jueves, 9 de junio de 2011

Escritura

Escribo porque las letras generan silencio, enamorado soy de ello y estoy algo cansado del mundanal ruido de sus radios y otros menesteres. La escritura me evade de los falsos fracasos y de los éxitos ficticios, que tampoco cosecharé porque no existe ni uno ni otro. Escribo ya que el ser humano es el único animal que, gracias a la genética, puede. Lo hago porque sufro momentos en los que creo que nada queda por decir, pero sí por escribir. Porque la soledad de la lectura es un vicio, tan sano, como el de ponerse a garrapatear un folio. Compongo porque sé donde acaba el ego y comienzan las teclas del ordenador: no pretendo ser sólo (que no soy) un escritor de moda ni de relumbrón, aunque ello no quita que admire a muchos de ellos.
Lo hago porque todavía no he tenido la voluntad de desarrollar una idea y darla cuerpo en más de cien páginas (o veinte, jaja).
Escribo porque lo que dice la mano llega más lejos que lo que habla una boca. Redacto porque unir frases es como montar videos en Avid, unir ladrillos en el muro de un instituto (para que nadie se pueda escapar), anexionar una vía tras otra vía con el cuidado necesario para que el tren llamado Lector no descarrile.
Lo hago para llenar los momentos en los que siento algo de vacío, cuando tú no estás y me disfrazo de falso mudo.
Creo porque una vez alguien dijo que valía para ello y desde entonces vivo con una bombillita creativa en la cabeza.

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