lunes, 11 de enero de 2010

Una escritura vacía

El ángel más tonto del mundo
Christopher Moore.
La factoría de ideas. Madrid. 2008.
249 Páginas, 9.90 euros.

Este escritor americano, cuya obra está influenciada por John Steinbeck y Kart Vonnegut, humanista el primero satírico el segundo, se ha quedado sin ideas. La publicación ha tardado cuatro años en ser traducida, pero ya está aquí. El ángel más tonto del mundo es otra incursión más en una realidad sobrenatural que envuelve a unos personajes, supuestamente, normales. El argumento del ejemplar gira en torno a un muchacho llamado Josh que ve cómo matan a Papa Noel (en realidad es el ex-marido disfrazado de una de las protagonistas, Lena Márquez) y pide que por Navidad vuelva a la vida. Es decir, el autor intenta hacer Pesadilla antes de Navidad pero sin Tim Burton, el equipo técnico ni el compositor; el resultado, esto. En cuanto a la forma de la novela decir que está dividida en veintidós capítulos más uno extra, a petición de amigos y fans, que dice tan poco como los anteriores. De hecho el capítulo dieciséis consiste en una sola frase.
Este es un mal recurso, pero en este caso se percibe como virtud. Habría que matizar que dicha distribución está mal diseñada ya que dentro de cada capítulo hay otros internos y no están considerados como tales. Cuando pasa de Molly a Tucker Case y de este a Lena Márquez, habría que indicarlo con algún símbolo porque la trama varía.
En lo referente al contenido hay multitud de incongruencias. Para empezar la forma de actuar y de hablar no se corresponde con lo que se espera de los personajes; una motivación menos. Un agente de la ley no puede gritar en público: -¡zorra!-, ni, mucho menos, llevar veinte años en el servicio fumando hierba y que no le hayan hecho ningún control rutinario. Tampoco es acorde que una mujer mate a su marido con una pala y a la hora se esté acostando con un agente de la DEA. Con estos indicios ya no se puede afirmar que la obra de este escritor nacido en Toledo, Ohio, se basa en situar a personajes “normales” en situaciones sobrenaturales. Lo mejor que tiene este best-seller es el factor extrínseco, donde los códigos están muy implantados en nuestra sociedad.
El libro vende el american life y son innumerables los ejemplos: un personaje bebiendo el refresco light, comiendo una hamburguesa, la cerveza Budwaiser, la Playstation, las gafas Ray-ban del murciélago que habla español, etc.
Por mucho que Christopher Moore se empeñe en negar que sus libros, aunque ya tengan comprados los derechos, no van a ser adaptados a la gran pantalla, se equivoca. El libro es otro guión más, como todo best-seller que se precie. Cumple a la perfección las reglas: escritura rápida y, por lo tanto, poco lograda, personajes planos con un bagaje psicológico nulo y la sensación al concluir la lectura de que puede haber una segunda parte.
Por último, destacar el recurso de la utilización de personajes que ya salieron en otras novelas. En este caso no concuerdan mucho porque da la sensación de que a este americano se le ocurrió, un buen día, inventarse nueve personajes e insertarlos, a su antojo, en todas las publicaciones. Además, en este libro no mezclan bien, aunque puede formar parte de la sátira que sustenta la obra; pero hasta un subgénero como este guarda ciertos parámetros.

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