

Relatillo curioso

Este texto no es erótico ni mucho menos pornográfico. Sí que podría servir de base para un Cincuenta sombras de Grey más completo y con algo más de sentido...
Lo que van a leer no es más que otro proyecto de relato inventado en la asociación un viernes con una de esas típicas rondas donde cada uno dice una palabra, para que luego aparezca finalmente en los respectivos escritos de cada uno. Esta vez me reservo el derecho de publicar cuáles han sido esos términos. Ahí va pues.
 
Por fin vería el azul, el agua gélida de aquel mar desconocido. No era una mañana especialmente invernal, pero estaba tiritando... manos frías... pensamientos rápidos... mala señal. Resultaba un tanto extraño que estuviera destemplada en mitad de un calentamiento global.
El corsé se había quedado en el maletero perfectamente doblado en el equipaje. A David no le importaría que acudiera a la cita sin eso debajo. Nunca más vestiria uno ante él. Como doble castigo, él se estaba retrasando una vez más.
Tantas ganas de conocer el mar para luego comtemplarlo sola. Por un momento se entretuvo mirando la línea marítima que se fundía con el cielo; allá donde debía de estar la nada, sin darse cuenta de que se le estaban secando los labios. El sol, de seguir así, le acabaría dorando el rostro, pero el temblor no cesaba.
Por fin divisó, acercándose, unas piernas estilizadas. Era él. Una vez más llevaba la cremallera del pantalón sin abrochar. La de gemidos que le había generado el miembro que había allí dentro. Puede sonar perverso... gracias a esos instantes le sirvieron para no echarse atrás con los implantes de silicona, aunque ya no tenían la menor importancia. Al menos este era su parecer y eso que los pechos para la mujer son como el pene para el hombre; la insignia del poder sexual.
Venía ligeramente despeinado con seis latas de cerveza colgando en la mano. Cuando que se veían ella se preguntaba lo que habría hecho él dutante el día. Al llegar a donde estaba David la besó enérgicamente, como si nada pasara. Los labios de Matilde apenas continuaron el beso. Por un momento deseó apartarlo de un manotazo y otear las vastas y líquidas vistas que ofrecía la inmensidad del mar nunca antes contempladas.
Le empujaria por el acantilado harta de tanta presión. No olvidaba la infidelidad sufrida. Le daria otra variedad de empellón; esta vez mortal. La muerte estaria justificada como el suicidio de Alfonsina Storni. Cualquiera que muriese por amor debería ser recordado por siempre.
Ella no era tan fuerte ni decidida como para elegir deshacerse de alguien. Al subirse Matilde a su vehículo y dejar tirado a David, le pareció que estaba dejando tras de si a su propia  sombra. Él, como truhán, la iría a rondar; sin embargo a veces lo complicado es dar el paso. El mañana es uno de los mejores jueces y casi siempre concede la razón, aunque esta caiga a plomo y no sepamos apreciarla.

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