domingo, 28 de octubre de 2012

El final de nuestra escalera


Qué es la vejez… ¡Ay! Puede ser la soledad, en medio de cualquier estación, mientras se espera algo. Ese anhelo es incongruente porque qué personas pueden llegar a la edad vetusta buscando todavía, escarbando con las uñas de la incertidumbre. Los hay… claro que los hay y habrá. Después de ti y de mí. Serán hombres y mujeres que apenas hayan mirado de soslayo en la vida y aún así, con sus bastones, con sus achaques corporales y mentales, sentados en un solitario banco o andén con una nube de nostalgia insertada en el iris. Se preguntarán por Pepito y el Jesuli y paladearán, por un momento, la ausencia de lo vivido. Porque la senectud es eso, estatuas de oro vivientes que caminan sin saber muy bien el rumbo, o lo quieran olvidar, ya que… bueno, mejor será no referirse a ello. También puede ser un salón repleto de seres queridos. De copas de champán resbalando victoria y dicha. Los hay a su vez con suerte, por supuesto, y han mostrado la suficiente entereza como para conocer a sus nietos y también a los bisnietos. Para ello hay que tener otro ADN, de otra galaxia porque superar la barrera de los, no digo noventa, sino ochenta es ya una proeza extraordinaria. Ahora, la vejez también puede ser una cama de residencia, unas manos que te duchan y que son de todo menos manos… garras que resbalan. Luego un salón donde poder convivir con más ancianos como tú, para escuchar cada día batallitas, en el mejor de los casos, o lamentos en el peor… aquí los términos medios ya no cuentan porque se está en el final del camino y las aguas templadas ya no calman. Los hay, aunque son pocos, que la longevidad, desgraciadamente, les ha cogido entre rejas. Aquí puede haber cabida para el lamento y la expiación, pero lejos de esto se deben de arrepentir de la vida que no han vivido, maldiciendo al estado en todas sus bases, contrariando siempre su condena si son culpables y también los inocentes. Pero no sé qué es ser anciano. Imagino que te debe pesar el cuerpo, que los años se te deben enredar por todos los músculos. Que el agarrotamiento llega también al cerebro y con lo cual al “alma” de esa persona. Y este es el punto de unión de los sujetos que describo. Quien conserve la mente intacta podrá llegar a donde él (y el estado) quiera. La demás morralla solo es levedad.

2 comentarios:

Werra dijo...

Siempre he pensado, al monos demás joven, que no llegaría a ser mayor, que moriría joven. Pero ahora que la juventud se va pasando, que ya no somos tan idealistas ni revolucionarios, no sé...
Esperemos a ver que nos guarda el destino, y mientras comprobamos si llegamos o no a dicha fase, disfrutemos le la gente que nos rodea en cada pequeño gesto, en cada gracias recibido, en cada ayuda regalada.
Comprobemoslo llegando.

Un abrazo Sr. Conde.

Daniel Atienza López dijo...

Brindo por eso Florín!! Hoy no digo más.