miércoles, 10 de marzo de 2010

Rara avis

He visto un pájaro peculiar. Creo que hay una familia de ellos por mi urbanización (a la que el Ayuntamiento ha mandado podar todos los árboles sin ton ni son).
El animal que digo poseé un pico fino y alargado, que, junto a la forma de su cabeza, le hace parecerse a un piolet. Tiene un plumaje verde muy vivo y llamativo. Algo inusual en un mundo donde lo vital es pasar desapercibido para los demás depredadores. Juraría que es un pájaro carpintero por la forma de encaramarse a los árboles y la insistencia con la que picotea y perfora sus troncos.
Es muy vivaracho y temerario. Hoy me he cruzado con él en la cuneta con esas maneras de “no me atropelles que no soy un ave”. Raro es divisarle un día cuando de pronto le ves revolotear en varios lugares a lo largo de la mañana y de la tarde. Es desconocido el lugar dónde se oculta en los lapsos que se hace invisible. No sé dónde anida ya que jamás lo he visto en la copa, ni conozco el color de sus cascarones. Tampoco lo he visto por la parcela y eso que por ahí han aparecido gallinas enanas y se ha posado, de paso, alguna que otra cigüeña o un erizo despistado y exótico ha cruzado de terreno en terreno.
Como decía, no tiene miedo alguno o no parece que lo tenga. Sabe volar raso a la perfección y quebrar el aire con un giro vertiginoso y mareante en un segundo sin, apenas, despeinarse la cresta. Al igual que todos los animales con plumas, ha nacido con esa cualidad innata que hace del viento una extensión más de sus alas.
Extraña verlo planear a una altitud tan baja, más propia de los gorriones. Y sus patas, qué son de sus patas. Para pesar más de la mitad que una perdiz, es el triple de rápido y ágil tanto en suelo liso como en campo labrado.
Este matemático alado, midiendo siempre las distancias con su pecho erguido y movimientos bruscos, da un toque más caribeño que mediterráneo a la zona. No puedo evitar quedarme absorto cuando le avisto.

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