jueves, 5 de agosto de 2010

Adaptación

La habitación de sus suegros, el pupitre de la novia, su signo zodiacal, los peluches que él no le regaló intentaron permutar a los que sí, la almohada, su cama, la cama supletoria, las pelusas bajo ella y el ladrón que nunca se escondería ahí por no encontrar algo de valor que echar en la saca, la moqueta, aquel poema conmemorativo estuvo a punto de ser restringido por preponderancia, el armario y su ropa, las zapatillas y la colección de revistas, el inodoro, los ruidos de cañerías, la mampara, el lavabo, los espejos, el jabón de manos, los baldosines del baño, la bañera y la toalla, la mesa donde comían con sus sillas, las cintas de video, los DVD´s, los libros de la estantería, el sofá que tanto roce tuvo, la cristalera del salón, las fotos familiares enmarcadas, la enciclopedia, los cuadros de imitación, los rodapiés, las baldosas del suelo, los discos de vinilo, el calendario, el gotelé, el teléfono fijo y los móviles, los cristales de las ventanas, el corcho del recibidor, el paragüero, el perchero y la papelera, la pátina olorosa a aceite pasado sobre las superficies, la nevera con todo su interior más el gas necesario para enfriarla, la vitrocerámica, el horno, el microondas, las cajas de cereales y las magdalenas, la pata de jamón en sus últimas, el frutero sin fruta, la lavadora, la tostadora y sandwichera, el ordenador, las muñecas de porcelana imperturbables, el tendedero en el balcón, la caldera con su llama azul, la puerta blindada de la entrada, el felpudo y su “bienvenido”, el ascensor y sus botones tras pulsar el número seis, la puerta metálica del portal, el telefonillo, la acera que conducía a su casa, el movimiento al abrir la puerta del coche para ir en su busca cuando quedaban.
Y sus suegros y ella parecían decir NO; aunque se sentía un visitante extraño, prefirió rehuir de la sensación a pesar de correr el riesgo de que las posesiones descritas le acabaran transformando.

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