miércoles, 4 de agosto de 2010

Madrid está solo

Agosto es un mes hueco. Como los cerditos de cerámica tras el martillazo de sus dueños. Este mes es al año como un miércoles de madrugada a la semana. Treinta y un días donde los resfriados nunca vienen justificados aunque se quiera. En lo alto, en las terrazas, hondean alicaídas las banderas de España esperando que los veraneantes regresen a sus casas y las coloquen o quiten a la espera de la próxima semana santa (siento las minúsculas), Eurocopa o el triunfo de la selección baloncestística en tierras turcas.
Las aceras parecen la prolongación de los parques por los que ahora no pasa nadie. El asfalto se dilatará por última vez antes de que llegue septiembre, aunque falte la semana de San Miguel para dar paso a San Martín y su membrillo. El manto candente africano se pasea gustoso en el ambiente degradado de la Villa y Corte como el franchute por sus Campos Eliseos.
La lluvia de estrellas más hermosa y copiosa transcurre en las pupilas de los invidentes.
Es un mes tregua antes de que la masa torne al trabajo.
Por entonces la situación crítica seguirá como siempre, ahí.
Algunos permanecerán tranquilos e impasibles por la congratulación de un buen contrato, otros se verán obligados a prepararse una oposición si pretenden modificar algo su estado de inactividad e inoperancia y los menos seguirán a flote con el cuidado de que su michelín sea lo único en estar fuera del agua. No es culpa suya.
Hasta las gasolineras, que deberían repostar los depósitos de los viajantes, andan congeladas. Y los quioscos están igual, si acaso los de la costa viven con algo más de trajín.
Cuando todos vengan también arrastrarán en el equipaje a la prenda más ceñida e incómoda, la crisis.
En cierta ocasión escuché en un ascensor a alguien que pensaba que la solución estaba en que las empresas crearan una bolsa de trabajadores en reserva. La idea es tan apropiada como utópica. Sólo hay que ver en los pilotos, donde, más o menos, cobran cuando se les necesita (que suele ser, en el mejor de los casos, cuatro días en un mes), la diligencia que están mostrando para declararse en huelga. Supongo que la manifestación sobre sus derechos estará bien definida en sus “propósitos incompletos”.
Aprovechando que vienen los Obama, no estaría mal que trajeran otro Plan Marshall en el zapato. A saber qué hablarán con los reyes. Más que nada, porque los guardaespaldas impedirán que alguien con ideas solventes y productivas coincida con ellos en un ascensor.

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