sábado, 24 de noviembre de 2012

De pequeño...magia

Cuando era joven, qué digo un ñajo, me dio por observar las labores de los trabajadores; en tiempos donde se podía acceder de un modo fácil a casi cualquier puesto de trabajo. Solo hacia falta estar en el lugar adecuado y si ya traías bajo el brazo referencias próximas... aquello podía convertirse en el trabajo de tu vida.
Pues cuando montaba en autobús me preguntaba cómo hacía el conductor para no chocarse con otros coches en los giros de las calles estrechas. Más tarde, cuando ya crecí, me di cuenta que no solo giraba en la curva bien, sino que además iban manteniendo conversaciones con otros pasajeros. Lo cual significaba hacer dos acciones a la vez.
El carnicero también fue muy admirado. Con esos cuchillos enormes, siempre afilados, para cortar el espinazo de un morlaco en un golpe seco. A mi edad... y todavía ahora, no entendía cómo no se cortaban los dedos mientras sajaban o deshuesaban. Al ser más mayor advertí que también controlaban la caja para devolver el cambio y cobrar a los clientes, por lo que descubrí la multifuncionalidad empresarial.
Aún hoy me sigue alucinando cualquier labor que se escape de mi control. Por ejemplo. El paracaidista que se sube a una avión con una persona al cargo y esta es la primera vez que decide lanzarse por los aires. Ahí interviene la adrenalina, la profesionalidad, no sé qué puede darse más para una profesión tan arriesgada. Algo inaudito hay desde el barrendero hasta los paracaidistas. El afán de supervivencia. El "no quedaba otra".
Y luego un leve vistazo a los políticos. Se encierran en un edificio con agujeros de bala, los que descerrojó Tejero y se sientan unos frente a otros con un sueldo desorbitado. Y piensas que está sucediendo algo muy extraño. Que se les paga muy poco a los verdaderos héroes y a los que solo dialogan y decretan leyes a su conveniencia se les está otorgando el cielo pero en la tierra, a pie de calle, concretamente en Fernanflor, 1. Por héroes me refería a los trabajadores como el repartidor de alimentos, el comercial, auxiliar administrativo, psicólogos... hasta podólogos, fíjense. Y en cuanto al nombre de la calle; curioso que tenga una flor integrada... imagino que tendrá su historia también como el 23-F, que ya ha llovido. De pequeño me llevaron también a ver el Congreso y vi las oquedades del miedo y no entendía por qué no se habían sellado ya... favoreciendo el olvido. Recuerdo también que, por un momento, entendí que el ser político era una profesión arriesgada.
A veces, hoy, ahora, intento verlo todo como cuando era pequeño y aunque todavía veo la magia del conductor... del carnicero... me sobreviene una especie de nostalgía absurda como si se hubiera inhabilitado al pueblo para desarrollar su mandada supervivencia. Las empresas han generado cribas tan crueles, que conseguir empleo ya no está al alcance de cualquiera. Los culpables... tal vez seamos nosotros mismos, la sociedad, el hombre del tiempo cuando falla su pronóstico, el conductor del autobús arrancando un retrovisor, el carnicero vendiendo carne pasada... daños colaterales que han ido colando pero no calando. Se pensaba que estábamos en una primera potencia mundial y el vaso de líquido sigue sin llenarse. Parezca lo que quiera parecer.    

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