lunes, 8 de marzo de 2010

La etnía invisible

No sé de dónde vienen ni por dónde se van. Suelen llegar tarde, los domingos, cuando ya se ha ido el runrún del bullicio. Multitud de familias gitanas se reúnen en Parquesur, Leganés. Son decenas, cientos, multitud de conocidos, amigos y familias que sólo tienen ojos para los suyos y no para los demás payos, como digo, ya en minoría a esas horas de la noche. Pertenecen a un mundo calé distinguido y de a bien. Se podía llegar a afirmar que tienen más de Victorio y Luccino que de calorros. No son los típicos de la chabola. Las mujeres van con abrigos caros de piel algunas y con cuero elegante otras, y, faldas finísimas de raso, guantes de estilo, bolsos plateados de las mejores firmas de la moda, maquilladas con buena mano y gana. Repletas de alhajas que no recargadas de éstas. Ellos van con gabardina, camisas oscuras, cinturones de grandes hebillas que ostentan su poder, estupendos zapatos; todo ello subrayado por un afeitado fetén y enfatizado por caros perfumes por parte de ambos sexos.
Lo abordan todo. Casi se diría que en vez de ocupar un centro comercial están tomando Madrid entera. Los que no prefieren hamburguesas para su cena, se adentran en el italiano, y los que no al Vips y los que tampoco es que todavía están por llegar.
Esta marabunta cañí, es una masa compacta totalmente desconocida. ¿Por qué se reúnen ahí? ¿Por qué los domingos? Y me consta que llevan varios años procediendo de esta manera.
Más tarde, ahuyentados por un toque de corneta inaudible para los que no somos de la etnia, se van marchando poco a poco; con el mismo sigilo y paso firme con el que llegaron; mientras empujan con tiento los carritos de sus bebés y los corrillos de charla se disuelven por los pasillos del centro comercial, seguramente, porque ya se lo hayan dicho todo. Entonces, el edificio recupera la calma total como si de un circo sin público se tratase. El parking queda desangelado sin los lujosos y potentes vehículos de la que antes era la casta de la chatarra y ahora parece la del quilate. Los guardias echan el pestillo de las puertas. Ya casi es otro día.

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