sábado, 23 de enero de 2016

Miedo informativo

En la vida cotidiana, todos somos héroes de nuestro hogar, pero ¿Quién nos protege de las posibles pandemias? Necesitamos a Watchmen, los vigilantes de los vigilantes, sin lugar a dudas. Son los únicos que podrían mitigar definitivamente el Ébola, y ahora podrían actuar de igual manera con Zika, un virus que no sé por qué, pero me da en la naricilla su ligero tufo informativo.
Desapruebo las teorías del miedo y más cuando las crean vayan a saber quién. La Tierra ha asido asolada en incontables ocasiones (no es la primera vez que escribo sobre ello) por los virus y su consecuente propagación. Desde las vacas locas a la gripe aviar y siempre la humanidad ha salido adelante. Aunque para Stephen Hawking tengamos las horas contadas gracias a otros temas... y al afirmarlo él, por algo será. Adquiere todos mis respetos.
Mi mayor incertidumbre es que si no existen superhéroes (habiendo nombrado ya uno) cómo es posible la oportuna desaparición de esas ‘catástrofes’ emitidas desde los medios de comunicación.
Bueno, es cierto, lo confieso. El único Superman real fue José María Ruiz Mateos que se enfundó la elástica azul y la capa roja. Más allá de ahí... Ah, sí, lo olvidaba; ese hombre anónimo de la Plaza de Tiananmen en 1989. Se colocó delante de una hilera de tanques y sus únicas armas de combate para detener su marcha militar fueron una camisa blanca y la bolsa de la compra.
Ya lo decía al principio, hay superhombres y supermujeres ocultos bajo el día a día y sus rutinas. Qué se le va a hacer. Esos desconocidos no se arrugarán jamás ante las enfermedades de racimo que lucen en la televisión o reverberan en los tímpanos desde las emisoras de radio, en esas peluquerías de antaño donde se escuchaba RNE.
Me imagino a todos esos Aquiles domésticos con la mente despejada en sus respectivas salas de estar. Con la única preocupación real que ocupe sus mentes. Luego se relajarán, quizá y se echarán la manta sobre el regazo. Lo extraño de todo es que los óbices de la humanidad se describen, una y otra vez, en todos los soportes escritos y hemerotecas, pero cuando el mal se nos instala, tan de pronto, siempre parece nuevo y desconocido. Con lo cual podrían sobrar esas noticias con sabor a humo y poco más; las que se empeñan en introducirnos tiritonas en el cuerpo. Tan nocivas, tan entusiasmadas en apagarnos la preciada luz del candil de la supervivencia.

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