viernes, 1 de enero de 2010

Soledad, no te quiero.

Soledad duerme en mi regazo. A veces, viene con el apellido Tristeza o con Melancolía y otras, las menos, la oigo reír a lo lejos. Qué viste en mí. De qué te enamoraste. Sólo soy como el resto, pero parece que conmigo te regocijas. Hay albas en los que me abres el pecho, de medio a medio, y me haces sentir como un retrato de Frida Khalo. Malvada y cruel como pocas. Envidiosa de mis amigos que sólo me deseas para ti. Mezcla idónea de amante y enemiga.
Has manchado toda la ropa de tu oscuro carmín. Ansías tanto roce que mi piel a quedado impregnada con tu aroma.
Nunca me gustaste pero aquí seguimos.
También he de confesarte que te soy infiel y siempre lo he sido. Tengo ilusión por otras chicas y compañeras. Imagino escapadas, besos, abrazos, miradas, vaivenes, sueños que te roban minutos y se los concedo a ellas; más lo que he hecho alguna vez y no te cuento. Mentiría si afirmase que es sencillo desligarme de tu embrujo; tú, tatuaje en el alma; vaho plácido de todas mis ventanas. Tienes el don de la ubicuidad e intromisión y aunque no haya candados para ti, quiero que seas consciente de toda la alegría que tanto repudias, porque aunque quieras amordazarla no puedes desdibujar los nombres que moldean mis labios. Por muy gélidas que tengas las manos, por muy enamorada que estés.

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