miércoles, 14 de noviembre de 2012

Huelga... decirlo

Madre de Dios. ¡Cuánta gente! Todos en la misma dirección, caminando al unísono. Esto parece una marcha militar pero con pancartas. El transporte público casi se ha paralizado en la zona donde estamos y los servicios mínimos son eso. Los piquetes han hecho de las suyas. Una persona me explica que los pagan los sindicatos. Instituciones, que hace medio siglo o más, prestaban dinero a los necesitados de la posguerra. Hoy parece ser que se han decantado por los iracundos. Los mismos han ido con ropa de calle, como todos los que me rodean, y han reventado con bates los retrovisores y alguna luna de autobús con usuarios dentro. Se podría decir que se han dejado llevar y han generado algo de miedo, no terror. Porque entonces ya sabemos de quienes estamos hablando.
Bien. A dónde vamos no hay ninguna puerta del Congreso, ni Ministerio que se precie. Nos dirigimos de Atocha a Colón y punto pelota, no hay más. Nuestras ganas de reivindicación, nuestras ganas de encontrar trabajo no dan para más. Los deshauciados ya tienen lo suyo y no van a venir aquí, aunque alguno habrá... somos tantos diciendo tan poco. Porque Grecia se manifestó en más ocasiones que aquí. Porque HUELGA sabe a poco.
Y al final, por razones obvias se ha conseguido agitar a los medios de comunicación buscando el dato de asistentes y a las redes sociales haciendo su particular interpretación de izquierdas y derechas con el trato policial, por ejemplo, o malinformando. Y hablando de malinformar... ni he estado en la huelga, ni sé cómo ha sido aquello, pero he de decirles que veo muy bien una reivindicación de los derechos humanos. También estoy a favor de quien no ha ido a la concentración. Tiene gracia. Hay que pedir permiso al Gobierno para manifestarte contra él. Podría obviarse la petición a estas alturas. Claro que ello supondría cambiar la Constitución y no es muy flexible que digamos.
Mañana dirán en la uno que hubo taitantos asistentes y en Telemadrid, que no hubo apenas nadie. Lo importante es la voluntad de quien ha sabido sumarse a una mayoría esta vez para buscar el bien común. Sea como fuere la huelgas dan otro aire al país. Las carreteras van medio vacías y las calles están a medio llenar. Un aroma extraño se respira en el ambiente; como si de pronto hubiera vuelto agosto a mediados de otoño. Es como si la gente se hubiera ausentado. Ausentados estábamos. Parece que, en verdad, está sucediendo algo ahí fuera con tantas ausencias demostradas.
Recapitulando, la huelga viene bien, pero quizá tarde. ¿Algo más se puede hacer? Por supuesto, me estoy refiriendo a medidas pacíficas pero determinantes... a mí me pasa lo mismo. Solo me responde el leve eco de una frase inocente, casi carente de significado. No pienso hablar de revolución, ni rebelión, porque son palabras que invitan, tal vez, a la anarquía... y ahí ya estamos de frente en la teoría del más fuerte. No me digan ustedes. ¿Espada o pared?

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