lunes, 11 de enero de 2010

La dureza invernal


Hay que reconocer que no estamos preparados para este temporal. Tampoco es que sean normales estas bajas temperaturas, pero se podría hacer mucho más de lo que se hace. Si centro el percance en mi localidad, he de afirmar que comenzar a esparcir sal en el asfalto a las once de la mañana es equivalente a perder un día de trabajo para los que se quedan aislados y dejar placas heladas en algunos tramos puede acarrear algún que otro susto. Si lo amplío a una perspectiva nacional los causantes del desbarajuste son los mismos; los consistorios y, en mucha menor medida, la guardia civil.
No voy a decir nada nuevo; pero habría que reincidir a modo de queja (o casi de súplica) que los impuestos deben ir destinados a un buen sistema de canalización del agua en las calles y a un buen drenaje en los asfaltos. Sobre el papel es así, pero en la práctica...
No sólo es la nieve, que puede haber como mucho tres o cuatro días al año; lo malo es la lluvia que al encontrarse las alcantarillas repletas de... no sé; convierte a veces el paisaje en un pequeño pantano (con lo desértico que está Daimiel).
Los programas de televisión abren sus chiringuitos y no cesan en mostrar lo extremo que es el clima peninsular: gente que queda atrapada en sus coches, vehículos que los arrastra una riada, muertes por patinazos, por ahogamientos, muertes por muerto.
No falta el paisanaje autóctono: -¡Aquí, hace años que no nevaba tanto!
Las mismas declaraciones año tras año. Que poquita memoria tenemos, carajo.
Ayer, por cierto, 10 de enero de 2010, hacía cincuenta y cuatro años que no nevaba por Sevilla. El cambio climático y sus efemérides.

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