jueves, 9 de junio de 2011

Depresión

Cuando estás abajo, en el lodazal, es muy complicado ver la oquedad luminosa más próxima a la salida porque está demasiado lejos de la yema de tus dedos. Estiras la mano todo lo posible y no te da ni de cerca, pero allí dentro se está sólo y se está o no se está, hablemos a las claras. Tu túnel de cuarenta y cinco por cuarenta y cinco no aloja agua. El cilindro mental soporta una pertinaz sequía en las paredes, pero no en las plantas de los pies.
Salir de ello no es fácil, pero tampoco imposible.
Basta con querer salir, aunque sea desde el calor de una llama casi apagada. Ese es el indicio suficiente para comenzar a trepar por los muros.
Hay que comenzar aislando las ideas negativas, como si de un cuarto trastero se tratase. Es vital saber que los pensamientos dañinos son completamente auto infundados.
Mientras se vaya desarrollando dicha labor se debe complementar con la materialización de pequeñas acciones: pueden ser tareas domésticas, lecturas, escrituras, reparaciones, otras creaciones… etc. Cualquier hecho que vaya ayudando a subir por la cuerda.
La soga hemos de saber que no es milagrosa y hay que trepar por ella con cautela ya que si se deja apoyar todo nuestro peso se corre el riesgo de caer hacia el punto de inicio. Simplemente es un cordel sin más. Ni somete ni extrae.
Ante todo, hay que mantener la calma si se avanza despacio y si la moralidad no queda del todo restablecida, tiempo al tiempo. Hay casos en los que se llega a perder el apetito y el sueño; otros lo pierden todo, pero estamos hablando de los que deciden luchar; esos que saben que una vez probado el limo del fondo no se puede descender más y les sirve de resorte.
Puede haber casos incomprensibles de personas que siempre sonríen y de repente estar bajo el influjo de una depresión. Nadie está a salvo y no abarca una explicación científica cuando se produce de un modo aislado. El detonante puede ser un despido, un embargo, un mal jefe… un mal marido. Lo vital es saber que el afectado tiene que usar todas las herramientas de las que dispone cuando esté enfermo.
Lo demás lo traerá y arrastrará el tiempo.

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