lunes, 11 de enero de 2010

El significado de las palabras

Eduardo Mendicutti.
Ganas de Hablar.
Barcelona. Editorial Tusquets Editores. Colección Andanzas .Febrero de 2008.
305 pág; 18 euros.


El autor gaditano, Eduardo Mendicutti, ha conseguido elaborar una buena novela. Ganas de hablar es una obra que retrata la vida de un homosexual, Paco de 76 años, que ha conseguido ser toda una institución en La Algaida dedicándose a realizar la manicura a las mujeres adineradas del municipio. Gracias a ello le dedicarán una calle (aunque finalmente sea superpuesta) con el nombre por el que todos lo conocen, El Cigala. A modo de MacGuffin, el escritor te arrastra por el mero hecho de saber si al final, verdaderamente, le conceden o no la calle; pero el verdadero gancho es el personaje de Cigala, que, frase a frase, te va insertando en su mundo. En cuanto a la forma del libro hay que destacar la encomiable labor de Mendicutti en la distribución y disección de episodios y libros. La novela consta de dos libros; el primero de doscientas sesenta y una páginas dedicadas a la Calle Cigala y el segundo, y final, de treinta y tres páginas dedicadas a la Calle Silencio (calle por la que los vecinos pasean al Cristo del Silencio y a la Señora de la Desolación. Dos nombres que guardan relación con la vida de Cigala y que el pueblo de La Algaida no quiere suplantar por ser una calle tan emblemática). Dentro del primer libro, del que se sustenta la novela, hay catorce capítulos que representan los catorce días que van desde el 23 de marzo hasta el 6 de abril. El segundo libro comienza el 12 de abril lo que significa que el tiempo de acción de la obra transcurre durante veinte días, pero hay un lapso entre el final del primer libro y del segundo en el que el autor no narra nada entre el 6 de abril y el 12; generando un vacío desconcertante. Siguiendo con la estructura formal, destacar que dentro de cada capítulo hay símbolos que sirven para marcar elipsis narrativas y que el escritor utiliza para no perder al lector y darle un respiro; suelen ser acciones poco importantes o dilaciones del narrador. Hay nueve en total. Ganas de hablar está contada en primera persona, a modo de monólogo interior, y ese narrador es el protagonista principal, El Cigala. Los demás personajes secundarios se presentan a través de la narración del protagonista; apenas hablan ellos mismos. Este recurso no funcionaría si el personaje no fuera tan redondo. Además, este hecho es significativo porque el lector conoce a los personajes desde el punto de vista y las opiniones que el narrador concede. En lo referente al lenguaje habría que indicar que es otro protagonista más por cinco razones. La primera es que gracias a este recurso el lector puede apreciar que el personaje principal es analfabeto y que lo que escribe está incorrecto porque sólo conoce esas palabras de haberlas oído en las conversaciones, en vez de verlas escritas. Algunos ejemplos son: Feiry por Fairy, vivaporoux, petisuit, arradio, esquins, gais, Blas, Odri Jerbur, récor guines, zenqui por thanks you, zapin por zapping, Robin Jud y un largo abanico. En segundo lugar, todos los personajes guardan el decoro. De este modo el niño de la Batea se expresa como joven que es: “ostia del copón, movidón total” y Cigala emplea un vocabulario regional que denota realidad, como cuando habla del alpechín (líquido maloliente sacado del hueso de la aceituna) y que, a su vez, puede trabar la lectura a lectores de otras comunidades que no sepan que es, por ejemplo, un pipijierve. Dentro de este decoro del narrador también está el uso incorrecto de palabras con “a” inicial, típico de Andalucía como atorrarse o amoto y en cierta ocasión el protagonista quiere ir al cine a ver Brokeback Mountain, un largometraje gay. En tercer lugar, a través del lenguaje se plasma el humor que Mendicutti quiere transmitir; es el caso de la multitud de sinónimos que emplea para referirse al miembro masculino: tubo de escape, trompetín, mandado, pichón, cencerro, mandoble, retablo mayor, rabo de toro, almocafre, alfeñique y lo mismo sucede con el miembro femenino: pringá, raja del precipicio, cococha de urta, boniato, tejeringo, mollete, mortadela, torrija, cazón y gatillito del gusto. En cuarto lugar, algunos personajes guardan en sus nombres determinadas funciones; es el caso de Caimán el pescadero y Manolito Valiente que se arriesga a llevar a cabo una emisora de radio él sólo. Y ya, en último lugar, destacar que Cigala se expresa a veces en femenino y otras en masculino, rasgo que muestra la psicología del personaje; es un hombre que se siente mujer. El Espacio en Ganas de hablar es también importante. En los espacios cerrados se producen los pasajes tranquilos o felices como las manicuras, las pláticas y cuidados con su hermana Antonia que tiene Alzheimer y viven juntas, las zalamerias con el párroco Pelayo en la iglesia, que recuerdan a La Regenta; mientras que en el exterior está el peligro, como las amenazas de los skins mandándole al paredón, las malas miradas de su hermano Ramón que hace tiempo que no se hablan o el malestar público ante la suplantación de la Calle Silencio por la de Cigala. Por otro lado, hay un recurso que ya empleó Miguel de Cervantes en El Quijote. Aparece a lo largo de las páginas 201-203 y el pasaje habla de unos escritores que van a ver a Cigala para entrevistarla y él (o ella) les invita a una sopa de tomate que uno de los escritores promete incluirla en su próxima novela. De este modo realidad y ficción se entrelazan y Eduardo Mendicutti consigue salir así en su propio libro. Debido a que es una obra cuyo contexto se localiza el 21 de marzo de 2006, es fácil de descifrar por la proximidad de los códigos de interpretación. El autor añade multitud de valores extrínsecos a la publicación procedentes de su profesión de periodista y crítico literario como el cambio climático (pág: 13-15), la religión, el problema de ETA (pag: 106, 109, 114, 137...) la inmigración ilegal (pag: 48-49) y una crítica continua a la burocracia y a la suplantación de las nuevas tecnologías en los modos de comunicarse. Por último, nombrar algunos aspectos secundarios de la obra como el sutil erotismo o el humor agridulce. Por buscar una referencia cinematográfica a este libro podría ser cualquier largometraje de Pedro Almodóvar. Ganas de hablar nos viene a transmitir que el silencio amarga y corroe por dentro; es una crítica al silencio de una sociedad y, de paso, al modelo en espiral de Noelle Neumann.

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