sábado, 30 de enero de 2016

El caso de Funnydent

Antes de nada, quería destacar que esta empresa de clínicas dentales ha cerrado de la noche a la mañana sin dar explicaciones tanto en Madrid como en Barcelona. Es decir, en toda España.
Recuerdo la última vez que fui, hace apenas dos semanas, a la consulta de Leganés. Me pareció que seguía habiendo ese ligero desorden en el aire, pero si una entidad se acostumbra a trabajar así, bien por ella. Percibí, también, que no quedaban profesionales en plantilla de los que me habían tratado en mi último año. Un claro indicio pernicioso o dañino si se poseen dotes detectivescos; no es el caso.
Este hecho podría producirse en las grandes superficies comerciales, pero el dato permanecía ahí: el grueso de la plantilla se había modificado en un breve lapso.
Captó también mi atención la ‘apuesta por el blanco’. Si antes tenían sofás (sí, sofás. Ni butacas, ni sillas) negros y blancos, ahora todos eran ese mismo color inmaculado. Por si no fuera poco, la puerta del servicio la habían reformado y no quedaban indicios de la anterior. Ahora era una puerta solemne de cristal corredera y opaca. El toque ostentoso seguía impregnando las baldosas del suelo, subrayado por el ambientador de matices afrutados.
Con todos estos detalles estéticos (más la característica televisión de plasma en la pared) y vanguardistas, quién se iba a imaginar tal espantada.
De mis sesiones, solo quiero rememorar a Clara (fue el alba tras una interminable noche) la especialista que me colocó el implante de titanio. Un ángel con el pulso y la delicadeza de un ducho cirujano.
Y es que, por esa vez, he tenido suerte. Porque he pagado el tratamiento completo y se concluyó antes de toda esta parafernalia silenciosa e insidiosa.
A otros no les ha ocurrido lo mismo. Habrán pedido incluso préstamos o estarán sufriendo dolores físicos convertidos ya en una cuestión lamentablemente bursátil. Me estoy refiriendo a los ancianos de la localidad. A los abuelos de todos y cada uno, porque el número de fichas con las que Funnydent se manejaba era cuantioso. Eran los amos del cotarro, ya dueños del ayer.
Duele escribir sobre esto. Las estafas escenifican la supremacía eterna del fuerte sobre el débil y, en mi caso, he estado posicionado en ambos bandos: vigoroso cuando me sentaba en sus sofás y pensaba en lo bien atendido que iba a estar; endeble cuando se me volvía a desplazar la pieza y entraba directamente hacia el mostrador con cara de pocos amigos o de engañado, traicionado, vencido, al fin y al cabo.
Y es esta, la última de las sensaciones con la que me quedo.
La comisaria debe estar repleta de denuncias por este altercado. Bajo ningún concepto debería quedar impune.
El tiempo dictará su sentencia. Ese gran sabio que todo lo iguala.
De la justicia desconfío. Y si cae todo esto en saco roto, al menos que el tema a tratar nos haga removernos desde el suelo donde se deposite.  

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