viernes, 11 de diciembre de 2009

Destino

Fue en uno de esos días soleados pero frescos del invierno de 2006 cuando la vi. Yo acudí al bar que había cerca de la empresa de entretenimiento Miramón Mendi, de Jose Luis Moreno en Moraleja de Enmedio. Era la época donde se rodaba en la localidad algunos episodios de Aquí no hay quien viva y A tortas con la vida.
¿Que qué hacía yo allí? Tragarme la idea de reportero o periodista de calle que me dejaba inyectar en la Universidad. Estaba elaborando un trabajo de investigación que luego no se materializó. Recuerdo que me entretuve ojeando el diario deportivo hasta que llegaran las once de la mañana; hora en la que había quedado con un contacto que me enseñaría los platós de rodaje de las series y los estudios en general.
Alcé la mirada y ahí estaba ella. Emma Penella (Manuela Ruiz Penella), actriz de cine, televisión y teatro y que participó en el largometraje El verdugo de Luis García Berlanga, estaba sentada, a apenas cuatro metros de mí, tomándose una cerveza y leyendo La razón.
Intenté disimular. No reparé en la observación minuciosa que le estaba dedicando. Decidí seguir ojeando los deportes, pero la curiosidad escocía. Cuando volví a apartar la vista del aburrido periódico me di cuenta de que me miraba. En La república de Platón cuando a un griego se da cuenta de que lo está mirando fijamente un lobo se llama “enlobación” y eso fue, precisamente, lo que sentí. En aquel bar sólo estaba el camarero, ella y yo, por lo que no había más. Era la presa.
Sus ojos negros como el petróleo miraban fijamente. Parecían decir: -¡Qué estás mirando! O simplemente: -¡Retrocede!
En Wikipedia pone que era una actriz de carácter, pero tenían que haberle sostenido esa mirada para afirmarlo.
Puede que pensara que era alguien de la prensa rosa y es aquí por lo que estoy contando esto.
Resulta que ayer estaba yo por casa y oí de fondo en esos programas del corazón (no confundir con periodismo) que el padre de esta actriz, Ramón Ruiz Alonso, era responsable directo del asesinato de Federico García Lorca. Estos datos no sé hasta que punto son verídicos o no, pero yo opino como decía Javier Marías hace dos semanas en El semanal de El País: "Los muertos hay que dejarlos donde están”. Esto también habría que aplicarlo a Chile con los militares que nos dejaron sin Victor Jara; ya que a ciencia cierta, considero que es imposible averiguar algo así; con las pilas de cadáveres que asolan en los regímenes.
Y recuerdo, para concluir, aquel bar. Puede que de carambola me viera invitado como mero observador a este tejemaneje nacional sin saberlo; pero escojo el momento cinéfilo; ya que Emma Penella me dedicó una mirada atípica de una ceremonia y fuera ,casi, de cualquier guión. Mentiría si afirmo que la sostuve más de tres segundos. Tras pagar el refresco, me seguía observando. Ese momento, esa acción hostil y furtiva fue sólo mía.

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